SECCION ESPECTACULOS PAG. 45 BALAZO: CONCIERTO CABEZA: La sublime catedra de blues del profesor Clapton CREDITO: OSCAR SARQUIZ F., enviado. San Jose, California.- Le ha tomado la mejor parte de 30 anos volver a su cuna artistica, y otro tanto a nosotros estar -Warner proveera- En la Presencia del Senor; pero al cruzar entre su grey la esquina de Santa Clara y Autumn (pura metafora, caray), nos entra la nanara que confiere la nocion del enorme privilegio. Esta noche tocan aqui Eric Clapton y su banda de devotos la fecha final que cierra -lamentable, inexplicable e inconsolablemente sin escala en Mexicalpan de las Tunas- su concisa, precisa e int ransigente gira norteamericana de escasisimas 21 fechas que brindan generosamente lo que ofrece su lema anticorporativo: "una noche de nada mas que el blues". Desde luego, el efecto es precisamente opuesto: la Arena Deportiva de San Jose (antigua mision que tiene ahora en el corazon no una flama mistica, sino las tecnologicas chispas frias de Silicon Valley) esta repleta y uno debe arremolinarse para comprar el merchandising -gorra, 4 versiones de camisetas, sudadera, pin de guitarrita nominal- que sera tan reliquia de la peregrinacion como la cada vez mas rojiza tierra santa o las sospechosamente inagotables astillas de una cruz que quien sabe quien habria carga do hasta el igualmente comercializado Vati-¨Bati?-cano. Es lo de menos, mis queridos acechantes de mercaderes en cualquier tipo de templos; lo realmente importante es que, tras haberse iniciado en la pasion por la musica bajo el influjo mesmerico no de los Beatles ni de Elvis ni Buddy Holly ni los Beach Boys ni nadie mas que oscuras entidades como Sonny Terry y Brownie McGhee, Big Bill Broonzy, Leadbelly, Son House y cuando mucho Chuck Berry y Bo Diddley; tras haber grabado con su primer grupo de renombre, los Yardbirds blues tan directo como su primer sencillo "I Wish You Would", y desertarlos en cuanto sintio que la avidez de la fama del joven quinteto blanco rebasaba su devocion por la musica negra fundamental; tras haber marcado duradera cota con los Bluesbreakers de John Mayall y transitado de deidad subterranea a drogadicto, alcoholico, figuron del show biz y figura tragica de su propia existencia, Clapton puede apoyarse en el monumental exito de su previo album televisivo Unplugged para hacer lo que le da la gana, lo unico que quiso desde un principio y ant es de Cream/Blind Faith/Delaney & Bonnie/Derek & The Dominos/ y larga y errante solistitud: tocar el blues, lo mas igualito que sus idolos que le permite su legendario talento y privada disciplina, es decir, un accesible y admirable chingo. El blues texano de Jimmie Vaughan Asi que esta reticente divinidad tambien tiene a quien rezarle, y hasta colegas en su sonoro Olimpo azul; abre el concierto con entusiasmo y pulcritud el por fin resurgente bluesero texano Jimmie Vaughan, hermano mayor, paradigma y rival de su legendario hermano caido Stevie Ray, quien en algo mas de media hora establece las reglas de la noche; nada de artificios de relumbron ni mas "ayudas audiovisuales" que dos pantallas que serviran de telescopio a los distantes para apreciar dedos voladores y gestos emp aticos y rendir tributo a las deidades primigenias que aportan al carnet musical de esta velada azul. Jimmie, eficaz, diestro, veterano de mas de dos decadas de monje bluesista con los desaparecidos Fabulous Thunderbirds, resurge sobreponiendose al golpe de la irreparable perdida fraternal de su maximo rival, solo se permite tres coristas que bailan tan incontrolablemente como disciplinadamente cantan su musica y-relativa sorpresa!- un crossover estilistico espiritualmente correcto; el severo gitano "Machit o" Romero, de la famosa dinastia flamenca "palomea" en la tercera de seis rolas, tan a sus anchas y en su lugar rasgueando andanadas de metralleta ritmica como los exaltados coros gospelianos y el baile redentor con que estalla -"Ooh, boom ba ba boom"- apoteosica esta mera pero muy petatera introduccion. Una noche de degustacion auditiva La relativamente larga espera mientras los seres instalan el refuerzo sonoro retro (exclusivamente veteranos amplificadores Fender, el mas anciano y pequeno de todos el de Eric, que data de fines de los 40 y parece uno de esos primitivos tocadisquitos portatiles de quinceanera cola de caballo- que realzara el purismo del estelar y su comparsa se acorta con la expectacion. Previsiblemente, la aparicion del guitarrista mas famoso del mundo es anticlimaticamente informal, cual el mismo prefiere la velada enter a; atras quedaron los impecables trajes Armani y las salutaciones nobiliarias al procer, tan solo sale a escena a soportar, mas que disfrutar la ovacion agitando las manos, impecablemente ataviado con una camiseta de blanco algodon, unos