SECCION CULTURA PAGINA 33 BALAZO: ARTURO RIVERA CABEZA: Profundidad y tecnica en la obra pictorica CREDITO: EDUARDO LIZALDE Bajo el titulo La ciencia en la pintura escribi el ano pasado un breve articulo sobre la obra del pintor Arturo Rivera, de quien se encuentra expuesta en el Museode Arte Moderno de la Ciudad de Mexico una vasta coleccion de obras, que dan noticia de sus ultimos 15 anos de trabajo y se reunen en esos muros bajo el titulo de Bodas del cielo y el infierno, para cuyo catalogo redacte otro articulo. El texto que aqui se publica se encuentra inedito, pues solo se utilizaron dos parrafos para una edicion especial sobre la obra de Rivera, que llevo a las prensas el Grupo Financiero Serfin (edicion bilinge de 1994). Larga ha sido en el siglo la convivencia, la coexistencia a veces belica, de todas las escuelas figurativas y no figurativas de la plastica, y ella prosigue en estas postrimerias del milenio, pese al visible agotamiento que despues de recorrer todos los universos y posibilidades de la abstraccion, el geometrismo, la desfiguracion de las formas tradicionales, empiezan a mostrar todas las escuelas y artistas no figurativos, que tan justamente defendiera Worringer en su hora. Visible es tambien, como natural contrapartida, y desde hace ya varias decadas, el reconocido y pujante revival de muchas clases de artistas plasticos y pintores figurativos, entre los que cuentan muchos francamente naturalistas o se distinguen otros que han retrocedido a las concepciones realistas, neoclasicas, impresionistas y aun surrealistas o cubistas, sin agregar a lo ya hecho por aquellas corrientes y grandes creadores individuales ni mas genio ni mejor tecnica. El realismo y el figurativismo que hoy puede interesar es el que no intenta retornar hacia ningun punto de la pasada concepcion estetica, sino los que aspiran a recuperar todo lo grande que la pintura de todos los tiempos ha dejado en pie, sin renunciar a volverla a iluminar con las invenciones y el talento de los creadores contemporaneos. Muchos pintores figurativos del dia pintan bien, pero muy pocos pintan hondo o son capaces de hacer obras impares y nuevas con todo el bagaje antiguo y moderno que reposa en sus manos. A esos pintores hondos pertenece Arturo Rivera, e intento decir por que, contemplando el magistral retrato posmortem de Luis Donaldo Colosio que se reproduce en este libro. El retrato es, como tal, tecnicamente impecable y realista, como estremecedores son los demas elementos fantasticos, emblemas espectrales, signos y formas que dan cuerpo al complicado conjunto de la obra. No es necesario decir que un retratista de la epoca actual dispone de muchos materiales de referencia visual fidedigna para pintar la imagen de una persona desaparecida (sobre todo si ha sido ella una figura publica, como es el caso), pero tal facilidad no proporciona sino ventajas mecanicas al artista, qu e debe resolver en el lienzo los dilemas de concepcion, de estilo, de atmosfera y presencia que plantea el retrato de todo sujeto particular. Picasso, para dar cualquier ejemplo historico, dibujo un imponente rostro de Cesar Vallejo, al que no habia conocido en vida, solo con unas cuantas amarillentas fotografias del poeta, entre ellas una reproduccion, impresa en algun diario, de su cuerpo en el lecho de muerte. En el cuadro de Arturo Rivera que aqui comentamos se descubre casi de perfil la imagen de Luis Donaldo Colosio, retratado con la naturalidad, la propiedad y la destreza que distinguen la vasta y reconocida obra del pintor, que jamas se conforma en los retratos con limitarse a captar escueta y fielmente la expresion mas caracteristica y los rasgos faciales inequivocos de su modelo. Ademas de realizar un retratode factura ejemplar, el pintor "habla" dentro del cuadro, como lo hacian con mucha frecuencia los pintores renacentistas y sus predecesores, de otros temas, objetos, paisajes o ideas que al artista le parecen relacionados intimamente con el mundo y la vida y el tiempo particularisimo de su personaje. Eso hacian los flamencos de la generacion de Van der Weyden o de Van Eyck, que