SEC. INF. GRAL. PAG. 2 CREDITO: LUDOLFO PARAMIO * CABEZA: (Primera parte) Ideologia y dominacion en la sociedad actual 1. Ambigedades teoricas Antes de comenzar conviene hacer dos aclaraciones. La primera es que abrir una discusion sobre ideologia y dominacion social con un analisis de las ideas de Marx al respecto no es un capricho, sino el ya casi inevitable reconocimiento de que en este campo, se quiera o no, se termina siempre argumentando con Marx o contra su fantasma: mejor es entrarle al toro de frente. La segunda es que no me propongo analizar en ningun caso una de las dos dicotomias presentes en el uso del termino ideologia por Marx, es decir, la oposicion ciencia/falsa conciencia. En lo que sigue, trato unicamente del problema de la ideologia en cuanto conjunto articulado de representaciones colectivas, algo asi como el metalenguaje que comparten las mentalidades y codigos de valor superficiales (explicitos) o profundos (implicitos) y que, en cuanto tal, puede determinar las respuestas colectivas a los conflictos o cambios que afectan a grupos sociales significativos. Aunque el hecho se ha senalado en muchas ocasiones, pocos marxistas parecen haber reparado en que dos de las principales referencias clasicas que se hacen en la obra de Marx al problema de la ideologia son, cuando menos en potencia, radicalmente contradictorias: a) Las condiciones de existencia determinan la conciencia. b) En toda sociedad, la ideologia dominante es la ideologia de la calse dominante. La primera tesis es perfectamente coherente con la concepcion materialista de la sociedad y de la historia: los valores y mentalidades de un grupo social no vienen determinados por un proceso externo de socializacion, como querria el funcionalismo mas ingenuo (es decir, por la educacion o por los medios de comunicacion institucionales), sino por la experiencia de la vida cotidiana. Los sujetos sociales aprenden por prueba y error unas ciertas reglas de juego para abrirse paso en unas determinadas con diciones de vida y de trabajo. Las cosas que deben decir para triunfar se codifican en unos valores superficales (explicitos); las cosas que deben hacer constituyen su codigo de valores profundos (implicitos). Desde el Quijote hasta el presente existe una extensa literatura tragicomica que subraya los peligros de tomar como guia en la vida practica los valores explicitamente sostenidos por la sociedad. Pero eso no significa que se pueda prescindir de los valores mas superficiales, pues poseen su propio valor explicativo. Las criticas contra Weber por haber tomado en su literalidad el puritanismo calvinista (cuando en realidad los descendientes de los padres peregrinos no desperdiciaban la ocasion de organizar una buena borrachera colectiva) revelan en realidad una concepcion mas bien estrecha de la explicacion sociologica. Pero esta tesis, tomada en su literalidad, exige creer que es la experiencia cotidiana y sus reglas de juego (las condiciones de existencia) lo que esta en el origen de los valores que explicitamente se afirman o implicitamente se ponen en practica. La ideologia, en este sentido, no viene impuesta de arriba a abajo, sino que es desarrollada (como doble conciencia) frente a la doble realidad de una sociedad que predica unas normas de actuacion, pero se comporta conforme a otras. Toda ideologia es a la vez una cultura pasiva, de integracion, y una cultura de resistencia, subversiva. Subrayamos este aspecto: si la ideologia es una codificacion de las reglas de juego menos onerosas para el jugador es inevitable que contenga un doble sentido. Habida cuenta de que la clase dominante suele haber merecido tal titulo gracias a su capacidad para imponer su volunad, un miembro de las llamadas clases subalternas debera adoptar ciertas normas de obsecuencia para eludir el choque directo con el poder (coactivo) de la clase dominante. Y debera interiorizar esa necesidad de obsecuencia para eludir el choque directo con el poder (coactivo) de la clase dominante. Y debera interiorizar esa necesidad de obsecuencia como virtud, como buena educacion, pues no es facil aceptar la realidad de la inferioridad, de la obediencia impuesta