SECCION ESPECTACULOS PAG. 40 BALAZO: EPISTOLARIO CAIFAN CABEZA: El idilio, de Cali a Barranquilla CREDITO: XAVIER VELASCO Querida Celia: Cali es un comal de afectos. Desde el arribo del pequeno autobus, calenos y calenas se aproximan con camaras, carteles, libretas de autografos, regalos, microfonos. No son estos colombianos menos carinosos que los paisas de Medellin, mas existe una diferencia que cambia toda la decoracion del paisaje: en Medellin el rock reina y los Caifanes son antigua leyenda, mientras Cali es territorio gobernado por los gozones de la salsa. Cada taxi, cada tienda, cada discoteca se postra frente a los efluvios del Carib e. Mas alla de Carlos Vives, el vallenatero cuyo nombre se ha ido apuntando entre las leyendas nacionales, los calenos escuchan cuanto merengue, salsa, cumbia, son o vallenato le es dado digerir, con el espiritu aventurero de quien podra no habitar la selva ni la costa, pero a la jungla la lleva en la carne. Ya lo dice el refran lugareno: Kaliman es un Man de Kali. Por la noche, despues de un viaje fascinante por algunos submundos calenos de los cuales Jose Luis, detective de dia y taxista de noche, nos saco a Federico, a Yann y a tu nieto sanos, salvos y ansiosos de rumbar, varios de nuestros anfitriones nos conducen a un sitio rockero cuyo dueno, britanico y nostalgico, ha decorado como un pub londinense. Luego de huir de alli, no sin la vergenza de quien se halla en una capital salsera escondido de la salsa, me pregunto si los salseros seran tan intolerantes como los rockeros radicales, que invariablemente hacen una mueca de repulsion cuando un ritmo distinto al de su devocion se les desnuda, generoso y mistico. Serenidad y paciencia, me respondo, tomando prestada la sabiduria del Hombre Increible, mientras cruzo las puertas de un antro entre cuyas pastosas penumbras baila una mujer, con el cuerpo desnudo y el alma vestida de Africa. A dos locales de alli, detras de un escaparate con las luces prendidas, dormita un Ferrari nuevo, rojo y deslumbrante, flanqueado por un Mercedes y un BMW nada despreciables. Pienso entonces que Cali, con sus contrastes y sus narcos de cuello blanco, es una de esas ciudades que no se extranan frente a nada. Los extranos somos otros: llegada la noche del segundo dia, una nueva multitud de dimensiones biblicas se apretuja con vigor y abandono frente al escenario. A diferencia de los medellinenses, cuyo fervor caifanesco se remonta al primer disco de la banda, los calenos la conocen relativamente poco, pero sin duda lo suficiente para saber que va a gozar. Desde una de las tarimas que se extienden a los lados del escenario, se miran los saltos freneticos de quienes no se conforman con menos que el frenesi. Esta n o es una marea de brazos, sino un hervidero de cabezas que saltan y, cada uno o dos minutos, expulsan a un cuerpo extenuado: los paramedicos no se dan abasto con los hombres y mujeres desmayados que salen por el frente, vencidos de tan plenos. En tanto el publico danza, con la violencia ritual de quien ha venido a exprimirse las venas, pero al mismo tiempo: con la cadencia de quien sabe rumbar con uno y otro ritmo. A partir de hoy los musicos ya no se pondran de acuerdo. Si hasta ayer juzgaban al de Medellin como el mejor concierto de su existencia, hoy algunos dudan. ¨Es la gente de Cali, con esa disposicion al delirio que solo se interrumpe cuando una melodia suave los amenaza con la calma, menos entusiasta que la de Medellin? Ante semejantes estandares, no es posible saberlo. Pero ¨a quien vienen a ver y oir los calenos? ¨A Caifanes? ¨A Ruben Blades? ¨A los gordos arrogantes de Inner Circle? Tal vez tu, querida Cel ia, lo asimiles mas facilmente que nosotros, pero la verdad es que toda esta gente ha venido a gozar solo de la musica. Y es asi, en las entranas del gozo, como rezan juntos una de las lineas mas pronunciadas en toda Colombia. Afuera no te cuido, solo adentro. Hay, entre los que viajamos con la banda, un invitado clave. Su nombre es Camilo Pombo, es colombiano, es famoso y dedica buena parte de sus amorososo oficios a regar, por el raido o la television, las nuevas caifanescas. Pero Camilo -tipo afable, creyente y entusiasta- esta nervioso: hasta los