SECCION ESPECTACULOS PAGINA 39 BALAZO: MARAVILLOSOS FANS CABEZA: Kiss: el circo sin trapecistas CREDITO: XAVIER VELASCO No lea esto quien no haya sentido alguna vez la tentacion de pintarse la cara. O de regalar su guitarra a la multitud que aulla. O de vestirse para matar. Esta noche, al tedio se le mata con maquillaje y a la espera se le apunala con la certeza de que aqui va a ser la fiesta y todos somos el payaso. Son casi las diez de la noche y Kiss no aparece. Tengo la impresion de que hay mas hijos de Gene Simmons que de Paul Stanley, pero en casi todos los casos el maquillaje aparece impecable, perfeccionista, como delatando que no es esta la primera vez que se tiznan las facciones de blanco y negro para ser vampiros, gatos, extraterrestres o, en cualquier caso, leyendas de una historia que solamente a ellos les pertenece. La banda puede haber despedido al maquillista, los fans no. Quienes alguna vez le agandallamos los crayones a mama para embijarnos a todo lo largo y ancho de las ojeras, casi hasta los labios, esas mismas lagrimas que hicieron de Alice Cooper una de las mas profundas fuentes de inspiracion para Kiss, sabemos que pocos rituales hay tan divertidos como el de seguir la tradicion de Cepillin. No se si con Alice Cooper pasaria igual, pero creo firmemente que los fans de Kiss son bastante mejores que Kiss mismo. La Kiss Army de Mexico no es como la pintan. Mientras en Chile sucedieron, hace unos dias, disturbios y saqueos a la salida de Kiss, y en el River Plate de Buenos Aires hubo dos muertos a medio concierto, los mexicanos se conforman con silbar, pegar en la silla, echar gritos timidos contra una impuntualidad que, aqui en Mexico, a nadie sorprende. Y cuando el concierto inicia, rodeado de algunos efectos mas o menos pacotilleros, los alaridos bastan. Efectivamente: hasta las fans de Luis Miguel superan en vio lencia y vehemencia a la Kiss Army. De modo que asi, al amparo de la paz y el casi sosiego de la feliz turba que practicamente llena el Palacio de los Deportes, es posible observar cuanta falta le hace a Kiss la pintura, y por que a Gene Simmons -feo entre los feos, gesto y facciones francamente patibularios- mas le valdria tatuarse una mascara de vampiro. Pero como, insisto, lo mejor de Kiss son sus fans, es claro que a Simmons lo quieren feo y aun mas: por eso lo quieren. Con un baterista reclutado de ent re las filas de la Kiss Army y una legion de imitadores aun extendida por todo el planeta, me permito dudar que haya en el mundo una banda mas endrogada moralmente con sus seguidores. Las canciones son las mismas. Una y otra version del Kiss Alive pasan lista, rebotan en la chirimoya metalica del techo y hacen que los presentes brinquen, canten, levanten los brazos, obedezcan las ordenes de quienes, despues de todo, saben mandar. Paul Stanley no era Roger Daltrey, pero de que manda, manda. Y cuando la herencia de Donna Summer brota, los presentes no titubean: brincan, tan alto como pueden, y en su mejor ingles rugen que I was made for loving you, baby, you were made por loving me... Vestidos de negro, con pantalones de cuero y larga sabihondez escenica, los Kiss nunca olvidan que todo su poder viene de las butacas. Compositores primitivos, estos cirqueros jamas olvidaron la importancia de los iconos. Por eso cada cancion se conecta directamente con el hambre de leyenda y mito que las hormonas contraen cuando el sujeto, cundido de barros y despreciado por todos, mas necesita de un sentido para esa fraudulenta edad adulta a la que, con mucha razon, no quiere arribar. Y a la hora del concierto, cuando salen sobrando las razones, basta un guino, una silaba, un puno en alto para que las hormonas griten: quiero! Esta noche , como todas las anteriores de los utlimos veinte anos, esta llena de motivos par levantar los punos. Y si en ese gesto los despreciables adultos sospechan la presencia del Fhrer, sienten que se les aparece el diablo encuerado, mejor: quien se clava en Kiss no busca la aprobacion, sino el horror del projimo. Los kissmaniaticos necesitan de todo nuestro desprecio. ¨Kismmaniaticos en 1994? Simmons y Stanley, acompanados por dos emergentes que los admiran tanto como los fans, se encargan de que asi sea. Cada uno a su modo acude al publico para sacar de ahi la gasolina de un espectaculo para el que no trajeron la escenografia de lujo, sino un sustituto mediocre cuya escandalosa indigencia no parece preocupar a quienes se saben de fiesta, y bailan. ¨Que mas da si ni siquiera la totalidad de los 198 foquitos del logo de Kiss prende? ¨A quien le importa la falta del espectaculo, si todos han llegado con el circo adentro? Y uno, que en su momento dificilmente trago los exitos de la banda, casi siempre reproducidos por bocinas infames, a volumenes desalmados que parecian rasgarlas un poco mas en cada golpe de bajo, debe confesar que se divierte con el furor ocasionado por Love Gun, Cold Gin y todas esas canciones que creia no conocer, pero q ue al chocar contra la memoria fluyen de nuevo, acompanadas por una serie de colores anacronicos y ya merito entranables. Tal vez no amabamos a las canciones, pero a la vida si. Es por ello que ahora, cuando la vida vuelve como un golpe de pubertad en el coro unanime de quienes todavia juran, entre truenos, que quieren rocanrolear toda la noche, uno sobrevive entre las butacas con la certidumbre de que aun sin payasos, ni trapecios, ni mas mago que el traicionero recuerdo, el circo sigue siendo el circo. .