seccion inf. gral. guia: BSOLA Pag. 1a. de 1a. internacional balazo: Debate cabeza: Rio de Janeiro: la muerte tiene permiso credito: Ricardo Soca­ RIO DE JANEIRO.-Faltaban pocos minutos para la medianoche. Jane da Silva Santos, de 56 anos, habia dedicado aquel domingo a cuidar de su esposo, el albanil jubilado Gilberto dos Santos, de 61 anos, que convalecia de una operacion. Solo le habia dejado durante media hora para ir con el resto de la familia a la iglesia de La Favela, un modesto templo de la secta protestante Asamblea de Dios. En los cuartos contiguos de la chabola se apinaban los cinco hijos de ambos, de entre 15 y 27 anos; su nuera, Rubia, de 18, y cinco nietos de entre un mes y 10 anos de edad. Cuando se oyeron los primeros disparos todos pensaron que seria uno de los frecuentes tiroteos entre policias militares y los narcotraficantes que dominan La Favela (barrio de chabolas) de Vigario Geral, donde vivian. Cuando el estruendo de un tiro de fusil estremecio la chabola y la puerta se abrio, la nuera de la pareja, Rubia, entro aterrorizada al cuarto con su bebe en brazos. Unos 15 hombres encapuchados entraron entonces a la vivienda empunando sus armas humeantes y gritando: "Queremos beber sangre". Jane abrazo a su nuera y ambas se arrodillaron para implorar clemencia, pero cayeron acribilladas. Gilberto se incorporo en la cama, pero volvio a caer con un orificio de bala en medio de la frente. El unico testigo vivo, el nieto de un ano, lloraba junto al cuerpo de su madre cuando los policias fueron al otro cuarto para continuar la faena con los hijos de la pareja. Luciene, la menor de los cinco hijos, una estudiante de 15 anos, preparaba su leccion para el dia siguiente. Al ver a los encapuchados levanto los brazos para protegerse, pero una bala de fusil le atraveso la mano y penetro en la cabeza. En pocos minutos todos estaban muertos. Luciano, el marido de Rubia, un obrero grafico de 24 anos; Luzinete, de 26 anos, una obrera metalurgica; Lucila, de 27, auxiliar de dentista y madre de tres ninos, y la mayor, Lucia, costurera, 34 anos, cuya hija de 10 anos huyo llevando consigo a los otros cuatro ninos. Enseguida, los hombres cruzaron la calle y entraron al modesto bar de Joacir Medeiros, un jubilado de 60 anos. Ocho parroquianos, obreros, modestos empleados y un enfermero, bebian cerveza y comentaban alegremente el tema del dia; la victoria de la seleccion de futbol de Brasil sobre la de Bolivia. Al llegar los encapuchados preguntaron si eran todos trabajadores y les pidieron sus documentos. Pero ni los miraron; los tiraron al suelo con desprecio. Enseguida arrojaron dentro del bar una bomba de gas lacrimogeno. Despues, dispararon sus armas hasta que nadie quedo en pie. Dos parroquianos sobrevivieron fingiendo estar muertos. En total, los cerca de 50 encapuchados -soldados de la policia militar segun admiten las propias autoridades que ayer destituyeron al responsable de la vigilancia del barrio- mataron a 21 vecinos de la favela de Vigario Geral, un barrio obrero surgido en 1961. Sus 30 mil habitantes viven aterrorizados por una doble amenaza; por un lado, las bandas de secuestradores y traficantes de drogas y, por otro, las hordas de la policia militar, una tropa que escapo al control de las autoridades en cuyo seno se han formado bandas de asaltantes, secuestradores y los siniestros escuadrones de la muerte ­ De El Pais, especial para El Nacional. do bandas de asalt .