SECCION CULTURA PAGINA 36 CABEZA: Ernst J]ger: aprendiendo a vivir. CREDITO: IGNACIO ECHEVARRIA* sustancialmente la misma. Lejos del fuego, la vieja salamandra sigue revelandose inmune al signo de unos tiempos que, por otro lado, el propio J]ger ha contribuido a caracterizar decisivamente. Nacido en 1895, cuesta reconocer en J]ger a un contemporaneo. Pero tampoco es el un "extemporaneo", alguien que pertenezca ya a otro mundo. Entre una y otra cosa, cabria proponer que J]ger es, en sentido estricto, un "intemporaneo", vale decir alguien que ha ordenado su experiencia conforme a valores que se pretenden al margen de la dimension historica del tiempo. Como un lagarto, J]ger provoca la inquietud de una existencia que parece remitir a espacios de tiempo relativos no tanto a la historia del mundo como a la historia de la Tierra. En ello reside la fuerza y la precariedad de su postura intelectual: en la vertiginosa remision de sus consideraciones politicas y morales a un punto de fuga situado mas alla del campo de observacion en que se desarrollan los problemas contemplados. Cabe insistir, sin embargo, en el talante profundamente humanistico que anima esta actitud, y abundar sobre lo ya dicho en otra ocasion: que la famosa frialdad de J]ger, sus maneras olimpicas, para muchos tan antipaticas, son producto de una deliberada disciplina espiritual, impuesta a si mismo a partir del reconocimiento de que (como se dice en estos diarios) "la fuente del dolor no esta en las cosas ni esta en la historia, se halla a mayor profundidad, brota de la pura percepcion del tiempo carente de contenido". En este sentido, vivir es, para J]ger, "vencer al tiempo", es decir, romper, mediante la penetracion en el misterio del mundo, las barreras que separan vida y muerte. Ya Nietzsche especulo sobre la posibilidad de que la vida fuera una forma de la muerte. Junto al recuerdo de Nietzsche, trae aqui J]ger el del filosofo griego para quien, en el ser humano, se cumple una y otra vez el mysterium de la muerte: "El nino muere en el adolescente, el adolescente, en el hombre maduro, el hombre maduro, en el anciano". Anade luego: "Tambien es necesario, desde luego, resucitar una y otra vez". "Tambien morir es una tarea", habia escrito antes, en Radiaciones II. Y es evidente el sentido con que se complementan tales palabras con estas otras con que se abre esta primera entrega de Pasados los setenta: "Tambien a vivir hay que aprender". Podrian describirse las 600 paginas largas que conforman este libro como un incesante aprendizaje de la vida. De ningun otro modo cabe moderar la sorpresa que produce constatar como, con mas de 70 anos, J]ger conserva el animo y la salud para, continuamente, realizar largos viajes (al Oriente proximo, a Italia, a Portugal, a Angola, a las Islas Canarias), perseverar en su pasion entomologica o botanica; pasear en bicicleta, nadar en el mar, beber con delectacion; tambien leer, escribir, conversar y, entre todo esto, hallar el momento para cultivar el propio huerto o jugar a un solitario. De cuanto hay en todo esto, no solo de innata vitalidad, sino tambien de construccion premeditada, da cuenta el ceremonioso ademan en que mas de una vez se congela el gesto de J]ger, sorprendido en flagrante impostacion de su aspecto senatorial, un ojo puesto en la figura aventurera de Humboldt, otro en la de Goethe. Como este, J]ger toma distancia creciente con respecto a un mundo en el que "la tecnica esta aguardando con suplicios nunca antes conocidos", y se enfrasca en lo que llama "cazas sutiles" (caza de insectos). Se trata, en definitiva, de otra via de acceso a ese "interior de la naturaleza" rodeado pero no penetrado por la ciencia moderna, a la que se le escapa el modo en que "las plantas y los animales se reflejan en el hombre", hasta que punto "todo eso se encuentra en nuestro interior y esta emparentado con nosotros no solo por herencia". Ocupados en amplia medida por sus viajes constantes, estos diarios tienen mucho de cuadernos de un naturalista. Para J]ger, "en los viajes es mas importante la quietud que el movimiento; es preciso que las cosas hagan ellas mismas su presentacion". De ahi la primacia que en estas paginas (en que el elemento descriptivo prima sobre el narrativo) tienen "los ojos del viajero", cuya minuciosa neutralidad, sin embargo, llega a fatigar cuando no logra hacer vibrar las concordancias de un mundo en el que, al decir de J]ger, "debajo de cada relacion logica se esconde una relacion mantica". Mas tensa y sugerente suele mostrarse la escritura de J]ger cuando permanece en su casa de Wilflingen y, ocasionalmente, comenta lecturas, hace penetrantes observaciones sobre la novela, la fotografia, la pintura, la musica, el arte en general; escribe cartas (varias a Heidegger), anota suenos, reflexiona sobre la actualidad, contrasta sus viejas tesis y opiniones. Y mantiene en vilo su personal competencia con el tiempo, al que este viejo druida parece haber conquistado. *(De El Pais para El Nacional) Ernst J]ger, Pasados los setenta I (Radaciones III). Traduccion de Andres Sanchez Pascual. Tusquets, Barcelona, 1995, 600 paginas. *DE EL PAIS PARA EL NACIONAL .