SECCION CULTURA PAGINA 40 CABEZA: CREDITO: Juan Pablo Villasenor* $> (1981) ganan los principales premios del Festival de Cine Estudiantil de Canada y del Festival de Films del Mundo, respectivamente. El siguiente paso era buscar el largometraje. Y el largometraje llego, cargado de esplendidos comentarios y trofeos altamente merecidos. En efecto, Un zoo, la nuit (1986) revelo a un nuevo cineasta; su siguiente incursion, Leolo (1992), abriria paso a la llegada de un artista. Ambas peliculas estan marcadas por acentos autobiograficos. En la primera, un prisionero regresa a casa para dar el ultimo adios a su padre; Leolo es un nino que trata de huir del mundo de la locura tejiendo suenos y fantasias. Cruzar el camino de la infancia no fue algo facil para Lauzon, de ahi la terrible y dolorosa sinceridad con que disena sus personajes. Una vez dijo: Tuve entonces que escoger entre el medio del cine y el de la delincuencia... Este funcionario al que se refiere el cineasta ha inspirado uno de los personajes de Leolo: el Leolo es una de las grandes peliculas de los ultimos anos por muchas razones. Por la gracia y la ternura con la que ha sido concebida, por poseer momentos de verdadera magia cinematografica, por la delicada alquimia poetica que surge del encuentro imagen-sonido y lo conmovedor de su historia. A pesar de su corta filmografia, Lauzon es ya un maestro en la direccion de autores; el desempeno actoral es tan parejo que resulta imposible distinguir a los actores profesionales de los no profesionales. Por o tro lado, el empleo de la voz off, ese bello elemento pocas veces bien resuelto en el cine, alcanza aqui niveles hipnoticos, desde donde lo mismo se lanza sonrisas complices que dardos al corazon. Por si fuera poco, la banda sonora de Leolo (la cual desgraciadamente no se ha editado) es otro regalo para el espectador. Lauzon no necesita mas de un plano para conseguir con la musica de Tom Waits lo que Jim Jarmush no pudo conseguir en todas las peliculas que filmaron juntos, emotividad. La fatalidad de los personajes infantiles de Lauzon se halla muy lejos de lo planteado por otros cineastas. No son delincuentes en busca de carino, como Los olvidados de Bunuel, ni huerfanos sin futuro como en Los cuatroscientos golpes de Truffaut, sino seres que se enfrentan a obstaculos intangibles que no se solucionan con dinero o compania. En todo caso, apenas podrian encontrar afinidad con el pequeno esquizofrenico de El nino que grito puta (1992) de Juan Jose Campanella, o con el nino acosado por malestares cosmicos de La piel reflejante (1990), el sorprendente filme de Philip Ridley (uno de los estrenos mas estimulantes en anos). Para cualquiera de ellos, ser un *Profesor del Colegio de Literatura Dramatica y Teatro de la FFyL. .