jeans blancos, deslavados y torpemente parchados con pana blanca donde les gano la entropia, y unas gastadas botas de trabajo. Ni hablar, hoy la degustacion es auditiva, y al que no le guste, que se vaya a su casa a ver MTV. De aqui a la eternidad; sin la mas minima alusion a Unplugged ni "Tears In Heaven", Clapton con una doceava con capo, su fiel ritmista Andy Fairweather-Low siguiendolo como su sombra en otra acustica y el bajista Dave Bronze con un Adamas electroacustico ponen a vibrar el aire con la alegria agridulce de "Motherless Child", cancion que demasiado bien sabe interpretar Eric, criado por sus abuelos. "Mi vida me ha capacitado para tocar el blues", ha dicho con plena seguridad y razon; pero su mas debil eslabon ha sido siempre la vocalizacion, simplemente imposible de emular fielmente por ancestrales razones de raza, cultura y tragedia etnica. Pero el amor hace milagros, y como puede comprobar cualquiera que goce escuchando From the Cradle, primer album hecho enteramente a su gusto, concordara en que la vieja timidez que rompio por la fuerza Leon Russell al producir su primer album solista, ha quedado tan atras como los trajecitos oscuros de los Yardbirds. "Creo que nunca habia estado aqui antes", dice sonriente Clapton, y el rugido de aprobacion le da la razon y la luz verde para continuar por la via acustica, a solas con Andy y empunando sendas cuan venerables Martins para una lamentacion por todos compartida: "Monday Blues"; luego, ambos toman un bello par de Dobros y hacen surgir "How Long Blues" de sus resonadores metalicos mientras Jerry Portnoy se acredita como gran y pasional academico de la armonica y Chris Stainton los apoya desde un piano que pare ce tener la misma edad que el autor Leroy Carr, quien contempla con aprobacion desde las pantallas la accion que tanscurre al ritmo de un lavadero metalico que frota con cucharas el extraordinario baterista que puede o no ser el exLittle Feat Richie Hayward (lo conozco, y no lo reconozco), pero no es en definitiva el gran Jim Keltner que anima el album. Muestra bluesera de todas las epocas El concierto se encarrera y electrifica: Clapton toma una hermosa Gibson Super 400 con capo para acometer la poco conocida "Killerman blues" de Big Maceo y pulveriza las nociones mercachifles de que el blues no le va a gustar a su clientela reciente; Andy se le une con una L5 y ambos con slides de vidrio en los dedos evocan las miserias de los presos en la "County Jail". Evidentemente, el concierto va mucho mas alla que el album en su amplisima muestra bluesera de todas las epocas, y casi siento que se me r aja la quijada de la sonrisa que me aflora cuando escucho el viejo "44 Blues" de Howlin Wolf que conoci con la vieja banda de Richie, y donde el participa batiendo un bombo casi tan grande como el con comparable alegria a la de Clapton, entre cuyas manos ha salido a relucir la veterana Gibson Byrdland con que participo en Bangla Desh hace cuatro sexenios. Igual o mejor llora "Blues Leave Me Alone" la Stratocaster Clapton blanca, una de dos relativamente recientes que usa; la otra, negra y blanca como "Black ie", la de Layla que las inspiro y emulan, delata en su brazo las huellas del gran secreto de Eric: 10% inspiracion, 90% perspiracion. Aunque ninguna tiene mas de cuatro anos de uso (no existian antes), sus diapasones estan ya luidos y ennegrecidos por el uso constante de un admirable obseso por su arte y el de sus mayores. Hasta en el Olimpo cuenta la voluntad, no queda duda. A nuestro nivel simple y mortal, la cosa sigue de agasajo y va en crescendo. "Dos de Muddy Waters", anuncia Eric, y se entiende: tras tocar con slide en afinacion natural "Standing Around Crying" del gran McKinley Morganfiel (a) Muddy, su literal recreacion de "Hoochie Coochie Man" subraya hasta que punto la interpretacion de Waters se ha apropiado de la unica y mejor manera el gran clasico bluesero de Willie Dixon. Reducidos nuevamente a cuarteto, toca su turno a las dos de Elmore James incluidas en From the Cradle; la entranable "It Hurts Me Too", y "Blues Before Sunrise", como tantas otras una variacion liricamente enriquecida de su emblematico "Dust My Broom". (Parentesis antitecnocratico; las pantallas arriba y a los lados del escenario permiten corroborar que, asi como Jimmie Vaughan se pasa por el arco supraciliar las rigidas normas segovianas y para los dedos alejandolos del diapason despues de pulsar cada nota, tch tch, Eric ni se preocupa por enmudecer las cuerdas que no deben sonar al rozarlas con su vitreo slide; aparentemente, los dioses no tienen que preocuparse por cosas tan mundanas como la fisica y los efectos antimusicales de la vibracion simpatica. Nadie sabe como le hace, pero... que bien lo hace!) Continua Eric su desfile de rolas y de liras, y