SECCION ESPECTACULOS PAG. 35 BALAZO: ANTROS CABEZA: La clase media va al Pedregal CREDITO: XAVIER VELASCO A la rancia clase media mexicana la inquietan demasiadas cosas, pero hay algo que de plano abomina: las malditas apreturas. Abandonar a la clase media por la puerta chica esto es, por ese pasadizo estrecho y a menudo inexpugnable que conduce hacia los amplios pasillos de la clase alta equivale a salir corriendo de las tumultuosas escaleras del metro y toparse con uno de esos exoticos jardines que jamas habra en la avenida Pino Suarez. Acostumbrados a vivir entre apreturas economicas y sociales hay que ver la presion que dejan ir los de arriba y los de abajo sobre el pobre infeliz que ha tenido el infortunio de vivir oprimido por el canalla que diran los clasemedieros solo aceptan la realidad cuando esta lleva embarrado el debido maquillaje. Por eso se embelesan cuando van al Premier. Abajo las apreturas! Si la justicia existiese sobre la Tierra, Enrique Guzman tendria un monumento en la colonia Del Valle. No hay bodorrio, ni fiesta de quince anos, ni nostalgia compartida por sus vecinos y parientes en donde el amigo del Payasito sea menos que un heroe de carne y hueso. Pero, lo que son las cosas, cada vez que Enrique Guzman se presenta en un espectaculo publico, los viejos seguidores de su carrera se topan con ese odioso fantasma cuyo remoto tufo los desanima de inmediato: las apreturas. Digo, esta bien que uno este amolado, pero eso no debe ser pretexto para que vaya a confundirse con el naquerio, toreando peligros como el de ser apachurrado, cabuleado, pisoteado o libranos Senor!, manchado del pantalon a la corbata por uno de esos pelafustanes que andan por el mundo cargando chicharrones banados en la misteriosa salsa cuyas huellas aun no hay tintorero que sepa conjurar. Que diferencia cuando llega, como un inesperado boleto a Hollywood, la oportunidad de cantar Acompaname (porque puede suceder) desde unas de las mesas del Premier! No es un lugar lujoso, pero da toditito el gatazo. Uno deja el patas de hule frente a una entrada reluciente, custodiada siempre por una hilera de choferes cuyos modales parecen insinuar una rimbombante bienvenida al Gran Mundo. De donde venimos? Eso es lo de menos, pues al Premier solo puede llegarse por una calle: la que sale del Pedregal de San Angel hacia la Ciudad Universitaria. De modo que la respuesta es obvia: venimos todos del Pedregal. Por eso los mas puliditos entran orondos, derechitos, asumiendo su fortuna y hablandose de tu con el exito, personificado en las fotografias de los elegidos: Luis Miguel, David Copperfield, Emmanuel y bueno, todo-el-mundo. Si Las Vegas es la Disneylandia de los adultos, el Premier es el departamento de soltero del raton Miguelito. A diferencia de su abuelo, El Patio, el Premier es lo suficientemente joven para permanecer a salvo de las tentaciones versallescas del art naco, pero hasta los viejos pobres pueden reconocer en su interior el aire del nuevo rico. En el mas ortodoxo estilo Las Vegas entre monumentos al progreso y oasis tropical, el interior del Premier se parece a esas casas del Pedregal cuyos constructores no se decidieron a tiempo entre Toronto y Hawai. Y ya sabemos que, a veinte anos del ocaso de Steve McGarret, la clase media sigue sonando con esos paraisos hawaianos que seguramente probara en cuanto, Dios quiera, se mude al Pedregal. Pero mientras eso sucede quedemonos aqui, en el unico lugar de la ciudad donde un puede pensarse huesped de honor de Las Vegas. Lo unico realmente amplio del Premier es su escenario. Como en tantas cantinas elegantes donde la ocasion merece una buena mesa, pero las utilidades exigen un titipuchal de sillas, el Premier no esta libre de las ya aludidas apreturas. Uno se sienta en el lugar asignado casi siempre a varios decametros del escenario y, obedeciendo a la Ley de Murphy, de ladito y de espaldas listo para pegar los codos a los costados y sonreir con carita de casualidad a esos desconocidos companeros de mesa que ya plantaron tamana jetota, porque primero tuvieron que pararse y ahora ya no van a estar a gusto. Asi, quien no consigue acomodarse a la orillita queda sitiado, mirando de soslayo a esos ojos extranos que parecen advertirle: Mas vale que ya se te haya ocurrido hacer pipi! Que se hace en estos casos? Pedirle a tu pareja que por favor vacie muy bien su linda vejiguita antes de ir a sentarse? No sean ingenuos, mis cuates! Conocen a una sola mujer capaz de pasarse toda una noche de reventon sin ir de perdis dos veces al bano, asi solo sea para romperle a uno los nervios con un rojerrimo lipstick? De modo que lo procedente ahora es darle el si al capitan y aventarse solicitando tanque lleno: una botellota que hara de los meseros lacayos imperiales, mientras su noble co ntenido cumplira con el sagrado cometido de ir escofinando las diferencias, amistando a los extranos, arrimando sorbo a sorbo las caderas de tirias y troyanos. No sucedio asi en la boda de perenganito, cuando te sentaste con esa familia de chocantes que dos horas despues ya estaban bailando el Timido, acomodandote a su hijita y hasta pidiendote prestado, merced al apantalladon que les diste con el Rolex chocolato en la muneca? Siempre sucede asi con la clase media, particularmente la que se mole sta en anadir la palabra alta a su condicion porque, digo, si no fueramos clase media alta no estariamos cenando en el Premier, verdad? Ahi les va el cobre Sillas pegaditas, cenas en