SECCION CULTURA PAG. 34 BALAZO: DELITO POR BAILAR EL CHACHACHA CABEZA: Cabrera Infante canta al bolero CREDITO: ROSA PEREDA "Bolero, siempre bolero, que es el amor por persona interpuesta", dice Guillermo Cabrera Infante hablando de Delito por bailar el chachacha, el libro que publica ahora Alfaguara. "El bolero no es delito, sino deleite". Siempre, casi siempre, el escritor escribe el mismo libro, canta la misma cancion. Es la manera en que lo hace, en que vuelve literatura la vida, la que diferencia un libro de otro, porque en los libros que nos gustan esta eso que llamamos la voz del escritor, y que esta hecha de el en tero, de sus obsesiones y recuerdos. Y del lenguaje que, casi obligatorio, se le pone en el teclado y avanza, y por fin, esta el libro. Todos, absolutamente todos los libros de Cabrera Infante son una alegria: porque son el mismo. Y Delito por bailar el chachacha, que son tres cuentos y un prologo y un epilogo, y que son tres cuentos recurrentes en los que se cuenta la misma historia, que no es la misma, pero que no deja de estar en el mismo sitio, y esos dos textos teoricos en que se explica todo, y en los que Cabrera Infante habla de minimalismo y de musica, y de literatura, son un libro completo, porque son la historia de una hist oria contada de tres maneras. Y en tres momentos distintos. "No soy un lector de la Biblia", explica Cabrera, "pero si del Nuevo Testamento. Siempre me ha fascinado que la misma historia se cuente cuatro veces solo con ligeras variantes. Oscar Wilde, traduciendo la Pasion del griego en Oxford, al decirle el profesor que ya habia traducido bastante y conminarlo a que concluyera, explico: Pero profesor, yo quiero saber como acaba. Yo queria saber como empezaba. El genius loci, esa atmosfera especial de un lugar, que es donde ocurre todo". El lugar es, dice, "el restaurante El Carmelo, que era un microcosmos habanero, una especie de aleph social en que conncurrian al mismo tiempo todas las clases (con sus cuentos) de o La Habana, es decir, de Cuba. Alli era posible encontrar a pasados y futuros primeros ministros, ministros, millonarios, hijos de millonarios, gente del pueblo (sobre todo los domingos, en los entreactos del concierto de la Filarmonica), heroes del beisbol y presentes y pasadas glorias (como el negro mitico Sungo Carreras, pr otagonista de partidas extranas), varios Oscares (Ganz, politico; Hurtado, escritor; pero ninguno Wilde), servidos todos por camareros insolentes, indolentes. Era, no hay que decirlo, una bodega bar, y el templo de un tiempo: una mala metafora". No tan mala. Es La Habana de los cincuenta, la de los ultimos cuarenta, la de los primeros sesenta. Para entendernnos: es La Habana de los Tres tristes tigres, y la del inencontrable Asi en la paz como en la guerra, y tambien el recuerdo actual de aquella Habana. Dice Cabrera hablando del recuerdo del lugar: "La primera vez que intente reproducirlo fue en un cuento titulado Ostras interrogadas. Luego, cambiando su nombre para proteger a los culpables, en En el gran eco, donde el catalizador es, no los protagonistas que intercambian insultos, sino el bembe, ajeno y extrano. Luego escribi Delito por bailar el chachacha, donde todas las relaciones eran politicas, es decir, perecederas, con el teatro como una religion ajena. Cuando concebi el libro como un todo, trenze el tejido connivente de Una mujer que se ahoga. Las fechas respectivas son 1958, 1962, y 1992. El libro que los une es, por supuesto, actual". .