SECCION CULTURA PAGINA 35 CABEZA: El salto sobre el abismo CREDITO: Alfonso Simon Pelegri* En contra del comun sentir sobre la arquetipica felicidad de la familia adanica, resultado de su beata inocencia, dicho estado tambien adolecia de una suerte de vaga inquietud, no por suspensa menos incordiante. No se trataba de un temor concreto ante una amenaza inexistente -nos dice Ramon Xirau cuando analiza El concepto de la angustia- sino de un profundo misterio, que no es otro sino el insondable enigma de la inocencia que al mismo tiempo es angustia. Una angustia que se constituye en el "vertigo de la libertad" del que nos habla Kierkegaard. Pero es que la libertad como peligro se convierte en angustia cuando no se conocen el abismo ni los bordes de ese riesgo, cuando el "inocente" se sabe en el brocal de una voragine hecha de nada, de una nada que esta en el impulso hacia la caida misma. En su Introduccion a la historia de la filosofia, el maestro Xirau nos da una terapia intelectual ad hoc, especifica, si bien con un "para esto", o mas propiamente "para este", que presupone la fe. Y aqui esta el quid del asunto, porque esta es gratis data, o como quien dice de bobilis bobilis. El problema radica en que frente a esa angustia "ambigua", tan indeterminada como la libertad que la arrastra, "impaciencia mistica" en el pensamiento de Kierkegaard, Ramon Xirau nos dice que la dificultad estriba en que la turbadora impaciencia que se produce en el sujeto por el ansia de una pronta revelacion de la presencia de Dios esta en la limitacion de nuestra finitud ante la infinitud divina: "La revelacion de esta finitud, a la cual se llega mediante la fe, es la solucion a la angustia, al alcance de la verdadera libertad. Al construir la finitud de cada persona, la angustia nos construye y nos coloca, cara a cara, ante el infinito, ante el Dios que nos ha creado y cuyo entendimiento va mas alla de nuestra limi tada y finita inteligencia." Esta actitud fideista tiene un arranque nada menos que en Tertuliano, alla por la primera mitad del siglo II del cristianismo, para continuarse con Kierkegaard y Unamuno ya en nuestra contemporaneidad, en la rotunda aseveracion del primero del credo guia absurdum: un creo porque es absurdo, en el cual nos puntualiza Xirau que no es absurdo el misterio sino nuestra razon. En la misma incidencia de que no es posible a la finita inteligencia del hombre el conocimiento de la infinitud de Dios, este salto mortal al abismo, Kierkegaard siente que la divinidad no puede existir en el pensamiento abstracto sino solo en la fe. Tres a manera de "estadias" presupone Sren Kierkegaard en el camino del hombre hacia Dios. Estas corresponden al "hombre estetico", al "hombre etico" y al "hombre religioso". Para Kierkegaard, el "hombre estetico" es el que se limita a vivir de sus sensaciones de una manera puramente hedonista. Este modo de entender su vida -pensemos en un Don Juan o en un Fausto- le lleva a desesperar. Pero esta "desesperacion" viene siendo el comienzo de su redencion si sabe apurarla hasta sus heces, nos dice nuestro filosofo. Es mas, para este (...) "desesperar es, en principio, una forma de esperar y es renunciar a un tipo de vida para tratar de encontrar otro superior". En un plano mas elevado se encuentra el "hombre etico", el cual racionaliza su moral de una forma acorde con el deber y el consenso social. Kierkegaard pone como prototipo de este homo eticus al mismisimo Socrates, si bien este, debido a su caracter racionalista, se manifiesta carente de la nocion del pecado y de la redencion de la culpa en la figura de Cristo, lo cual constituye la gran paradoja del cristianismo en tanto que no puede ser pensado. Paradoja esta la mas elevada -afirma Xirau- porque siendo p nsada el pensamiento no puede pensarla: "La mas alta paradoja esta en descubrir algo que el pensamiento no puede expresar. Este impensable (lo unico que da sentido a la existencia) es Dios, quien se manifiesta en la gran paradoja que es Cristo." Por ultimo, la superacion de este plano racionalista de la moral se encuentra en el homo religiosus propugnado por Kierkegaard. Este arduo nivel conlleva en el pensamiento del mismo una gran dificultad por la misma angustia. No solo en su sentido abismal de vertigo, provocado por la gran paradoja de un Dios que ama a los hombres y por su amor a los hombres se hace hombre, sino, tambien y principalmente, porque requiere el concurso gracioso de la fe. "Quien no amara a un Dios que ama?" -se pregunta Kierkegaard- y aqui, en esta interrogacion, esta como respuesta el gran salto sobre el abismo del absurdo: la gran paradoja del cristianismo. El pensarla tiene mucho de la audacia del salto. Pero tambien de la gracia; y de su vuelo. *Escritor. .