SECCION CULTURA PAG. 35 CREDITO: ALFONSO SIMON PELEGRI CABEZA: El amor propio y el propio amor En matematicas, es sabido, el orden de los factores no altera el producto. Pero ahora estamos en otra asignatura, asi es que con respecto al titulo que encabeza estas lineas este axioma no va para nada. En principio, es de adelantar que el mencionado "amor propio" tiene malas lenguas por adolecer de cierto tufillo a moralina pedestre a mas de una a modo de exhortacion parvular por aquello del disco rayado de que "hay que aplicarse cuando nino para ser el dia de manana un hombre de provecho", o cosas asi que el chamaco nunca oye dichas con el acostumbrado sonsonete de rigor. Pero sobre todo, formalmente, el amor propio es eminentemente egocentrico. Por consiguiente, tiene su propio ego como centro de todo a mor; en contraposicion, el propio amor es concentrico y empapa y comporta su yo como lugar geometrico en cualquier universo. Sin embargo, por desconocimiento, el propio amor connota para algunos un peyorativo egoismo. Un falaz egoismo contra el cual Ramon Gomez de la Serna rompe una lanza o un boutade si se prefiere cuando con referencia a los acusados de este malentendido egoismo afirma que quienes (...) "carecen de egoismo son incapaces de el y el egoismo de los otros les enfurece... creen anade que el egoismo desarmoniza pero el egoismo seria la armonia, ya que es la tendencia mas social, menos destituible, menos derrogable, p orque esta en todos y no es una institucion". A mayor abundamiento, una tan alta autoridad como es la del Decalogo, al ordenar el amor al projimo, subsecuente con el amor divino, nos da la medida de este amor en la misma cota que el amador la tenga consigo mismo: "Amaras a Dios sobre todas las cosas y al projimo como a ti mismo" nos dice. Pienso que no puede darse una mayor evidencia de la universalidad solidaria de este amor, el cual encierra en su amoroso egoismo a todos los hombres. Y si nos vamos a la filosofia, tenemos desde Aristoteles todo un sistema etico vuelto en torno a la introspeccion y amorosa guarda celosa de si mismo que discurre por el medievo y la edad moderna hasta nuestros dias. Y no se tome como antisocial o individualista este movimiento por su caracter recoleto. Individual si lo es, lo de individualista seria otro cantar, y como paradigma es el propio don Miguel de Unamuno, convicto y confeso de ortodoxo individualismo, quien nos asegura que no hay nada mas universa l que lo individual en cuanto a que lo de uno lo viene siendo de todos. Como excelencia y fruto de este superior individualismo, se interactua (nada lejos del con-otros, forma del "vosotros" unamuniano) una potenciacion superativa del propio yo, la cual nos lleva a una culminacion de toda vivencia etica cuya plenitud estaria en funcion de la exigencia que le pondriamos a ese tan discutido propio amor: devocion hacia nuestro propio ego, nuestro egoismo, el cual obviamente se situaria en las antipodas de cualquier comezon, no digamos cancer, de un desordenado egocentrismo. Contra riamente, este noble egoismo se nutriria de un amor socializante y social. Un amor que por estar entre los hombres habria de ser eminentemente piadoso. Es decir, eminentemente humano. Asi lo encontramos en Shakespeare, cuando en su monologo del Ricardo III, citado por Fernando Savater, vemos como el protagonista, despues de quejarse del desamor de los hombres ("No hay criatura humana que me ame!"se lamenta) exonera de esta falta de amor a los hombres para con el al justificar su falta de piedad en el hecho de que el tampoco la ha tenido para consigo mismo: Y por que habria de ten erla? se pregunta si el tampoco habia sido capaz de tenerla para con su persona. Y si salimos de la literatura para entrar en teologia, pienso que seria bueno traer a colacion lo que el citado Savater llama en su Etica como amor propio "la parte hostil de los padres de la Iglesia" cuando cita la libido sciendi, la libido sentiendi y la libido dominandi (la pasion de saber, sentir y dominar), aunque estimo que el maestro Savater se sale un poco de onda. Y esto porque entiendo que no es el saber, el sentir o el dominar en si mismo lo que denuncia la Iglesia, sino la pasion con la que se m anejan estos predicamentos y que convierten a la sabiduria en saberes y vanas disputas de escuelas, el sentir en pathos, y en sed de predominio la posesion. El "amor propio", con cuya consideracion inicie estas notas de lectura, sabe mucho de esto ultimo. Pero tambien es muy de tener en cuenta que en muchas ocasiones las palabras quedan reducidas a meras aproximaciones cuando no a exigencias contextuales. Y eso si bien nos va. *Escritor. .