PAG. 33 SECCION: CULTURA CABEZA: Un tiempo de gracia CREDITO: Alfonso Simon Pelegri Y Dios lo hizo morir durante cien anos y luego lo animo y le dijo: ¨Cuanto tiempo has estado aqui? -Un dia o parte de un dia, respondio. Alcoran, II, 261. Su ansiedad, o su impotencia, lo desvelaron de su sueno. Pero no fue sino hasta un largo rato despues cuando, sobresaltado, se incorporo bruscamente del lecho al escuchar un insolito estrepito de rodar de tanques, mezclado con voces de mando, que subia a su recamara desde la Zeltnergasse, era la madrugada del dia catorce, y los carros blindados del ejercito del III Reich invadian Praga. Dias despues, el diecinueve, seria detenido Jaromir por las autoridades alemanas y condenado a muerte acusado de haber traducido un libro antinazi. La sentencia tendria cumplimiento el dia 29 de marzo a las nueve de la manana; Jaromir Hladik la oyo con aterrado estupor ajeno. De vuelta a su celda, ocupo los irreales dias que habrian de preceder al de su fusilamiento en imaginarse todas las circunstancias posibles de su muerte. Finalmente, conjeturo que la realidad no suele coincidir con lo esperado, y que prever como cierta una posibilidad es, en cierta forma, impedir que esta pueda realizarse: "Fiel a esa debil imagen inventaba, para que no sucedieran, rasgos atroces; naturalmente, acabo por admitir que fueran profeticos". Cambio de tactica, y se afianzo a cada una de las noches que faltaban para la manana de su ejecucion en la creencia de que en cada noche detenida era inmortal. Y asi fueron transcurriendo las mismas, una sola, hasta llegar a la del dia 28. En el alba de esta ultima, Jaromir sono que se refugiaba en una nave de la biblioteca del Clementinum buscando a Dios entre los innumerables estantes atiborrados de libros; alli le salio al paso un bibliotecario ciego, el cual le dijo que Dios estaba en alguna de las letras de los 400 mil volumenes que abarrotaban los recargados anaqueles... pero no fue sino hasta despues de borrarse esta vision cuando Jaromir Hladik recordo el testimonio de Maimonides, segun el cual son divinas las palabras de un sueno cua ndo se perciben distintas y anonimas. Al llegar a este punto un tanto absurdamente pero se trataba de un relato dentro de un sueno Jaromir, con inutil contriccion tardia, sintio la futilidad de su obra como escritor. Y justamente, el deseo de poder terminar antes de morir la escritura de un drama inacabado, Los enemigos. En esta obra, escrita en verso y respetuosa de las unidades clasicas de tiempo, lugar y accion, se cometian, empero, toda clase de incoherencias: su heroe, Roemerstadt, recibia la visita de secretos enemigos, y era, al propio t iempo, el villano Jaroslav Kubin tan increible como inapelablemente. Tragicomedia que no transcurria. Inconclusa, hecha de circulo y delirio, en ella se perpetuaria efimeramente Kublin, el cual era, al mismo tiempo, el propio Jaromir Hladik. Consciente de la imposibilidad de terminar su drama ante la inminencia de su fusilamiento, este pidio a Dios le concediera un ano mas de vida para poder justificar su existencia llevando a termino su obra. Al romper el alba, dos soldados sacaron de su celda a Jaromir. Lo escoltaron hasta un patio, junto a la pared. Sentado sobre un monton de lena, espero que llegase la hora de su ejecucion. Minutos antes de esta aparecio el peloton que a una orden del sargento le apunto con sus fusiles; eran exactamente las nueve de la manana segun estaba dispuesto en la sentencia: Jaromir Hladik sintio una gota de lluvia golpearle la sien y rodar hasta detenerse en su mejilla. Oyo la orden de fuego del suboficial; en ese momento supo que el tiempo se habia detenido y su peticion habia sido atendida. Se le acababa de conceder un ano de gracia para concluir su drama, y con esta prorroga pudo elaborar y poner punto final en el mismo cuando encontro un epiteto que le faltaba; solo entonces sintio que la gota de agua que se habia detenido en su rostro resbalaba por su mejilla al tiempo de oir, inedita, una terrible voz de fuego que habia sido pronuncida un ano atras. Sintio que caia al suelo, y sono en sus oidos su propio grito extrano y enloquecido. "Jaromir Hladik finaliza Jorge L. Borges murio el 29 de marzo, a las nueve y dos minutos de la manana". Dios sabe si a peticion de aquel, o del propio Jaromir, el milagro pregonado en el capitulo II de El Coran volvio a tener cumplimiento en el relato de Jorge L. Borges. Cosas como esta suelen ocurrir hasta en la literatura, si bien no muy a menudo. .