SECCION ESPECTACULOS PAG. 39 BALAZO: SONIDOS CABEZA: Las furiosas musas de P.J. Harvey CREDITO: OSCAR SARQUIZ F. Los jipis tienen hijos lamentables, diran quienes piensen en la ora si que triste figura del cuasihuerfano, mitificado e inutilmente descargado Sex Pistol Sid Vicious; pero hay de jipis a hippies, por mas que la vision de tunel de las opticas cuadradas tilde de tales a todos los que en su momento tuvieron conviccion y arrestos para buscarse una existencia fuera de la institucionalidad. Los padres de Polly Jean Harvey picapedrero el, escultora ella, y promotora ademas de los conciertos de blues que moldearon la sensibilidad filial son bohemios y artistas, productivos y lo suficientemente bien ajustados y avenidos para proveer a su hija de un ambiente nutriente y estimulante que le permitiese desarrollar heredadas aptitudes creativas que justamente la convierten en comidilla y neo "consen" rockera en menos del escaso lapso que lleva transcurrida la decada. Mas significativamente aun, tras plantarse firmemente como la soberana reinante del cada vez menos exclusivamente macho ambito del noise rock empunando su guitarra con envidiable aplomo al frente del hoy extinto trio al que presto su nombre hasta que no hubo cupo en el para otras creatividades, P. J. Harvey esta hoy de vuelta par dar un salto cuantico por encima de sus criticamente aclamadas grabaciones previas con un album destinado a catapultarla a la atencion de las mayorias si es que el postnirvanismo las ha preparado para ella. To Bring You My Love es un album tan intenso y obsesivo como su inicial pieza titular, en la que la protagonista literalmente amenaza con hacer al escucha forzado receptor y acaso victima de un amor que rebasa la cordura y probablemente la tolerancia misma. Asi como su debut "Dry" la lanzo como la hembra infernal que les cantaria a los machines sus verdades ("Me dejas seca...") golpeando sus egos con cada feroz rasgueo de su lira, y su estrujante sucesor "Rid Of Me" gloso el lacerante choque frontal de esta chica provinciana con vanidad y relumbron del Londres cosmopolita cuyo estrellato la envio sucesivamente a la depresion clinica, el divan terapeutico y el familiar abrigo espiritual de los 600 habitantes de su natal Dorset, desde donde apenas mantuvo su presencia bajo presion sacando a la luz publica sus propias grabaciones caseras, 4-track demos, el torturante parto de su cuarto album, empatica y diestramente asistido por el experimentado y vanguardista productor Flood, proyecta a la aun pequena 25 anos Polly hacia las alturas artisticas que sin duda ni tropiezo ha perseguido desde que eligio su voz y su guitarra por sobre los martillos y cinceles que han ocupado las vidas de sus progenitores. No son menos solidas ni monumentales sus creaciones, sin embargo; y aunque una audicion superficial puede equiparar la tensa sensualidad de la mal llamada Madonna alternativa con la explicita amenaza que ha sido hasta ahora su sello de distincion, hay bajo la superficie suficientes emociones complejas incluida la siempre ubicua sed mistica, como no para hacer de este un album importante, acaso uno de los muy pocos de cepa noventera a los que seguramente podra volverse una y otra vez cuando el actual siglo sea ya historia. La escasa instrumentacion con que su viejo camarada y multiinstrumentista John Parish (quien data desde el primer grupo de ambos, Automatic Dlamini), el puntilloso guitarrista Joe Gore (actual editor nada menos que de la prestigiosa revista especializada Guitar Player), el bajista/organista Mick Harvey y un par de bateristas de alquiler han vestido las grabaciones que nuevamente realizo por si sola P. J. a la reconfortante vera de Flood es adecuada, pero solo un medio para el fin es encial de subrayar las viscerales explosiones de emocion de esta nueva poeta rockera en cuyos obsesivos canticos se trasluce una mutada oficiante de los mismos ricos con que Patti Smith impartio su absolutoria bendicion a los inminentes excesos del punk a partir de su Horses de 1975. Desde la adusta opacidad de "I Think Im A Mother" hasta la colindante brillantez cuasilatinoamericana de "Send His Love To Me", la Harvey hace buena y supera deslumbrantemente la promesa implicita en la sombria "Down By The Water", una de las muy pocas melodias que me han hecho pararme en un telefono publico a tratar de comunicarme a la radiodifusora para preguntar de quien era la maravilla que estaban anonimamente difundiendo. En "Meet Ze Monsta" y "Long Snake Moan" se evocan las cataratas sonicas que hic ieron de los escasos recitales norteamericanos de P.J. expectantes reuniones de lo mejor de la evanescente inteligencia rockera de aqui al norte; pero lo que hace de este album provinciano mucho menos agresivo que su brillante aunque desgarrador predecersor capitalino la mejor oferta de su autora hasta la fecha, es una ampliada paleta emotiva que la lleva a hollar los abandonados terrenos de Sinead OConnor sin quedar como la comparativamente diminuta e insufriblemente dulzona Cranberry ORiordan en sim ple copia oportunista. A cambio, pasion orgasmica ("The Dancer"), oscura y literalmente grave desorientacion (telurico, "Working For The Man"), franca y acustica revancha contra el simbolicamente ayuno de los atributos que lo hicieron padre ausente (Cmon Billy) y su ominoso luto clamando sexual venganza por la amiga muerta ("Teclo") son clamores de pasion como no oian mis bocinas desde que Kurt Cobain opto por cobrar en plomo su seguro de retiro. Es mucho, demasiado voltaje para almas cul... eh, debilonas. Tengan miedo, mucho miedo, machorros; esta intensa flaquita tiene con que ponerlos a temblar y llorar. .