SEC. INF. GRAL. PAG. 2 CABEZA: Acomodarse en el caos CREDITO: LUDOLFO PARAMIO * Anderson se apoya a su vez en la polemica obra del historiador Arno Mayer sobre La persistencia del antiguo regimen, en la que se afirma la basica continuidad en Europa de una cultura y unos valores preindustriales y aristocraticos hasta la I Guerra Mundial. Las vanguardias y el modernismo serian una respuesta a esta sobrevivencia cultural del antiguo regimen, en el contexto especifico creado por las promesas del maquinismo y la amenaza imaginaria de la revolucion social. Falto de estas premisas, el modernismo es ya imposible tras la II Guerra Mundial en los paises capitalistas desarrollados. (Anderson subraya la procedencia periferica de los grandes renovadores literarios actuales, como Garcia Marquez o Salman Rushdie). La respuesta de Berman, autor de una excelente obra sobre la modernidad, identifica el modernismo con la capacidad para instalarse en un mundo "en perpetua desintegracion y renovacion", para hacerse parte de un universo en el que "todo lo que es solido se evapora en el aire", segun la conocida frase del Manifiesto comunista que da titulo a la obra de Berman. Uno de los aspectos mas curiosos de la discusion Anderson/Berman es que reproduce algunos patrones de la vieja polemica entre apocalipticos e integrados. Berman es un integrado muy peculiar: desde posiciones de izquierda ve con optimismo la posibilidad de instalarse en este mundo para cambiarlo y responde a Anderson, con historias de personas reales del Nueva York de hoy, reprochando a los intelectuales su incapacidad para leer los signos de la calle, Berman es tan moderno, de hecho, que para desauto rizar el pesimismo cultural de Anderson no lo compara con Dwight McDonald, sino con los "Sex Pistols" y su no future. Desde nuestra propia perspectiva, es bastante obvio que la supuesta posmodernidad no seria para Berman sino la apoteosis de la modernidad: la capacidad para instalarse comodamente, sin mala conciencia, en ese mundo en perpetua desintegracion y renovacion en el que vivimos, para aceptar que nuestra realidad no puede quedar atrapada en las viejas redes de nuestras ideas heredadas, que el futuro no puede levantarse sobre la fragil base de unas expectativas de sabor escatologico. La cuestion es saber si esa aceptacion de un mundo delicuescente y la consiguiente renuncia a los esquemas preconcebidos representa un avance o un retroceso. La principal acusacion contra la idea de la posmodernidad ha sido el conformismo implicito en la aceptacion generalizada de toda propuesta estetica o filosofica, prescindiendo de cualquier criterio previo de valoracion o seleccion. La posmodernidad habria llevado a sus ultimos extremos la consigna dadaista de Paul Feyerabend en el campo de las disputas epistemologicas: todo vale. Ahora bien, esa acusacion solo tiene sentido si se acepta que se cuenta con algun esquema o criterios minimamente utiles o vigentes: no es logico criticar la escasa capacidad de tamizado de quien se ve desprovisto de cedazo. Y este es el punto realmente central de la discusion: aceptar o no que, independientemente de nuestra mas firme voluntad de seleccion y orden, frente a la proliferacion de propuestas y modelos esteticos o intelectuales, no contamos en estos momentos con ningun criterio objetivo de valor acion. La modernidad no ha muerto necesariamente, pero los ideales y conceptos que acompanaron su despliegue hasta los anos 70 atraviesan, cuando menos, una crisis muy profunda. No es casual en este sentido que Anderson busque una de las claves de la aparicion de la modernidad en la persistencia del antiguo regimen hasta 1914: este hecho excepcional no solo haria irrepetible un fenomeno como el auge de las vanguardias, sino que cumpliria la funcion de explicar la dramatica anomalia que para el marxismo revolucionario representa la derrota de la revolucion en Occidente. Esta es una de las obsesiones de Anderson y uno de los hilos que recorren su debate con Berman. Si aceptaramos la tesis de Mayer sobre el caracter preindustrial de la Europa de comienzos de siglo, sin embargo, no es evidente que eso nos debiera llevar a mantener la fe en una revolucion proletaria a la que ahora se daria un mayor plazo para llevarse a cabo, frente a la urgencias de los clasicos. Ni es evidente que debieramos aceptar con Anderson la imposibilidad de un modernismo estatico e intelectualmente progresivo. Por el contrario, es muy posible en ambos casos optar por la solucion opuesta. En primer lugar, es posible pensar que la persistencia del antiguo regimen y el fantasma de la revolucion fueron caras de la misma moneda e indisociables de la misma filosofia de la historia que define al marxismo revolucionario. Decir que el antiguo regimen siguio vivo en Europa hasta 1914 puede ser una forma de decir que Marx no llego nunca a conocer el capitalismo industrial y que todos sus analisis estan viciados por este hecho. En otras palabras, habria mas razones para desconfiar de la herencia de Mar x que de la realidad y vitalidad de este mundo (pos)moderno, en el que proliferan las propuestas y todo lo que es solido se evapora en el aire. En segundo lugar, si las vanguardias y la idea misma de modernidad fueron la respuesta a la agonia de la cultura preindustrial, ahora seria posible un nuevo impulso de la modernidad frente a la muerte de las ideas que llenaron el hueco que aquella cultura dejo. Si en torno a 1914 el auge del maquinismo abria a las imaginaciones la vision del futuro, las nuevas tecnologias tambien prometen un mundo muy distinto, tras la salida de la crisis actual. Y si en 1914 recorria Europa el fantasma de la revolucion, ah ora lo hace el de la guerra nuclear. Tenemos asi el fin de una cultura, el salto tecnologico y el terror imaginado. Solo falta volver los ojos hacia nuestro mundo y tratar de ver si realmente asistimos a la aparicion de nuevas vanguardias (seguramente condenadas a convertirse en futuros clasicismos) tras la apariencia de una caotica acumulacion de trivialidad. Solo falta, en suma, aprender a leer los signos de la calle. * Teorico socialdemocrata, dirigente del PSOE y Presidente de la Fundacion Pablo Iglesias. Su libro mas conocido es La Izquierda despues del Diluvio. .