por una desigual relacion de fuerzas. Para evitar lo que los sociologos llaman (muy pulcramente disonancias cognoscitivas, quien vive dominado debe hacer virtud de la necesidad de reconocer su dominacion. Pero, a la vez, la obsecuencia no es una estrategia dominante, una buena estrategia, desde el punto de vista del individuo dominado: debe completarse con estrategias oscilantes entre el parasitismo y la subversion, desde la sisa del pequeno gasto domestico (o el absentismo laboral en la empresa) a la resistencia organizada a la elevacion del ritmo de trabajo. Se puede reconocer la imposibilidad de poner el mundo boca abajo y apostar aun asi por la pequena sustraccion, la pereza, la resistencia pasiva, la huelga ya explicitamente organizada, la simple llamada a la subversion violenta. Hay una retorcida escalera que lleva de la obsecuencia al degollamiento del patrono. Quienes han vivido tiempos de revolucion, o se han tomado la rara molestia de estudiarlos con cierta atencion, saben que por esa retorcida escalera se puede ascender con asombrosa rapidez, que el amo adorado puede verse degollado en cuestion de horas, y la fabrica, el taller o el simple salon de te, antes escenario de la obediencia, ser consumidos por las llamas o devastados por un impulso barbaro antes inospechable. ¨Quien no recuerda el imperceptible deslizamiento de la representacion al estallido de lo mas reprimido en el Marat/Sade de Peter Weiss? Por razones que veremos mas adelante, sin embargo, en lo que se ha dado en llamar el marxismo occidental, y muy en especial en la tradicion critica que solemos identificar con la Escuela de Francfort, se ha impuesto de forma beligerante la segunda lectura del problema de la ideologia en Marx: la que hemos llamado tesis b) Segun ella los valores dominantes son univocos, rigen la existencia cotidiana (se traducen en normas eficaces de actuacion), y vienen impuestos desde arriba, ajustando asi la actuacion de las clases dominadas a los intereses de las clases dominantes. Para expresarlo de nuevo (y deliberadamente) en terminos funcionalistas, la persistencia de la dominacion social, de clase, se explica por la socializacion de las clases subalternas en la ideologia de las clases dominantes. Y esa socializacion no es ambibalente, creen los francfortianos. Una vez educado, el siervo lo es para toda la vida, y lo es feliz e inconscientemente de su condicion de servidumbre. La razon de este planteamiento es que los grandes teoricos de la Escuela de Francfort, y en especial Theodor W. Adorno, son criticos culturalmente elitistas, que ven en la cultura de masas del siglo XX una imparable decadencia hacia una sociedad manipulable por la propaganda, por la degradacion de los codigos este ticos y morales, por lo que Marcuse llamaria la desublimacion represiva: una liberacion de las pulsiones libidinales que, lejos de favorecer la emancipacion humana, haria mas facil la manipulacion de sus necesidades basicas. El brave new world de Aldous Huxley. Llegados aqui habria que hacer varias observaciones al margen. La primera es que, nos guste o no, los fracfortianos, como el propio Huxley, eran personas socialmente muy conservadoras, aunque politicamente defendieran los valores mas avanzados. Habia en ellos una profunda desconfianza no ya hacia la multitud (punto en el que se puede estar de acuerdo con Canetti y desconfiar de los desvarios demoticos del grupo en fusion de Surtre), sino hacia la mayoria. El punto es que los francfortianos partian de una conviccion poco compatible con un proyecto democratico de emancipacion social: lo que es aceptable para la mayoria es por definicion innoble. La otra cara de esa conviccion antidemocratica es que la cultura de masas no puede contener ningun elemento de resistencia, ningun aspecto disfuncional para la reproduccion del sistema tal y como este existe. Esta es una tesis muy poco compatible con lo que podriamos llamar el funcionalismo menos vulgar: es muy poco probable que una sociedad compleja desarrolle sistemas de valores (ideologias) que sean puramente funcionales; cabe prever, por el contrario, disfuncionalidades y afuncionalidades muy significativas, a