PAG. 38 SECCION: ESPECTACULOS CINTILLO: SIOUXSIE AND THE BANSHEES CABEZA: La noche en que nos hizo suyos CREDITO: DAVID CORTES 21:45 horas. En un Auditorio a tres cuartas partes de su capacidad, las luces finalmente se apagan y la oscuridad conjura a la dama de la noche y a sus cuatro acompanantes. Siouxsie and the Bashees, el quinteto que alguna vez fuera punk y ahora se dedica exclusivamente a hacer buena, muy buena musica, azota las entranas del lugar. En algun momento de su vida Siouxsie Sioux realizo un pacto con divinidades ocultas, solamente asi puede entenderse la enorme atraccion que su presencia destila. Viendola moverse en el escenario, voluptuosa, sensual, simplemente hermosa, basta para entregarsele. Su voz, ya gastada e incluso con decaimiento, es excelentemente soportada por Severin (bajo) y Klein (guitarra) en los flancos; McCarrick (cello y teclados) y Budgie (bateria) estan en el fondo y el ultimo sencillamente es una maquina de un atronado r percutir. No puede ser de otra forma, los cuatro saben que para convivir con esta vestal que en el transcurso de la noche habra de elevarse al rango de diosa, es menester prodigarse mas alla de lo necesario. La musica podra ser alegre, ritmica, extremadamente energetica, pero en sus cimientos esta la oscuridad, ese aire tenebroso en donde la voz de Siouxsie se refocila con soltura. Si el comienzo del concierto posee cierta mesura es porque la banda conoce las formulas de como hacer suyo al publico. Y asi, la noche va de Dust to Dust, Tearing Apart, Falling Down y Forever, temas pertenecientes a su mas reciente disco, hasta clasicas como Dear Prudence, Citios in Dust y < PB>Kiss Me. Pasan de las once de la noche. Siouxsie monta en las espaldas de su guitarrista y ambos van a dar al piso; Severin, al acercarse al borde del escenario, es sujetado por un pie, succionado momentaneamente por la masa y es rescatado con dificultad; Budgie baja de su bateria y recorre con mirada de triunfador el escenario; por ultimo, McCarrick solo eleva las manos en un gesto a mitad de camino entre la satisfaccion y el cansancio. El concierto ha concluido, pero el sueno no se desvanece: Siouxsie, ¨podrias so stenerme en tu regazo y susurrarme al oido, nuevamente, esas canciones de tonos tenebrosos? Juraria serte fiel. Siouxsie, con movimientos felinos, provoca a los espectadores y de pronto uno consigue burlar el cerco de seguridad para trepar al escenario. A este se suma uno mas y cuando la seguridad intenta separarlo de la cantante, esta propina un empujon a quien busca alejar al fanatico. Para una reina de la noche fogueada en antros al calor de tipos realmente duros, estas demostraciones de afecto son casi infantiles; sin embargo, el numero de los espontaneos crece y llevan a la cantante a pedir calma. "Tran-quilos, tran-quilos" exclama y su voz, como un ronronco, se esparce por el aire tibio para producir el efecto de un balsamo. Pero la noche prosigue y el quinteto empuja por momentos con una fuerza demoledora. Cuando llega el turno del tema Rapture, el cello de McCarrick hipnotiza y Siouxsie, sin alardes, despliega su gelida voz, tiende capas, refuerza las inflexiones de su garganta con esos movimientos de bailarina oriental, con miradas que bastarian para doblegar a cualquiera, pero que en vez de ser amenazadoras, invitan al extasis, al gozo. Imposible negarle un favor a doncella tal que en realidad no nos ha pedido nada y si ha venido a entregarse, junto con sus acompanantes, en un concierto en donde la emotividad ha sido determinante, pero en el cual lo verdaderamente trascendente ha sido el desglose de canciones, sin pausas, sin verbos excesivos, sin escatimar absolutamente nada. Porque cuando la noche llega a su tentativo final, hay el clamor del amante insatisfecho y ante este regresa la banda para su primer encore, un encore que habra de extenderse por mas de media hora con O Baby, Spellbound, Peek-a-Boo y oh gracia divina para quien esto escribe!, Israel. .