SEC. INF. GRAL. PAG. 15 CINTILLO: SANTA ANA, PUEBLO MUERTO CUANDO LO TOCA EL CREPUSCULO CABEZA: Nubes de moscos tapizan a ninos, animales y casas e la presa Endho CREDITO: EDUARDO MONTEVERDE Asi habla don Sotero Montiel Alonso, campesino, viejo ribereno de Santa Ana Ahuehuepan, Hidalgo. Vecino de la presa Endho con nubes de moscos que tapizan animales, casas y pieles de humanos, sobre todo de ninos. Son apenas las siete de la noche y el pueblo se recoge como si diario fuera un dia de guardar. La gente no se asoma en los porticos ni va a la plaza. Santa Ana es un pueblo muerto a partir del crepusculo. Para que salir a la noche si el celaje de moscos no deja ver las estrellas. El pueblo se vuelve a recoger en la tristeza habitual con la que el otomi, mal llamado otomi, ha sido descrito desde tiempos de la Conquista. La presa Endho fue construida para destruir ese abatimiento en el animo de los lugarenos que desde siempre habitaron en terrenos semideserticos; primero orillados por aztecas, luego por espanoles y despues por revolucionarios. La Revolucion hizo en el Valle del Mezquital una presa para convertir estos polvos espinosos en un vergel y lo consiguio. Presa de aguas negras Los campos ocres y agrietados se jaspearon con los amarillos del jilote del maiz, del girasol y el nabo, el verde del totomoxtle y el alfalfa. El indio se alegro y luego volvio a ponerse triste. Las tardes empezaron a negrear llenas de mosco. El gobierno les habia dado una presa, si, pero con las aguas negras, con mayor contenido de abono y asi tuvieron que pagar un precio escatologico no incluido, o tal vez, disimulado en el proyecto. Y si. El volumen lodoso de la humanidad citadina se hizo presente, abono las tierras, pero tambien el lirio que empezo a crecer y cubrio mil 200 hectareas de embalse. En los bulbos de la planta se crio el mosquito. A pesar de que los campesinos pensaron que ya estaban en la tierra prometida, les sigue pareciendo que esta aun lejana, que como en tiempos biblicos tienen que sortear plagas para llegar a ella. La presa Endho es un problema de salud publica factible de resolver. Aunque sus costos sean altos, sus beneficios son invaluables, empezando por la dignidad humana de contar con un habitat apropiado. En los mas pobres, la mayoria, el ingreso promedio es entre 15 y 20 pesos diarios, de los que tienen que gastar 3 pesos en insecticidas que no siempre son inofensivos al organismo y contribuyen a los malos olores que arroja el agua de la presa. Hasta ahora, no hay ningun estudio para evaluar los danos sobre el organismo, de los insecticidas que se han venido empleando de manera empirica. Los que el gobierno usa en la fumigacion, son piretroides, biodegradables, que no danan a la salud. Pero son tambien un paliativo mientras no se destruya el lirio donde se crian las larvas. Una hembra de mosquito culex desova 150 huevecillos. No unicamente son los 12 pueblos riberenos los que padecen a los moscos, ni es el mosco el unico mal. En un recorrido por la cortina, la compuerta retumba con la toma de obra, al paso de 15 mil litros de agua por segundo. A partir de aqui se distribuye por todos los canales. Algunos estan mas bajos que el nivel de la carretera que lleva a otros pueblos, pero el agua de la presa Endho corre por esos campos, con cordilleras de espuma, a veces hasta de 10 metros de altura. Asi adornan este paisaje. De dia y de noche se convierten en neblina espumosa donde los conductores pierden el camino y tienen que salir a la cuneta o mas alla, con el riesgo de caer en un canal, como ocurre por los rumbos de Michimaltongo. Espuma y moscos, males eternos A unos siete kilometros de la presa, tambien aflora la espuma, persisten los mosquitos y el agua sigue en las preocupaciones de la poblacion. Hay liquido para los cultivos, pero la gente esta avida de agua potable; hay sed. En Santa Maria Macua se reune un grupo de campesinos bajo una lona que cubre mesas galanas para la barbacoa. La celebracion de un pozo recientemente perforado, les dara 80 mil litros de agua potable por segundo, un oasis de agua blanca en el agua negra. Son otomies, se siguen considerando asi a pesar de que han olvidado su idioma. "Mejor dicho, no somos otomies sino nha nhus, que quiere decir los que hablan la lengua verdadera" -comenta uno de los campesinos, mientras se espanta los mosquitos que llegan hasta aca con el atardecer. El cronista Sahagun dice que los aztecas llamaban otomi al torpe, al que no valia nada. Los replegaron belicosamente hasta lo mas desierto del Valle de Mexico y asi permanecieron al margen del Imperio Mexica, de la Colonia, y ahora, en las margenes de una presa que si bien enriquece sus tierras, tambien hace indigna su vida: la marginalidad como destino de mal agero en ese grupo indio. Un campesino se deja picar paciente por un mosquito de tres milimetros, en unos cuantos segundos la panza se le infla al insecto, enrojece a contraluz de una linterna, saca el aguijon de la piel morena del brazo y vuela hacia la laguna. Una hembra culex puede volar 10 kilometros de regreso a su nido, con una carga en las entranas del doble de su peso. Asi llegara a los lirios, a su nido. Alli la sangre le sirve para ovular y reproducirse. Sin defensas Un problema cultural, es que la defensa de los habitantes contra el mosco no se pone en practica. Los nha nhus a pesar de ser victimas, no tienen costumbres defensivas. Se encierran, pero no a piedra y lodo, carecen de mosquiteros elementales. Por las grietas y quicios el mosco entra en las viviendas y tapiza las paredes, una especie de cortina gris que tiene un movimiento continuo. En la casa humilde de tabicon donde vive don Sotero, hay un cuadro de paisaje alpino, en el lago se para una nube de moscos que apenas dejan ver una montana blanca y algunos pinos cerca del marco. Ni se mueven con el humo de la espiral de raibolito (sic), que prendieron en una tapa de lata, sobre la mesita endeble con carpeta de plastico. Es posible que los insectos se hayan hecho resistentes a los insecticidas que venden en las tiendas, porque en este hogar los usan, pero ya no meriendan sopa ni frijol caldoso. Tienen que quitarle, antes, la nata de insectos que se ahogan en el plato. En el rezumbadero llega la nieta de don Sotero en brazos de su hija. En un descuido minimo, Sandy Montiel, de dos meses, quedo picada de medio cachete. Sus tios se lanzan preocupados a observarla y concluye don Sotero, el hombre nha nhu, el de la verdadera lengua: "Ya ni nos importan los animales pero Sandy si, es nuestro tesoro, que vamos a hacer con ella si se la van a comer los moscos, por eso la cuidamos entre todos". .