SECCION ESPECTACULOS PAG. 44 BALAZO: JESUCRISTO ENTRE NOSOTROS CABEZA: Intolerancia bajo el manto de la fe CREDITO: BRUNO BERT En los ultimos anos, Maruxa Vilalta ha llevado a escena como directora obras propias de caracter abiertamente hagiografico. Primero fue Una voz en el desierto. Vida de San Jeronimo; luego Francisco de Asis y ahora -segun el programa de mano del espectaculo- "alcanza las altas cumbres a donde no es facil que la sigan quienes se ufanan con su sobredosis de materialismo", y monta Jesucristo entre nosotros. Teatro sumamente particular el de esta autora y directora, al menos en esta etapa de su produccion, mucho menos preocupada por la estructura de transmision, que por una mision evangelizadora cada vez mas explicita que otorga a sus obras. Lo primero que recuerda es aquel teatro de los sesenta-setenta floreciente en los paises socialistas y en las zonas combativas de Latinoamerica, donde la escena tenia una funcion precisa que "justificaba" que la actuacion fuera pesima, el montaje de una calidad verdaderamen te lamentable e incluso que el soporte dramaturgico pareciera mas bien una suma de cliches y maquetas, con la invariable imagen del obrero con el brazo en alto y el triunfo visible en el horizonte. Seguramente se trato de un teatro que encontraba una precisa justificacion historica, dentro de procesos de liberacion social, pero que ejemplifica una vez mas que el teatro "al servicio de", en general resulta bastante lamentable y de un didactismo francamente escolar. Jesucristo entre nosotros intenta una revision del mundo contemporaneo, visto este desde una perspectiva religiosa y con una simplificacion propia de Vidas ejemplares. Lo advierte lleno de pecado y perdicion e intenta proclamar la vigencia de Cristo, presente en cada circunstancia conque solo queramos verlo y admitirlo como salvador personal. Esa es la intencion del material, que incluso termina con los actores en rueda al centro del escenario, citando frases de la Biblia como lo he visto hacer en algunas s ectas cristianas no catolicas y en espacios publicos para la posible conversion de los presentes. Me parece totalmente viable que cada quien crea y transmita lo que siente que es su verdad, aunque no la comparta. En eso precisamente consiste la libertad de pensamiento y expresion. Pero aqui, juzgada como obra teatral, resulta tan obvia y tosca (y no ingenua) que de inmediato presupone un menosprecio hacia el interlocutor al que se le trata con la misma idea conque los espanoles catequizaron a los indios: se res inferiores a los que habia que salvar. No es una verdad personal que se comparte entre iguales; es una obra de catequesis destinado a seres a los que hay que enfrentar a imagenes y textos cargados de una obviedad irritante para que entiendan algo. Esta mas alla de todo intento artistico; tiene un valor sumamente relativo como expresion teatral, posiblemente porque a la autora no le preocupo demasiado este aspecto del fenomeno escenico y privilegio totalmente el sesgo didactico-religioso. Cada uno de los cuadros es asombrosamente bidimensional, carente de profundidad, estructura y planteo. Es una pena que Maruxa Vilalta no de una vuelta mas de tuerca y transforme al trabajo en una reflexion sobre los origenes del teatro medieval, donde seguramente hallaria un campo muy fertil en cuanto a la extension de las imagenes y a un alfabeto religioso que tiene similares intenciones pero que, por la distancia, estamos en condiciones de disfrutar sin el fastidio de una tendenciosa leccion de catecismo. Un texto recuerda que "quien no esta conmigo esta contra mi". Peligroso llamado a la intolerancia bajo el manto de la fe. .