PAG. 30 SECCION: INTERNAICNAL CINTILLO: COORDENADAS CABEZA: EL SEGUNDO MEDIEVO CREDITO: IKRAM ANTAKI ones de sur a norte, etc... Los terrores milenaristas son una leyenda romantica. Fueron los historiadores del siglo XIX quienes imaginaron esta suerte de panico colectivo, aunque si hubo algunas manifestaciones aisladas de preocupacion. Asi, leemos el testimonio de un abad frances del ano 994, quien escribia que los curas de Paris anunciaban el fin del mundo. Cuatro o cinco anos mas tarde, vuelve a escribir: son unos locos. Lo cierto es que existia una espera permanente, y el temor de ver surgir, desde el fondo del mundo, de esos luga res desconocidos que se encontraban al este o al norte de la geografia propia, algunas poblaciones temibles por su diferencia, y de los cuales habia que protegerse. Este sentimiento milenarista perdura en el rechazo -racionalizado economica, politica, cultural y socialmente- que vamos en Alemania hacia los turcos, en Francia hacia los musulmanes norafricanos y, en Estados Unidos hacia los mexicanos. El otro paralelo esta en la idea de que la historia humana puede interrumpirse. Aquel sentimiento ya no parte de un temor sencillo del fin del mundo biblico, sino que se ve alimentado por referencias cientificas: como habian desaparecido los dinosaurios Ļacaso no seria factible imaginar que, por tal o cual mecanismo -una inmunodeficiencia general, por ejemplo- la especie humana podria desaparecer de igual manera? Esta idea de un fin posible ha tenido su expresion intelectual y optimista (no por ello menos s implista) en la proclamacion del "fin de la historia" por causa de triunfo democratica (dixit: Fukuyama). El temor a la miseria vuelve tambien a aparecer. Los pueblos del medievo vivian en la espera permanente de una manana insegura. Sin embargo, rara vez se podia hablar de miseria verdadera, ya que las relaciones de solidaridad lograban la redistribucion de la poca riqueza que existia. Asi, no existia esta soledad espantosa del pobre de nuestros dias. Aquella es una diferencia fundamental. Las sociedades medievales, como algunas tercermundistas aun hoy dia, eran sociedades de solidaridad. El hombre se insertab a en el grupo familiar, la aldea, etc... Aquellos eran organismos de exaccion, pero tambien organismos de seguridad social. Estos mecanismos de ayuda mutua hicieron que las sociedades ignoraran a menudo la terrible miseria de la exclusion contemporanea, a la vez que ignoraban la soledad. Esta soledad era la suerte de los locos, los criminales y los santos ermitanos. Fueron las ciudades las que, a la vez que inventaban el individuo y la libertad, destruian las solidaridades primitivas. En la ciudad, se es so lo. Y la miseria puede entonces actuar sin cortapisas. El otro paralelismo entre el medievo y la actualidad esta en el crecimiento demografico. Este empujaba fuera de sus territorios a los pobres, a la vez que constituia un motor esencial del progreso. Y, si bien las tazas de mortandad infantil eran muy elevadas, los nacimientos eran tan numerosos que habia de todos modos crecimiento poblacional. ĻAcaso no es lo que esta ocurriendo hoy en Africa, en relacion con Europa, y entre los latinos, en Estados Unidos de America. Antano, las migraciones de muy largas dis tancias -los flamencos que conquistgaron Polonia, por ejemplo- estaban, como hoy, organizados por intermediarios, que reclutaban los trabajadores y los transportaban y, como hoy, la reaccion de los paises de recepcion era la cerrazon, el rechazo y la construccion de murallas alrededor de aquellos que se sentian invadidos. Las comparaciones son numerosas: aquella que se impondria sin discusion seria entre las epidemias medievales y el sida -no entre la sifilis, como se habia creido un tiempo, sino la lepra o la peste. Sin embargo, esta ultima habia sido la consecuencia de un progreso y de un crecimiento: el del comercio y de la creacion de la ruta de la seda, que trajo la enfermedad de Asia a Europa. Hoy, el sida nos devuelve al terror medieval de los castigos corporales que no parecen tener una razon congruente. Y, como para los leprosos de antano, tanto la extrema derecha como la extrema izquierda proponen el aislamiento y el encierro de los sidosos. El despedazamiento de las naciones apunta al horizonte, encubriendose de la pretendida generosidad del reconocimiento de las alteridades. Lejos atras parece haberse quedado el sueno de un mundo sin fronteras. Ni siquiera los grandes conjuntos regionales logran imponerse sin pena (ALENA, Unidad Europea...) Volvemos alegremente a las soberanias locales de territorios no mas grandes que un ducado. El imperio sigue, hasta este momento, el unico invento humano que ha sido capaz de hacer vivir juntas poblaciones diferentes, sin violar sus particularismos. Habia tenido la santa sabiduria de exigirles fidelidad politica, no cambios de identidad. Valdria la pena hoy revisar nuestra repulsion hacia esta estructura premedieval (de hecho, nacida de la antigedad) y que hemos destruido en el nombre de la modernidad. .