SECCION ESPECTACULOS PAG. 43 BALAZO: FESTIVAL DE PRIMAVERA CABEZA: CREDITO: Dando las nueve de la noche, el lienzo charro La Tapatia es una breve mancha de ruido entre el largo silencio de Lomas de Tarango, Colina del Sur, Villa Verdun y todas esas extensiones urbanas cuyos pobladores se han encerrado a seguir el partido entre Santos y Tecos. Luego de cuatro horas de ver llegar a una banda tras otra, todas englobadas bajo la ambigua, ignorante, torpe y mentirosa etiqueta de "alternativas", el publico entre preparatoriano y universitario recibe a Fobia: grupo ancla, cuyo solo nombre ha servido para que los asistentes pasen del millar. El escenario es pequeno, pero las luces son prodigas y la instalacion sonora permite, cosa rara, comprender las palabras que llegan desde los microfonos. Luego de ver desfilar las buenas intenciones de bandas como Temporada de Patos y La Candelaria, el personal aqui reunido sabe que solo Fobia llegara con mas musica solida que rituales iniciaticos. Aun si esta noche, con su lienzo a medio llenar y su publico paciente pero agotado, no permite ver en esta clase de conciertos otros indicios que los del subdesa rrollo. Efectivamente: en cuestiones de rock los musicos mexicanos, tan mal escuchados por los criticos, son los unicos que han crecido. Empresarios, companias disqueras, ingenieros y demas colaboradores afines siguen sumidos en la postracion de sus mismos complejos. En tales circunstancias, es preciso decir, ademas, que este es uno de los "festivales" mas pulcros y ordenados. La banda -lo que se dice la banda, esa turba de siouxes embrutecida por el resistol, vejada por la autorida y espoloneada por el culto a la violencia- no esta presente. Una de las mas serias aversiones de los criticos hacia Fobia no tiene que ver con su musica, sino con sus seguidores: en su mayoria, estudiantes demasiado limpios para que el critico -que de dientes para afuera es aliado de la banda- cometa la sabrosa ligereza de clavarse a escuchar en serio discos tan inteligentes como Leche. Por gradas y r uedo deambulan, mezclados pero contentos, representantes de los mas diversos sectores de las clases media y alta del sur, mientras un punado de fieles que tal vez pasen de 400 se agolpa frente al escenario, un poquito bailoteando y otro tanto haciendo coro de algunas de las mejores canciones del rock en Mexico: las escritas por Paco Huidobro. Furiosamente antisolemne, Huidobro tendra que esperar unos anos mas para que los solemnes, que son muy necios y son legion, comprendan y acrediten la calidad de su tra bajo. A la entrada, los encargados de seguridad y organizaciones muestran caras largas y bostezos sinceros: casi todos quisieran estar frente a una television y no aqui, perdiendo su tiempo con un publico de costumbres lo suficientemente delicadas para no necesitar de guardianes. De un radio lejano, sometido por la contundencia de una bateria caliente y puntual, emerge una noticia: autogol del Torreon. Ciertamente, falta en este lienzo el espiritu futbolero de los publicos rockeros locales, por esta noche ausente s del resto del mundo. Los sonidos que salen del ruedo y se arrastran hasta la breve carretera que sube camino del bosque merecerian mas entusiasmo, mas orejas, mas gargantas. Pero hasta hoy, el rock hecho en Mexico no cuenta con la centesima parte de la estructura operativa del futbol. Aun si por el momento los rockeros esten haciendo mejores cosas que los futbolistas. Escribo estas lineas asediado por las imagenes de un Williams-Renault destrozado junto a la pista. Pienso en Ayrton Senna, y en Roland Ratzenberger, y en Kurt Cobain. Me pregunto entonces si el rock hecho en Mexico tendra que morir para que los necios adviertan sus virtudes y, sobre todo, comprendan su prisa. .