SECCION ESPECTACULOS PAGINA 39 CABEZA: ZONA DE TOLERANCIA SECUNDARIA: DE PASO De hecho, el practicamente se conservaba virgen no obstante estar llegando a los 30 anos, y es que lo que realmente le interesaba era ver, solo ver, pero padecia quiza el mas grande problema al que se puede enfrentar un voyeurista de pura cepa: miopia. Si, era de vista corta, por lo que tenia que ingeniarselas de mil maneras para que en el burlesque el espectaculo de los cuerpos desnudos no se le fuera casi en blanco, pero para su fortuna el table dance que de un de repente empezo a instaurarse en los antros de la capital, le acerco hasta sus mismisimas narices un buen surtido de teclas y traseros. Su problema, asi, estaba casi solucionado a no ser por el empanamiento de sus gafas y, lo peor, la falta de dinero que reducia a una al mes sus visitas a los encueraderos. Angustiado por la critica situacion de sus bolsillos y su obsesiva necesidad de cuerpos que fueran mas alla de la revision de revistas y videos porno, decidio, ora si, conseguirse una novia de tiempo completo y pancita sudada. Al princip io todo marcho sobre ruedas y entre sabanas, ya que ella, enterada de su pranganez galopante, le pagaba el hotel sin reparos, ademas de dispararle una buena reserva de condones. Segun me llego a contar, a su dama lo que mas le gustaba era estar penetrada, si era durante las 24 horas del dia, mejor. Me decia: "A mi lo que me gusta es ver, y ella no me suelta, quiere estar siempre encima de mi y asi nomas no puedo verla, en primera porque me tengo que quitar los lentes y, en segunda, porque la tengo toda emba rrada y lo unico que puedo verle son sus cabellos". Pero para un hombre cuya excitacion sexual depende cien por ciento de la vista no hay obstaculos gracias a su inagotable imaginacion, asi que su siguiente paso fue localizar un hotel con espejo en el techo y asi poder mirar los ritmicos movimientos de cadera de su companera cuando estuviera sobre el. Tardo un poco, pero al fin encontro el Hotel Monarca (Alvaro Obregon 32, Roma) que le proveia de un espejo arriba y al tamano de la cama, ademas de la gran lu na del tocador, colocada justa y estrategicamente enfrente del area de las piruetas. Lo unico que tenia que hacer, costara lo que costara, era mantener los lentes bien puestos sobre su nariz: ella se los quitaba y el, en cuanto su companera se descuidaba o mantenia un orgasmico cerron de ojos, los recuperaba rapidamente del buro. Mas que una lucha de cuerpos, eso se convertia en una lucha por las gafas. Con el tiempo y una cantidad considerable de colchones recorridos, ella comprendio la obsesion de su pare ja por observarla. Sin duda, sostener un ritmo de 80 pesos diarios, o casi, no cualquiera lo resiste, por lo que opto por acondicionar la racamara de su casa con espejos a todo alrededor, incluido, por supuesto, el cenital. (Continuara) .