SECCION CULTURA PAGINA 35 CABEZA: CREDITO: Del sepulcro de Jerusalen nos hablan, con vario rigor y estilo, los cuatro apostoles a los que la Iglesia les dio espaldarazo y copyrigth: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Este ultimo, que por algo fue conocido por el discipulo amado, es el que nos narra con mayor encarecimiento circunstancias memorables en torno a la muerte y los funerales de Cristo, asi como da mayores referencias de los personajes implicados: Jose de Arimatea, el cual pidio secretamente a Pilato el cuerpo de Cristo para darle sepultura; Nicodemo, quien igualmente por miedo a sus paisanos, habia ido ocultamente a visitar a Jesus para preguntarle sobre su doctrina y a su muerte regalo cien libras de mirra perfumada y alos para embalsamar su cuerpo... pero sobre todos Maria Magdalena, la mas tiernamente amorosa de las piadosas mujeres que acompanaron en vida a su maestro, y la cual, despues de hallar vacio el sepulcro de este y denunciar lo que creia era un sacrilego robo a los discipulos Simon y Pedro y al propio Juan, volvio para llorar junto al lugar donde yaciera su amado Rabbi, y con sus lagrimas merecio la aparicion de este y el honor de recibir de Jesus la gloriosa nueva de su resurreccion. Muy distante a este sepulcro, pero quiza no tanto como va de lo divino a lo humano, hay otro cuyo exacto lugar no conocemos: se trata del mencionado sepulcro manchego sobre cuyo rescate escribio don Miguel de Unamuno una carta a un apocrifo amigo alla a principio de siglo pero las cosas no han cambiado mucho!, en la que le pedia la reconquista del mismo para liberarlo de la nefanda caterva de bachilleres, curas, barberos, duques y canonigos que lo custodiaban y lo siguen custodiando. Estos tales, al sentirse presionados, diran que la guarda del sepulcro les pertenece... y daran muchas razones. Pero no la verdadera: "Lo guardan para que su Caballero no resucite". No fue otra la actitud del Sanedrin al enviar soldados para que vigilasen el sepulcro de Cristo. Alegaban que con la adopcion de tales medidas buscaban impedir que los discipulos se robaran el cuerpo. No era cierto: su verdadero temor estaba en que resucitase. Por esta escondida razon, Unamuno aconsejaba a su supuesto amigo en la aludida carta que en su marcha hacia la busqueda y el rescate del sepulcro manchego no se detuviese a razonar con todo ese contubernio de bachilleres, curas y demas comparsas, sino que se limitase a desenmascararlos, gritarles en pleno rostro su villania y estupidez, y seguir adelante. Tambien le recomendaba que en el camino echara del "sagrado escuadron" de su milicia a todos los que se preocuparan del paso, el compas o el ritmo que habrian de llevar en la marcha: "Te convertiran el escuadron en una cuadrilla de baile sentenciaba (...) se llaman a si mismos, y los unos y los otros entre si, poetas. No lo son. Son cualquer cosa". Un "cualquier cosa" que podriamos traducir en nuestro Mexico y en nuestro tiempo por falsos intelectuales pedantes, vegetarianos gurus esotericos, politicos vanales...y en el mejor de los casos grillosos advenedizos en busca de notoriedad o chambas. Don Miguel de Unamuno, al terminar sus reflexiones sobre estas requisas, nos plantea una interrogante con la cual su supuesto interlocutor dio por terminada esta cuestion y yo tambien por conclusas estas divagaciones de lectura: (...) "šNo te parece le pregunta que en vez de ir a buscar el sepulcro de Don Quijote y rescatarlo de bachilleres, curas, barberos, canonigos y duques, deberias ir a buscar el sepulcro de Dios y rescatarlo de creyentes e incredulos, de ateos y deistas que lo ocupan, y esperar alli, dando voces supremas de desesperacion, derritiendo el corazon en lagrimas, a que Dios resucite y nos salve de la nada?". Yo, como el chinito del cuento, me apunto a lo de "tu plimelo": šTu a que le tiras, lector? *Escritor. .