menos que se parta de una concepcion metafisica de la armonia social. Pero, ademas, es una tesis muy poco compatible con lo que la historiografia de las mentalidades y de los movimientos sociales nos ha aportado en los ultimos anos. Parece inevitable a estas alturas aceptar que toda cultura de adaptacion a la dominacion contiene a la vez las semillas de una cultura de resistencia. Quiza es esta la principal aportacion de Edward P. Thompson a la historiografia de los movimientos populares, al romper con la dicotomia entre una conciencia de clase pura (en el sentido leninista o lukacsiano del termino) y una oscura conciencia populista propicia a la claudicacion, la obsecuencia o el compromiso. El po pulismo por el que tan criticado fuera Thompson en su momento parece ser tan solo pura fidelidad a la realidad historica de la conciencia observable. Supongamos, por tanto, que rompemos con la dicotomia de origen lukacsiano entre conciencia empiricamente observable y conciencia teoricamente imputable a la clase agente de la historia. Podemos pensar entonces que no hay ninguna sociedad (no ya escindida en clases, sino simplemente ninguna sociedad) capaz de garantizar una socializacion que excluya la dualidad conflicto/obsecuencia ante las relaciones de dominacion. Dicho de otra forma, podemos sostener que la idea de que una ideologia dominante, nac ida de la clase dominante y a su servicio, es la clave de la reproduccion social, es no solo falsa, sino mas bien ridicula, y solo cabe en el marco de una concepcion sumamente maniquea de la organizacion social. Es quiza demasiado aburrido insistir en ello, pero hay una razon historica para que la "tesis de la ideologia dominante" haya podido gozar de tanta y tan prolongada hegemonia en el marxismo occidental. Esta razon es el obvio fracaso de la revolucion en Occidente. Ante el estallido de la Primera Guerra Mundial, Lenin pudo refugiarse en la hipotesis de una aristocracia obrera corrompida por las superganancias del imperialismo. En medio de la crisis de los anos treinta, y frente al ascenso del fascismo, esa hipotesis se debilito peligrosamente, y su mejor racionalizacion vino de la Escuela de Francfort. El recurso (bastante inimaginable en la tradicion marxista) al psicoanalisis permitio configurar una teoria de la reproduccion de la personalidad autoritaria que explicaria en los anos treinta el ascenso del fascismo, pero para Marcuse y los francfortianos tardios la verdadera prueba fue hallar la explicacion del conformismo social en los anos cincuenta en Estados Unidos. Nunca integrados en aquella cultura, el doble aborrecimiento a la realidad politica del maccartismo y a la realidad social de una clase obrera integrada en el orden capitalista (el hombre unidimensional) les llevo a una teoria idealista en la que los medios de comunicacion, "la industria de la conciencia", eran la explicacion ultima del desvanecimiento del sueno revolucionario. Asi se cierra el circulo vicioso del marxismo occidental. Habiendo dado por hecha la inevitabilidad de la revolucion como umbral para la transicion del capitalismo al socialismo, el fracaso de la revolucion en Occidente no les llevo a revisar la premisa mayor (la revolucion como punto de transicion al socialismo), sino a buscar hipotesis ad hoc para explicar el retraso de la revolucion. A cualquier lector familiarizado con la historia de la ciencia esto le traera facilmente recuerdos: la interminable incorporacion de nuevos epiciclos al viejo modelo tolemaico, para dar cuenta de las innumerables anomalias engendradas por el deseo de describir el mundo como un cosmos que giraba en torno a la Tierra. Como sucedio con la revolucion copernicana, era mas sencillo cortar el nudo gordiano, suponer que la inevitabilidad de la revolucion era un sueno de la razon decimononica y reconocer en la ideologia no una razon ultima de la conservacion del orden, sino esa rara realidad conflictiva en la que se anudan la resistencia y la obediencia en el nivel de la conciencia de los oprimidos. Sobre esta premisa se apoya el analisis que sigue. * Dirigente del PSOE y director del Instituto de Estudios Sociales Avanzados (CSIS, Wadivid) .