acompanaban al retrato de un hombre o una familia, multitud de referencias, que son para nosotros invaluables noticias de la epoca, la mentalidad, las circunstancias, las costumbres de los personajes inmortalizados en esas tablas y telas: tapices, telares, bronces, lamparas, inscripciones en la letra y la lengua del lugar, adornos, libros, instrumentos de medicion, muebles, cortinajes, etcetera. En suma, hay en esos cuadros, junto a los sujetos centrales, una relacion minuciosa e innumerables (por algo se les llamo miniaturistas) de las cosas que nos sirven hoy para entender y situar el ambiente en que esos personajes vivian. Tambien, a veces, con solo colocar al descuido un espejo concavo, cierta esfera cristalina, en los que se reflejan deformadas las imagenes de una habitacion o una terraza, el pintor nos hablaba de su idea del arte mismo, y de la perfeccion y la pericia que le daban el derecho a sentarse entre los mayores. Con la obra probaba el ejercicio de su arte y, ademas, marginalmente, exponia los principios de su doctrina pictorica. No deben por eso aterrarse, ni desconcertarse, los espectadores de los retratos de Arturo Rivera, y especialmente quienes contemplen este cuadro del absurda y violentamente desaparecido candidato presidencial Luis Donaldo Colosio. En el cuadro hay, de por si, una referencia onirica, simbolica, artistica claro esta, a la conmocion nacional que produjo hace unos meses el brutal atentado contra el politico mexicano. Arturo Rivera, una especie de nuevo pintor mexicano-flamenco, es un artista culto y complejo (todo gran artista es complejo, aunque no siempre sea culto), y tambien habla en sus cuadros de su estetica, de sus convicciones y obsesiones tecnicas, del mundo que lo rodea a el y a los personajes contemporaneos que retrata. Observese en cambio la admirable exactitud de trazo, diseno y perspectiva clasicas que representa en la parte inferior del retrato la doble tabla del "Cuadrado aureo", en el que destacan las figuras de la bestezuela nonata, que sangra unida a su mortal reflejo, sobre el frio perfil del esquema geometrico en que el pintor expone con oscuro humor la estructura del "Anclaje de la Seccion Aurea I y la Seccion Aurea II" para proceder a la erudita noticia sobre Leonardo da Pisa o Leonardo Fibonacci, matematico y geometra genial del siglo XII que conmovio con sus libros a la Edad Media entera. De su Libro del Abaco (Liber Abaci, 1202) surge el movimiento que lleva a Europa a la adopcion de la escritura numerica hindu-arabiga, y con el se transforman las ideas de matematicos medievales, que ven resueltos problemas insolubles y se asombran con propuestas como la hoy conocida "secuencia Fibonacci": 1, 1, 2, 3, 5, 8, 13, 21, 34, 55, etcetera, a la que se refiere en su inscripcion Arturo Rivera, y en la que cada numero e s la suma de los dos anteriores. Y de esa abstracta especulacion matematica y geometrica, surgiran las doctrinas que marcan el caracter de la composicion arquitectonica y pictorica de los grandes artistas del Renacimiento, desde Durero y Da Vinci, a los pintores del siglo XX. La relacion existente entre dos dimensiones (o numeros) en que: "el mayor sea al menor, como la suma de ambos sea al mayor" es la herencia teorica de Fibonacci a la norma de la "Divina Proportione" (Luca Paciolli la llamara asi en su libro del XVI) y al principio de l a "Seccion aurea", con el que Arturo Rivera nos ilustra en esas cinco lineas manuscritas de esta obra pictorica, disenada ella misma conforme al tenor de esos casi milenarios preceptos con los que aun jugaba en su Modulor de los anos 1961 el arquitecto galo Le Corbusier. Arturo Rivera sabe, como los renacentistas, que la pintura no es una ciencia, pero que tras todo verdadero pintor, junto al carcaj de los pinceles y las espatulas, hay un arsenal de conocimientos y de instrumentos cientificos e historicos. Asi lo prueba este admirable retrato de Luis Donaldo Colosio, en cuyo centro se haya geometricamente trazado a la Fibonacci ese delgado mastil ominoso, cuyo insinuado remate mortuorio se pierde en la negrura de la parte superior del cuadr. .