SECCION ESPECTACULOS PAG. 41 BALAZO: LAS MUSAS DE TESPIS CABEZA: Mariana o el escandalo CREDITO: H. PASCAL Una de las costumbres del teatro espanol que perduro durante mucho tiempo fue la de la cazuela, nombre dado a un lugar especial para las mujeres espectadoras y que se ubicaba frente al escenario. Se trataba, en cierta forma, de un sitio con algun privilegio, si pasamos por alto el hecho de que su encargado era un hombre, cuyas funciones no se reducian a las de portero o acomodador, sino que se extendian al poco galante oficio de hacer que la cazuela rindiera, espacialmente hablando, lo maximo posible. Este hombre era llamado apretador, puesto que, para cumplir con dicha funcion debia apretar y hasta apretujar a las mujeres en la cazuela, a fin de que cupieran muchas de ellas. Las "buenas costumbres" de los siglos XVII al XIX no hubieran permitido un apretujamiento tal de ambos sexos, por eso quizas lo que comenzo siendo un privilegio para las mujeres termino convirtiendose en un gran negocio para el empresario teatral y un revoltijo de cuerpos para las espectadoras, en el que se incluian las pasiones teatrales mas basicas. Ello gustaba en especial a la reina dona Mariana de Austria, segun la malicia popular espanola, que la recuerda sobre todo por sus particulares preferencias dramaturgicas, pues si bien se le consideraba una asistente regular al teatro, su aficion principal consistia en observar, desde un lugar especialmente reservado a la soberana, los escandalos que otras mujeres producian en la cazuela. Se dice incluso que, bien fuera mala o buena la comedia en el escenario, las rechiflas femeninas encantaban a la reina; y aun mas: los escandalos entre mujeres que, apretujadas, pugnaban por que sus duros rindieran al maximo, le causaban verdaderos arrebatos de deleite. No se sabe si por propia iniciativa o con el concurso de algun pago adicional, pero siempre para beneficio de la reina, el apretador se atrevia a echar lagartijas y enormes cucarachas a las espectadoras, que en su total aglutinamiento gemian de histeria y pugnaban en mayusculo escandalo por escapar del sitio cerrado en que se hallaban. Los cortesanos y lacayos madrilenos, dispuestos a hacerlo todo, o casi, por su soberana, llegaron a contratar mujeres dispuestas a su vez a propiciar tales escandalos, e incluso a representar en la cazuela comedias y farsas paralelas a las que se exponian sobre el escenario. Mujeres que peleaban, arrancandose, aparentemente, grandes mechones de cabello, o sacandose sangre, hacian el deleite de dona Mariana. Pero las mujeres contratadas por unos cuantos duros, no por ser pobres carecian de talento teatral y dignidad, y puestas a la farsa la hacian bien: la sangre era tintura y los cabellos no otra cosa que paja tenida y previamente colocada con broches y monos sobre el pelo natural de las improvisadas actrices. Asi, la reina Mariana fue quizas la persona que, con sus muy extranos gustos, propicio involuntariamente la creacion de aquellos trucos que despues se harian practica comun en las comedietas del siglo XIX y posteriormente en las peliculas de accion y aventura de Hollywood. .