serie, dialogos en dolares... Donde hemos visto un ambiente como este? Claro: en la clase turista de un vuelo Mexico-Los Angeles. Solo que aqui no hemos venido a transportarnos, sino a ponernos, y lo que es los presentes ya se estan poniendo. Cuando el telon descubra la figura de la estrella, el relajamiento ambiental sera lo bastante desenfadado como para que los companeros de mesa le den un llegue a nuestra botella sin pedir permiso, mientras uno resiste de pie las aceitosas miraditas de la senora de enfrente, que en una de estas, por que no, anda queriendo pollo con papas. Psst, psst: mira para arriba. No alli, a la izquierda, o a la derecha, donde sea. Ya viste las pantallas? Pues si, es Enrique Guzman, pero hace chorromil anos. En que secundaria estabas, por cierto? Nomas no te quedes media hora baboseando en la pantalla, que aqui abajo la cosa promete. Mira, la que esta alla abajo es Lucia Mendez. Ya la viste? Si te digo que aqui viene todo el mundo, y tu que querias ir a las bolas del Auditorio. Es mas, checa la pantalla: esa es la noche del Auditorio. Y bueno, en esas anda el respetable cuando de repente la luz desfallece, los meseros se vuelven sigilosos y un invisible animador suelta la clase de rollo que mereceria una quinceanera recien salida de su remolque-calabaza. Algunos de los presentes, con seguridad los mas vividitos, arrugan la nariz como diciendo: Yaaa! Ni que estuvieramos en el Salon Riviera. Si, ya se que te tapan como siete cabezas, que no dejan de moverse, que el gordo de aqui junto deberia pagar por dos lugares, pero que quieres que haga, si yo estoy igual. No que aqui no ibamos a pasar apreturas? Bueno, pero no es lo mismo... Pero como va a ser lo mismo, si aqui nos la van a dejar ir dobladita? Pero tienen razon los convencidos: estas apreturas, que funcionan bajo el mismo precepto de erotismo casual que rige los encuentros corporales en los apasionados vagones del sistema de transporte c olectivo, son aqui amortiguadas por los tragos, los brindis y, sobre todo, por esa clase de glamour del que nadie quiere desprenderse: la prerrogativa de haberse gastado su lana y estar aqui, donde la presumida de tu comadre jura que se la vive, aunque luego no tenga ni para pagar el gas. Siempre repelamos porque zutano se fascina sacando el cobre a las primeras de cambio, pero tambien: siempre lo invitamos. No sera que, muy en el fondo, a los que nos aloca el cobre es a nosotros? Miren, si no, las carcajadotas de la nora del vestido de lentejuelas con encajes. De que se rie? De lo mismo que el peladazo de su marido: el cantante ya empezo a sacar las quince toneladas de cobre que tradicionalmente dan caracter a su espectaculo. Albures? Cuales albures? Aqui la escatologia sale como el bue n tequila: derecha y a lo macho, asi que ni te espantes cuando el cantante haga la finta de cuchiplancharse a tu pareja, y por favor: pidele una cancion de Cesar Costa, disfruta el privilegio de ser uno de los espectadores que salen del Premier con una mentada de puno completo endosada para ti por el interprete de Lluvia! Aplausos al espejo Cuando mas se lo esperen (la mejor sorpresa es que no hay sorpresas) el cantante va a estremecer a sus viejos devotos con todos esos vejestorios que nunca sonaron tan bien como aqui. En complicidad con cada una de las nostalgias recien despiertas, los musicos y los ingenieros de sonido haran a los convocados el primoroso favor de dignificar sus recuerdos: Ves, mija? Si te digo que este Quique siempre fue buenisimo! O sea que adios a los desperfectos del pasado. Si los viejos discos de Enrique Gu zman, perdidos en el fondo de esa consola donde Ray Coniff se codeaba con Liberace mientras Engelbert Humperdinck impartia lecciones de estilacho a las figuras del Jugo de Hits Volumen II, suenan a vil carton viejo, echemosle la culpa al L.P. y sus rayaduras y gocemos, en-vi-vo-y-en-el-Pre-mier, de una presencia ideal para sacar de su letargo a nuestros mas vetarros y oxidados demonios. Estrella o estrellota, segun las fibras que le toque a cada quien, el cantante acaba desplazandose por el escenario con esa pinta de autor encarrilado al que ya le vino guango botarse toda la quincena en dia 20. Mirenlo: la camisa medio fajada, el saco ausente, la corbata floja, el chupe en la mano y los chingaos en la boca. Quien de ustedes, amigos del pasado florecido, no se ha visto alguna vez como el, maldiciendo a su chamba por puro cabulear, viboreando a sus colegas a grito pelado, vacilando s in piedad a cuanto desconocido se anime a mirarle a los ojos? Hay aplausos de admiracion, pero suenan mas los gritos de identidad, porque lo menos que pide un veterano de los sesenta es que su idolo, el que lo acompano durante aquella tarde en la que mama lo cacho encuerado con la muchacha y en pleno sillon de la sala, llegue a la temida cincuentena en similares condiciones: canitas, pancita y patitas de gallo, pero siempre puestazo pal relajo. A lo que te truje, Chencha!, reza el antiguo proverbio que aqui en el Premier es ley. Terminado el espectaculo, pagas tu cuenta y ahi te ves. Por eso ahora, mientras unos parroquianos todavia se pelean por liquidar el abrochon y mientras otros repentinamente se acuerdan de que no se han lavado las manos, huyo por avenida Universidad con la satisfaccion de que manana si tendre de que platicar con mi tia Coco, que vive en Concepcion Beistegui y para quien los angeles del cielo solo tienen un coro que reza: Sonreir-sonreir-sonreir-sonreir... .