SECCION: CIUDAD PAGINA: 15 BALAZO: EDITORIAL CABEZA: Actitudes, no diagnosticos Pudo ser un matiz, pero la insistencia en senalar que la seguridad publica en la capital del pais es producto de las condiciones de vida de la poblacion termino por volverse en el mensaje sustantivo de la comparecencia del secretario de seguridad publica del D.F., David Garay Maldonado. De ahi a la dilucion diaria de eficacias y responsabilidades en el cumplimiento de funciones que se reconocen dificiles, pero que se saben y exigen urgentes e imprescindibles, hay un paso que puede ser demasiado pequeno. Tanto, que este se dio ayer mismo. Decirle a una ciudad agobiada por la inseguridad que poco puede hacerse por ella, si no mejoran las condiciones de vida de la poblacion, es caer en la sociologia de lo obvio. Y equivale tambien a trasladar a otras esferas de la administracion la carga natural que conllevan las funciones de un organo que se supone adecuado para atenderlas. Los problemas economicos y otros de orden estructural son, cierto, un factor criminogeno, pero no la condicion que desencadena las peores formas de antisocialidad y delito, cuyo alcance y desbordamiento vive la ciudad desde hace buen tiempo, antes incluso de que la crisis lograra nueva carta temporal de naturalidad entre nosotros. No es igual el llamado "robo-social" que define conductas ocasionales en que generalmente incurren delincuentes primerizos y no "profesionales", que el crimen patrimonial que se planea, organiza y ejecuta sistematica y hasta violentamente por criminales tan perfectamente organizados como impunes. Distinguirles no corresponde a la Secretaria del Trabajo, Sedesol o Hacienda, sino -muy precisamente- a la Secretaria de Seguridad Publica y a la Procuraduria del DF. Hacerlo con prontitud y eficacia requiere sensibilidad y conocimientos, asi como una actitud que transmita a los capitalinos cuando menos una primera seguridad: que no estan solos ni han quedado indefensos. Cualquier otra cosa es como aceptar que esta cerca el dia que a la victima de un ilicito se le convenza de que el delito es consustancial a la sociedad y -dada esa explicacion- se le mande a su casa porque no hay mas que hacer. .