delirios de Cali, ciudad salsera pero cosmopolita, la gira ha sido un hito en la historia musical colombiana. Nunca, jura Camilo, se habia vivido algo asi en Colombia. Pero lo que sigue es Baranquilla: la tierra de l os miticos caimanes donde un pesado calor humedo, casi siempre superior a los cuarenta grados, recuerda instante tras instante que quien alli habita se somete a las rigurosas leyes del tropico. Que te perdone yo, que te perdone, como si yo fuera el Santo Cachon, cantan quienes por ahora son los hombres mas ilustres de Barranquilla: los Embajadores Vallenatos. Antes de ser el hit numero uno en este trozo del Caribe, El Santo Cachon era la historia por todos conocida de un hombre que sorprendio a su mujer mancornandolo en el parque del Sagrado Corazon. Desde entonces, gracias a la bonhomia del cornudo -o, para decirlo con los barranquilleros, del cachon- al sitio se le conoce como el parque del Sant o Cachon. Desde que llegamos a Barranquilla, el acordeon pegajoso de la cancion nos persigue como una advertencia: en esta tierra nada sera igual. Viajo por el centro, demencialmente infestado por los comerciantes informales, mientras del radio del taxi sale la voz de Ruben Blades. El conductor me pregunta: ¨Y ya vio usted los traseros de Barranquilla? Es cierto: hay cosas muy grandes en este puerto. Una de ellas es el estadio donde la seleccion colombiana le clavo un ejemplar 2-1 a los argentinos el ano pasado. Cerca de las ocho de la noche, el estadio entero ruge. Quienes habiamos imaginado al evento como un festival mas bien modesto tenemos las mandibulas bien abiertas: mas de cincuenta mil cuerpos se agitan frente a nosotros mientras Camilo mira hacia la banda, la cancha y las gradas con un mismo estupor. Uno de mis companeros de viaje se acerca y me dice: ¨Sabes una cosa? Esto nadie nos lo va a creer. A estas alturas, la banda ya aprendio a lidiar con los publicos gozones. Durante los primeros minutos se dejan ir con arrullos lentos y amorosos, pero conforme la noche se calienta los relampagos comienzan atronar, y esa intensidad continuara creciendo sin pausas. Es facil, frente a un ritual como este, nacido del impulso repentino frente a un estimulo que prohibe la indiferencia, comprender por que una banda de rock puede ser mucho mas que eso cuando se atreve a saltar sus propias fronteras. Supongo que lo mismo pasa cuando uno se brinca los muros de su soledad y osa contemplar su rostro enamorado en las aguas quietas de otros ojos. Pero en uno y otro caso se requiere una cierta correspondencia; la del primer encuentro, desprotegido y nuevo, en el que cada participante hara no lo que sabe hacer, sino lo que en ese momento su cuerpo le ordena que haga. Barranquilla y la banda Caifanes se estan prendando del instante, y es asi como se hacen mutua corte. Emocionado hasta la humildad, Ruben Blades admira cuanto ve. Abrazado por Caifanes, el musico al que muchos aqui llaman Presidente de Panama no se cansa de ofrecer el respeto de quien vio y creyo. En su ultimo concierto con el grupo Seis del Solar, todo el estadio, incluyendo a Caifanes y equipo, ha bailado con Pedro Navaja. Son casi las doce, mas parece como si la noche apenas comenzara. Igual que aquellas brujas de cuyo cruel acecho tantas veces me salvaste, la luna se empena en conducirme por los recovec os de un insomnio que manana, al abordar el avion, pagare con intereses. Pero ahora, como la memorable cancion de Fruko y sus Tesos, me olvido de Morfeo, para tributarle honores a un espiritu que por nueve dias ha viajado con nostros para mostrarnos como es que se hace posible lo imposible, y por que los idilios se confunden siempre con los milagros. He visto, querida Celia, lo que muchos nos pasamos anos sonando, en la triste sospecha de que jamas lo veriamos existir. He visto a la musica que me resulta entranable colarse a las entranas de los hombres y mujeres a los que hasta la semana pasada consideraba extranjeros. He visto a mis amigos abrazarse con los ojos perplejos y la carne gallinecida. Y tu, que lo has mirado todo conmigo, sabes que estas visiones, como el amor y la muerte, son irrepetibles. Guarda, pues, en tu muerte mis recuerdos, que yo en vida no se donde ponerlos. .