SECCION ESPECTACULOS PAGINA 41 BALAZO: EPISTOLARIO CAIFAN / II CABEZA: Medellin y los eternos antioquenos CREDITO: XAVIER VELASCO Querida Celia Vuelvo a esta carta despues de que una lluvia tupida y tibia cayo sobre la ciudad de Medellin, en el extenso departamento de Antioquia. Son las cuatro en punto de una tarde ojerosa, el asfalto brilla de mojado y Nicolas Torres: el hombre del taxi, debe avanzar despacio. En parte por culpa de los tacos, que es como los antioquenos llaman a los embotellamientos, y en parte porque, segun me cuenta mi amigo Nicolas, cuando este pavimento se moja uno conduce sobre jabon. Hace unos minutos que trepamos de nuevo al coche, luego de visitar la tumba mas cubierta de flores del cementerio Jardines Montesacro. Mientras avanzamos por las calles angostas de Envigado, desdoblo el papel donde guarde las palabras inscritas sobre los listones de un arreglo floral: "Aqui yace una leyenda Aqui yace un hombre. Aqui yace nuestro amor. Tu esposa e hijos". Nacido el 1o. de diciembre de 1949 y muerto cuarenta y cuatro anos y un dia despues, Pablo Emilio Escobar Gaviria es, para los envigadenos, unicamente Pablo. Y los medellinenses, cuyas avenidas bordadas de vegetacion comienzan de un momento a otro, tras la invisible frontera con Envigado, tambien emplean el solo nombre de pila para designar el desalmado filantropo cuya memoria es respetada por motivos tan contradictorios como el pavor, la envidia, la nostalgia y la secreta admiracion. Generosos, comedidos, virtuales cazadores de amigos: tres de las cualidades que han permitido a los medellinenses -devotos de Maria Auxiliadora, y consecuentemente asiduos de su nicho en Sabaneta- olvidar al cocatraficante y al asesino para quedarse con la memoria del hombre. Si: han sido demasiados los muertos para no sentir, en el aliento de quien pronuncia el nombre Pablo, un dejo de afectuoso respeto por quien ya esta muerto. Como el espiritu al que la banda Caifanes ha dado vida, el antioqueno quiere volverse eterno, y tu ya sabes, querida Celia, que antes de la eternidad esta siempre la muerte. No es facil toparse con tanta vida latiendo con vigor semejante: al dar las ocho, un campo cuyos limites se pierden con la orilla de la noche hierve de gente que alza, mueve, oscila los brazos. Desde el extremo derecho del escenario, las -¨tres, cuatro, cinco?- decenas de miles de brazos semejan una marea en permanente movimiento, un ejercito de veladoras vestidas de girasoles, un culto que ha crecido en tierra fertil. La sola idea de recorrer el trecho que va del escenario a la consola parece quimerica. La multitud se ha compactado a lo largo y ancho del espacio plano de donde no sale sino adrenalina. ¨Hubiesen podido los literalmente adorarables medellinenses resistirse a cantos como estos, que no solo estan emparentados con el sentimiento de varios idolos locales -Vicente Fernandez, Pedro Infante, Javier Solis- sino que ademas llevan en su entrana el vivisimo aliento de los cuerpos sedientos de eternidad? No veo como, querida Celia. Y supongo que tu, mi abuela que vivio y murio sin jamas osar desentenderse de los asuntos eternos, estaras de acuerdo; mal pueden las invocaciones de quien vive aguardando el momento en que "el Sol se escape con la Luna" pasar inadvertidas por los oidos de un creyente. Quienes me acompanan en este viaje insolito coinciden en un mismo asombro. Los presentes, que jamas antes accedieron a un ritual caifanesco en tierras paisas, confirman cancion tras cancion, en coros memoriosos y honestos alaridos, el mismo refran que nos une ahora, en tu sutil ausencia: entre mas lejos, mas cerca. Saul profiere unas palabras llenas de sentido aqui, en la entranable Colombia, siempre tan incomprendida por los morbosos y los sensacionalistas, donde por modestos veinte dolares pueden obtenerse cinco gramos de un polvo tan puro como el miedo, tan brillante como el mediodia y mas blanco que la muerte: "esta cancion va dedicada a los que ya dejaron de meterse droga..." En las dos pantallas instaladas en los costados del escenario, aparecen Saul y Cecilia compartiendo un microfono, luego Alejandro solo con un requinto al que algunos siguen con precisos efectos vocales, y en un instante Alfonso: su figura escoltada por la cabeza que se alza detras de su hombro como un angel guardian. Para respaldar la cambiante voracidad de abismo de un baterista como Alfonso, ha sido necesario que su otro brazo derecho se nombre -y esto es la pura verdad- Job. Otros que aparecen en las pantallas, y cuya presentacion ha demorado para mejor darles a sus nombres el eco de lo siempre sorpresivo, son Federico y Yann. El primero, bajista oficioso y devorador de vida, con cosa mas de un ano de caifanearse la vida en el escenario y algo asi como una decada invirtiendo sus dias en carcajearse a diario con este mismo circulo de amistades, pertenece a la categoria de los tipos que gozosamente han echado su destino a perder por el ejercicio del sonido desde la cavidad visceral. El segundo, cuyos cabellos cortos pero entintados de amarillo iluminan la region trasera-izquierda del escenario como un poste coronado de neon, es un tecladista vehemente que ama y conoce por igual el primer concierto de Tchaikovsky, la primera pelicula de Monty Python y el primer mandamiento del creador sonoro: amaras a la musica sobre todas las cosas. Querida Celia: esta es la gente por la que tu nieto ha querido apostar. Y ahora, cuando pasada la medianoche un punado de medellinenses reciben con aplausos y abrazos a tres Caifanes que van entrando al cobijador antro conocido como Blue Rock, me pregunto si en Cali, ciudad salsera que carga con la fama de ser tan amorosa como Medellin, el ritual tocara cimas como las que aqui alcanzo. Creo que, al igual que los antioquenses, traigo prisa por vivir. Tanto asi que, como las leyendas mexicanas que tiempo tras tiempo han hecho blanco en el sentimiento colombiano, ya me ando encarinando con mi muerte. CONTINUARA... .