SECCION CULTURA PAGINA 36 CABEZA: OSIRIS Y EL OJO DEL GAVILAN CREDITO: Desde aquel entonces ese ojo, absorto y palpitante, ha ido ilustrando durante el correr de los siglos la iconografia magica de todos los pueblos de la vertiente mediterranea, dilatada ribera maritima se saberes y vehiculo de civilizaciones, mitos, historias y mercaderias, y en la cual, segun reza el dicho, siguen croando y dale que te pego las ranas de la cultura, aunque para un futuro proximo y mirando como estan las cosas... pues quien sabe. Pero volviendo al mentado ojo, que por cierto tambien figura en el medio del triangulo equilatero y catequista del cristianismo romano, del mismo nos asegura el maestro Ortega y Gasset Y eso que -nos aclara- la vida consciente del hombre es conocerse, en saberse y verse a si mismo. Y desde ahi, desde ese conocer, un quehacer vital; un ser y estar en lo que hacemos y en la ocupacion de nuestro universo, nuestro mundo, en tanto que lo afectamos y por el somos afectados. Este ser significa, en definitiva, vivir. Un vivir que aglutina un concepto disimil del ser como cosedad o subjetividad segun lo consideramos en un plano objetivo o intimo. Lo primero es superado por la doctrina idealista en tanto en cuanto las cosas no existen independientemente de mi, de un lado; de otro, en tanto estas, segun afirma la escolastica, reciben a modo del sujeto recipiente. En definitiva, para Ortega el vivir consiste en conjuntar la intimidad consigo mismo y con las cosas. Con esto el filosofo no acepta la inveterada posicion idealista en el extremo que considera a las cosas con absoluta independencia del yo. Contrariamente, considera que las cosas en cuanto son reales pueden existir en mi pensamiento. Por consiguiente hay en ellas una potencial subjetividad, ya que depende de mi el pensarlas y esto es lo que las hace reales para mi. Esta es para Ortega En definitiva, un sufrir conmigo de una herida tan metafisica como real; una herida antigua y varia, de la cual no soy su dueno sino su paciente en la procura de curarla. Y esto en un tiempo de presente agustiniano en el cual tornamos al hallazgo de vivir y ver con la misma clarividencia con la que buscaba Isis el mito de la resurreccion haciendola tragar a su moribundo amante Osiris el ojo descuajado y palpitante, pero aun certero, de Horus, el gavilan. Ese ojo perspicaz y de agudisima cetreria nos ha de validar para distinguir y penetrar este mundo; en las criaturas y las cosas de este universo en las que nos hemos de ocupar y en las cosas que debemos convivir habitando en su circunstancia. Un mundo en el cual hemos de coexistir persona y mundo a semejanza de los Dioscuros de la antigedad; dioses pares que fueron llamados por los grecolatinos dii consentes, es decir, dioses unanimes cuya mision era la de nacer y vivr juntos paralelamente. Inexor ablemente tambien. Nuestra vida, nos dice el maestro Ortega, puede representarse graficamente como un arco que une a cada persona con el mundo. Un mundo vario, el cual siguiendo con el simil orteguiano, es como un gigantesco escenario en donde hemos sido lanzados imprevistamente desde un profundo sueno. Expuestos inclementemente a los reflectores, las candilejas y las expectativas del publico, inmersos en esta escenario yante unos espectadores que no hemos previsto ni deseado. No es facil, y siempre el heroe acaba entre tiestos rotos. Bien cerca tenemos el retablo de maese Perez y la batalla con los cueros de vino tinto de nuestro senor Don Quijote *ESCRITOR .