el pecho se le hincha a uno de gusto presenciando el blues vivito y coleando que parecianos ajeno a los que no fuimos a Chicago en los 50 y 60 a ver si nos dejaban entrar a los bares del East Side, ya no digamos a los antros de pueblitos texanos: a la torturada "Third Degreee" de Eddie Boyd surge la querida Gibson ES-335 roja que Clapton toco con Cream y Blind Faith; para "Five Long Years" aparecen el trio de metales de Roddy Lorimer, trompeta, Simon Clarke en sax baritono y Tim Sanders en tenor, que permaneceran enriqueciendo el sonido mientras Eric despacha la urbana "Reconsider Baby" de Lowell Fulsom y luego, sus dedos convulsionandose en angustiosos estertores mientras centra su atencion y fuerza en su vocalizacion, para el martirizado "Sinners Prayer" del mismo autor. El gordo de junto que me ha estado invadiendo el espacio vital todo el concierto de plano prorrumpe en carcajadas de jubilo, y hasta me parece menos estorboso; al parecer trae a un ser humano por ahi adentro. Un estilo flamigero y apasionado La magna catedra de blues del profesor Clapton nos introduce a nombres y piezas que no conociamos, pero disfrutamos como si fueran viejas favoritas; en "Cant Judge Nobody" de Smokey Smothers (?) reaparece el plectro entre sus dedos y nos damos cuenta de que tenia buen rato tocando a mano limpia, algo que nunca le habiamos visto hacer -a la Jeff Beck- con guitarra electrica. Luego, toca un par de Freddie King, el guitarrista que le borro todo interes por el rock blanco; con "Someday After a While" incendia p rogresivamente el diapason de la Gibson roja, igualita a la del difunto texano, y una sala mucho mayor que la que aquel jamas confronto. Para "Im Crawling", todos estamos humeantes y ufanos. "Have You Ever Loved a Woman", vieja favorita de su repertorio, estrena novedosa modulacion, pero la para nosotros inedita "Crosscut Saw" confirma con su filo que su autor Buddy Guy, como Hendrix, se cuece aparte. En "Five Long Years" se deja ir y supera el homenaje a Eddie Boyd del album con un requinto apoteosico, apoplectico, celestial que insinua el por que un viejo y calloso productor de blues como Ike Turner afirma que el ingles Clapton es su guitarrista predilecto de todos los tiempos.Pero aqui si que aun hay mas; de entre nebulosos balbuceos guitarristicos al etilico estilo del Delta mississipiano surge de pronto un solitario ritmo de clave con el que Eric parece a punto de sacarse de la magna "Willie and the Hand Jive" de Johnny Otis, pero ... sorpresa! Es la legendaria "Crossroads" de Robert Johnson, la misma cuya version suprema parecia presa para siempre en el disco en vivo del creamoso doble Wheels of Fire, la plana que es enmendada frente a nuestro mudo y abandonadamente bailarin de asombro. Seria un fin de fiesta asombroso, a no ser porque Eric no nos escatima la candente recreacion del "Groaning the Blues" que cierra Cradle con el que podria debatirse si es el solo mas flamigero y apasionado de su carre ra entera; y aun, como para enfatizar que no se trata de un torneo de acrobacia y pirotecnia como los que ocupan a los tecnocratas de la lira, se despide afectuosamente ofreciendonos una de las canciones que mas le han gustado en la vida quedandose a solas con Stainton para cantar -sin tocar- el inmortal "Aint Nobodys Business" de Bessie Smith. Nadie sale vivo de aqui La ovacion es imperiosa, nadie sale vivo de aqui hasta que no nos de el pilon, y lo muy poco que faltaba para completar el concierto de los suenos de todo fan de Clapton (i.e. de todo rockero discerniente) sucede en seguida; Eric regresa, abrazado con Jimie, y sus bandas completas se amontonan con gusto orgiastico para palomear ferozmente nada menos que "Sweet Home Chicago". Van soleando uno a uno el sabio zorro plateado Stainton, el fino trompetista Lorimer, Fairweather-Low con mana ritmica, Bronze con mes ura y el incognito baterista con tal abandonada destreza e imaginacion que por un momento mis humedos ojos creen ver a traves de los binoculares -y apenas desde la fila 17- al mismisimo Buddy Rich. Pero cuando Vaughan y Clapton se ponen a charlar, a dialogar, a picarse, a alburearse, seducirse y entrerroscar las lenguas de plata de sus guitaras, todas las analogias con divinidades quedan atras. Las arpitas de conservatorio de los angeles no californianos jamas sonaron como estos dos terrenales pecadores, y eso de alguna manera lo sabemos todos los felices mortales que tuvimos el hondo placer de ver a un gran artista darse un gran gusto. Cuando se encienden las luces y el vaquero cantor Roy Rogers nos despacha a casa deseandonos "Happy Trails", se cumple el principio hermetico. Como adentro, asi es afuera; y en la calle, llueve sobre mojado... pero a nadie nos molesta, magicamente empermeabilizadas nuestras almas por el blues. .