SECCION CULTURA PAG. 33 CREDITO: CABEZA: Como Borges hace 20 anos, Carlos Fuentes ha terminado contaminando al lenguaje mismo: casi todo lo que leemos parece relativizado por el humor creativo, por la parodia critica, por la ironia poetica de la novelizacion irrestricta de este mundo que se ha propuesto. Tanto que las cartas del subcomandante Marcos podrian estar en el relato de Agua quemada y el debate de los candidatos en una toma de Televisa contada por Cristobal Nonato. Y no porque la realidad imite al arte sino porque estas novelas actualizan la historia y fabulan el porvenir, desatan la memoria y trazan la zozobra y el poder del presente en el acto de decirnos y leernos, de nombrar y reconocer. Nuestro encuentro de lectores con la obra de un gran narrador es una parte distintiva de nuestra biografia imaginaria. No es casual que quienes empezaramos a leer en los anos sesenta, hayamos sido formados por el lenguaje fundador de Borges, a tal punto que nuestra memoria literaria se confunde con su obra. En la narrativa de Julio Cortazar, en cambio, descubrimos que el coloquio podia fundir lo cotidiano y lo asombroso, porque el lenguaje era capaz de decir mas de lo que nombra. Con Garcia Marquez nos dimo s a ensayar versiones alternas de la historia latinoamericana que, al pasar por la cultura popular de la plaza publica, perdian el trauma de las carencias y ganaban el humor vital de las reparaciones colectivas. Con la obra de Fuentes las interacciones incluyen esos tres movimientos (nos situa en el horizonte literario, nos comunica con las otras orillas de la cotidianidad, nos hace reescribir la historia) pero, sobre todo, se desarrollan en la direccion central de su escritura: nos contagian de la energia creativa desplegada, contaminando de paso nuestras propias nociones y versiones con la puesta en crisis de los ordenes, el desequilibrio de los sistemas, y la fresca, insumisa formulacion de un relato que es una fuerza compleja pero empatica y de energia desencadenante. La lectura de la prosa de Fuentes es distinguible de inmediato: su trazo es nervioso y a la vez sensible, preciso y a la vez leve, y va de lo empirico a lo sumario con dinamismo y plasticidad. Si otros narradores nos sumen en su ficcionalizacion inclusiva (Borges), en su soliloquio aleatorio (Cortazar), en su fabulacion hiperbolica y tribal (Garcia Marquez), Fuentes nos sume en el acto mismo de la novelizacion, en las transformaciones del genero, en el encuentro de la escritura y la lectura rehaciendo, gracias a los poderes del lenguaje, una realidad que siempre es procesal, que nunca esta acabada de hacer. Fuentes nos comunica esa fuerza irrestricta de la creatividad verbal, y despierta en nosotros la fabula mayor de la palabra que decimos a nombre de lo especifico y que nos dice que en el subito espacio imaginario. Por ello, su trabajo es "performativo", un acto de habla multiple, un decir que es transformar. Pocos escritores nos han puesto en relacion mas intensa con la naturaleza misma de la novela. No en vano sus opciones se han declarado abiertamente del linaje de La Mancha, de la estirpe cervantina, por deslinde de la novela de Waterloo, de estirpe historico realista. Aunque de inmediato conviene precisar que este rasgo dominante de la lectura de Fuentes no se disuelve en la pura experimentacion, ni en la sola independencia del aparato significante frente a la trama problematica representada. Esto es, su na rrativa se parece muy poco a la estilizacion minuciosa de Perec, al juego laberintico de John Barth, a los entramados prolijos de Robbe-Grillet, por mas que tenga otros contactos con estos narradores debido a su comun operativo verbal barroquizante o antinaturalista. Esta mas proximo a los espejismos reflexivos de Calvino, las paradojas pasionales de Kundera, el valor subvertor de las fabulas de Juan Goytisolo. Y trae de la tradicion el gusto por las elaboraciones goticas, por el simulacro que funde natural eza y cultura, por la poesia del conocer supraracional y de la entrevision de lo simultaneo. Muchas veces, contando estas historias de la cotidianidad puesta en el abismo de su mortalidad, Fuentes toca el fondo indeterminado de un relato de la incertidumbre. Al final, su imaginacion redicaliza todas las rutas y nos comunica ciertos limites del querer humano: limites del amor en la muerte, del cuerpo en el deseo, de la edad humana en el tiempo mitico, cercos, circulos, por donde el conocer es un desasimiento , una apuesta sin respuesta. Y, por eso mismo, estas novelas no se complacen en su registro, movidas por una nostalgia del saber transgresor, y se entregan a un exceso de deseo, a la demanda por poseer las fuerzas de contradiccion y fundirse en ellas; pero el rigor del relato prevalece no como mera capacidad de control sino como refiguracion del proceso, que se desdobla en nuevos accesos. Impregnada de muchos estimulos, discursos, actualidades y hasta anticipaciones, reapropiando los discursos del cine, el periodismo, y, sobre todo, la poesia, estas novelas mantienen un dialogo interno permanente con el gran proceso de la narracion (y Borges seria, en esta perspectiva, el modelo de las reapropiaciones felices); pero mas que novelas especificas, dialogan con la tradicion misma de la novela como acto, como genero, como discurso donde la literatura vuelve a emprender su aventura de decirlo todo de nuevo con alegria creadora y conviccion transformadora. No en vano, Fuentes es nuestro gran escritor antitraumatico, critico pero celebratorio, abundante y afirmativo. De manera que esta actividad narrativa forma parte de nuestra concepcion del genero, al punto que les exigimos a los nuevos narradores las pruebas de su talento no solo en la autoridad de sus testimonios sino en la flexibilidad de sus formas. Y estas exigencias forman parte tambien de nuestra propia biografia literaria, de lectores casuales y gozosos, ya que en los cuarenta anos que Fuentes viene explorando el genero, no ha dejado de sobresaltar nuestra lectura con novedades permanentes, que son saltos de audacia, pericias y peripecias de un genero que se cumple en una novela que acontece como si fuera, cada vez, la primera novela. .