SECCION CULTURA PAGINA 33 CABEZA: De la honestidad de los jueces literarios CREDITO: IGNACIO TREJO FUENTES* Ser juez significa, en cualquier area, ser el pato mas feo. Yo lo he sido innumerables veces en cuestiones literarias y, por supuesto, he sido sospechoso de prevaricacion, pero puedo decir que en ningun momento nadie me ha indicado como debo actuar, con que criterios guiarme: no me han dado linea. Y sin embargo, aunque no descarto que haya jueces literarios venales, puedo contar algunas cosas que ilustran la, en terminos generales, honestidad de los jueces literarios. Una vez, de la Direccion de Literatura del INBA (asi se llamaba, y asi debe llamarse) me invitaron a formar parte del jurado de un concurso de cuento; en el debate final, los tres jueces (deben ser siempre nones) coincidimos en que dos libros de entre el medio centenar que se habian registrado en el certamen eran los mejores, y ni modo, el premio era unico e indivisible. Al final se impuso uno, y quiero decir que pese al pseudonimo bajo el cual se amparaba el autor, yo conocia su identidad, pues habia traba jado la obra en un taller bajo mi coordinacion; mas no lo apoye con la vehemencia que se merecia precisamente para no incurrir en el favoritismo. Mi "alumno" no gano esa vez, pero su calidad se impuso en otro concurso de mayor relevancia (economica) y su libro fue publicado: me felicite -y supongo que el escritor se felicito aun mas- por mi prudencia. Otra vez detecte que el presumible ganador de un concurso de cuento habia enviado una version mecanografiada de un texto maravilloso de Julio Cortazar. Se imaginan el quemon que nos hubieramos dado los jueces al fallar en su favor? Y ni modo, uno es profesional y debe pagar las culpas de ser juez: habre premiado al mejor?, me cego alguna cosa extraliteraria?, desilusione acaso al resto de escritores concursantes? Hace dias, en un concurso de primera novela convocado a nivel nacional, los miembros del jurado se dieron cuenta de que una de las obras se llevaba, y con mucho, al resto (mas o menos 60), y supusieron que habia gato encerrado, que quien enviaba el texto debia ser un escritor consumado en vista de su alta calidad, mas confiaron en la autenticidad del escritor y se supo, despues, cuando la autoridad correspondiente abrio las plicas, que se trataba de una chica de 23 anos. Por cuestiones de trabajo editorial me puse en contacto con ella y lei su libro: realmente sorprendente: sera publicado por Joaquin Mortiz. Tambien hace dias me involucre en un problema de la indole expuesta: por fortuna, las partes nos pusimos de acuerdo: no hubo dolo, sino imprecisiones tecnicas, al otorgar una beca (de eso se trataba) a un escritor y no a otro. Me meti en el lio para defender mi autonomia critica. Tan es asi que al revisar la solicitud de uno de los aspirantes a becario, me encontre con que una de las recomendaciones a que obliga alguna clausula provenia de la esposa del titular de la dependencia convocante; pero aun asi no obtuvo una de las becas, por la para mi y del resto de los jueces sencilla razon de que habia mejores propuestas que la suya. En estos dias debo fungir como jurado en un concurso nacional de cuento en el que participan los internos de las diferentes prisiones del pais. Es obvio que quienes integramos tal jurado dificilmente conocemos a alguno de los muchos concursantes, de manera que no hay riesgo de que en nuestro veredicto intervengan cosas como el cuatachismo, el favoritismo y esas cosas terribles que suelen atribuirse a los jueces. Este asunto da para mucho mas, pero el espacio obliga a atenderlo en una entrega proxima. *Critico literario. .