SECCION ESPECTACULOS PAG. 44 BALAZO: DEL CONTINENTE DEL TEATRO CABEZA: El museo del teatro CREDITO: BRUNO BERT No voy a hablar de un museo que se ubique en un edificio determinado, sino de aquel que muchas veces esta fuertemente implantado en nuestras cabezas. Del concepto de museo. Porque en la mente de casi cualquier persona esa palabra es algo cercano a un sinonimo de aburrimiento y muerto (no porque sea tetrico en su aspecto decorativo, sino porque esta lleno de momias, reales y simbolicas). Una amiga artista reflexionaba que de hecho existen dos tipos de museos: aquellos que nos llevan a la adoracion de los objetos expuestos y aquellos otros -minoritarios, desgraciadamente- que nos impulsan a la reflexion y al crecimiento. En el primero de los casos la cultura se ve fraccionada hasta el infinito, ya que cada objeto mostrado se halla descontextualizado y ya no se comprende organicamente cual era la funcion que lo vinculaba a su entorno y a los hombres que lo crearon. Por mas que haya cartelitos indicadores, son cadaveres o, mejor aun, fragmentos de cadaveres. Y la mayoria del publico asiste a los museos justamente a recibir ese concepto puro, inutil e incontaminado de belleza. Lo mismo sucede con el teatro. En este caso es "el teatro como museo", es decir, como algo muerto y tranquilizador, de una belleza culturalmente preestablecida por esa cultura que como ya comentara Brook hace tantos anos, "debe ser levemente aburrida para estar realmente consagrada como tal" (a pesar del encomillado cito de memoria). Pero deciamos que existen otras posibilidades, y esto es articular los objetos en horizontes historicos comprensibles, dentro de un hacer humano global y organico. Concebir las partes en el interior de un cuerpo vivo. Esto invierte el concepto anterior y en teatro se da cada vez que un festival se transforma realmente en un encuentro en donde el publico y los participantes empiezan a comprender y compartir las partes organicas de lo que llamamos teatro como una suma de elementos interrelacionados, compartibles, comprensibles, modificables. Ese es un "museo del teatro" que permite y casi exige la transformacion de quienes lo vivencian, cualquiera que sea el rol asumido. No el espe ctaculo como un fetiche artistico (propio del "teatro como museo", realidad convencional que vemos a diario), sino como una biologia del teatro capaz de capturar la vida en su devenir a traves de las culturas, contagiando, fertilizando los cruces y mestizajes. En este sexenio hemos visto en los grandes festivales mexicanos la vigencia, el esplendor y la caida del primer caso: la muerte lujosa y expuesta en las caras vitrinas de una politica cultural no necesariamente complice del verdadero desarrollo artist ico. Queda el espacio y la necesidad de una transformacion que comienza a perfilarse en las posiciones de los artistas, fragmentados en un empeno de reconquista de las raices. El Estado no deja de existir ni debe hacerlo, por mas que los gobiernos cambien. Pero si intentar una modificacion radical de concepciones -y de hombres- en lo que se refiere a su politica teatral. .