SECCION: INFORMACION GENERAL PAGINA: 8 BALAZO: ¨TE ACUERDAS, DONALDO? CABEZA: Cucurpe: raices que se trenzan con raices CREDITO: RAMON MARQUEZ C., DE NOTIMEX MAGDALENA DE KINO, Son.-Era una de tus frases predilectas, Donaldo: "Yo no naci aqui, pero mis raices son de Cucurpe..." Tierra de los viejos hombres de los viejos dias. Raices que se trenzan con raices: en una bolsa reposan los restos del abuelo Severino Colosio Robles y acompanan a los de sus ancestros, enterrados todos en una fosa comun bajo suelo de Cucurpe. El tio Seve, nomas de acucioso que es, llego al tronco del arbol genealogico de los Colosio y ahora sigue sus ramificaciones. Dice que eran Colossio los primeros italianos que, en 1750, llegaron a Magdalena de Kino: Luis y Francesco. Entraron por Hermosillo, se fueron a Rayon y arraigaron en Magdalena. Con el tiempo perdio una "ese" el apellido y con el tiempo los Colosio se fueron a Cucurpe. ¨Te acuerdas, Donaldo?... Alli la bola sorprendio a tu abuelo, hombre bragao de pistola al cinto y dura mirada. Fue villista. Tuvo que serlo. Te lo contaba tu padre: Sucedio en 1915. Rotas las relaciones con Carranza, Villa fue derrotado en Icamole y en Agua Prieta. No obstante, logro romper el cerco y se vino hacia Hermosillo. Recluto a mucha gente en el camino, pero no invitandola, sino al que agarraba, vamonos!... Llegaron "Los Dorados" a Cucurpe. Los duros cascos de las bestias se hundieron en la tierra arida y banaron de polvo la tienda de tu abuelo. La sombra de la desconfianza cruzo por la fria mirada de don Severino. Tu abuela, dona Lupe, y tres de tus tios, entonces unos chiquillos, miraron con curiosidad a los revolucionarios Sabemos que por ahi tienes unos caballos. Los necesitamos. Y a ti tambien, le dijo secamente Villa. Pues llevatelos, dijo el. Nomas que tu tambien vienes, ordeno Doroteo Arango. Y don Severino cabalgo por los asperos y torcidos caminos de la historia. Se fue a pelear contra los pelones. ¨Dos, tres meses? Se enfrento a ellos en tres furiosas batallas hasta que fue herido y tu bisabuelo aprovecho para rescatarlo y esconderlo en Arizona, donde nacio tu tia Esther, la menor de los siete hermanos. Dicen que el encono de los enemigos de tu abuelo se sentia en el aire. Un dia, recuerda Panchomota, taba don Severino alli, ajuera en su changarro, onde fiaba el. Ya moria la tarde y el taba sentado tras el poste de la luz. Nomas se le veia el muslo. Entonces lo venadearon del otro lado del rio, el Sarakashi, que se llama como el rancho que sta alla arriba y que traiba el agua desde el pueblo de Dolores. Un shingon patirar aquel amigo. Le dio en el mero muslo y luego se juyo por las sombras de los callejones. Nunca se supo quien jue. De piedra fue la pierna de tu abuelo hasta el dia de su muerte. Camino a Cucurpe: Entre rancherias distantes, entre terreno accidentado, canadas, pendientes y lomerias, corre y se interrumpe el serpentear de la carretera. Camino blanco, seco, que se parte en dos la roca blanca, roja, la roca granitica, el cuarzo... Camino que mira de cerca el lomo dentado de la sierra tras la que se oculta la paradisiaca Selva del Leon, que asi llaman aqui al puma... Camino que despues se clava en el azul del horizonte. Conviven aqui el cactus y la cantera. Verdean los valles y las montanas. Es que afortunadamente ha habido mucha lluvia en estos ultimos meses, dice tu primo Luis Armando. No sucedio asi el ano pasado ni el antepasado. No llovio y el sol inclemente mataba de sed y hambre al ganado, que moria a la vera del camino... Miles de calaveras vivientes, en dramatica agonia con los cueros pegados a las costillas. Alla, a la derecha, se alza el cuerpo del gigante del cerro de la Ventana. ¨Te acuerdas?... Era enero de 1961. Cursabas el quinto ano de primaria y a pie, junto con los otros chiquillos de tu salon escolar, recorriste los 20 kilometros que separan a Magdalena de la cumbre del cerro de la Ventana. El maestro Ruben Durazo era su guia. Con una sonrisa de evocacion plena recuerda el profesor: A veces nos ibamos en bicicleta, o a pie, a largas excursiones. Un dia nos fuimos siguiendo los rieles hasta la Mesa del Alamo. Cada quien llevaba su lunch y todo eso. Antes de llegar a San Ignacio, a la orilla del sendero descubrimos un tronco precioso, grandote, alto y cuajado de toronjas. Y entonces los chiquillos, sin pedirle permiso a nadie, brincan el cerco y se encaraman al arbol como pueden, ayudandose unos a otros. Y ya los de arriba comienzan a arrojar toronjas cuando sale una viejecita de una cas ita hecha de adobe... "Anselmo, Anselmo, saca la escopeta que se roban las toronjas!". Y de ramas de los arboles comienzan a caer chamacos en vez de toronjas. Nomas decian ay! al llegar al piso y arrancaban unos por alla, otros por aca, todo mundo a correr. Dice el profesor que nomas se te ponia roja la cara cuando recordaban aquellas andanzas. Camino a Cucurpe: Se te fue el puma. Se fueron el coyote y la zorra huyendo todos de la mano asesina de la civilizacion. Se quedaron el alacran y la vibora. Y de los indios pimas heredaste la sabiduria, Donaldo, cuando adolescente corrias libre por el campo: hay que rastrear la piel con ajo o cebolla para combatir la picadura del alacran o la mordida de la serpiente, te advirtieron. Y para contener una hemorragia nada mejor que frotar la herida con hojas de tabaco. Camino a Cucurpe: Secas serpientes que otean a la orilla del asfalto son los viejos arroyos marchitos, gris reminiscencia de la fiebre del oro, alla, a finales de los anos 30 y principios de los 40. Se contaban por cientos las familias que levantaban la arena del rio buscando el oro; el oro del placer, le llaman aqui, porque la pepita se da al tacto y no en una veta. Fiebre del oro... Fiebre que hizo hervir, en tu padre, la generosa hoguera de la juventud. Y se fue don Luis a la Mina del Cobre, en el campo minero Sierra de Viejo, entre Trincheras y Caborca. Fue alli donde probo el agua con gasolina que hacia arder la garganta de los mineros. Camino a Cucurpe: Camino a rancherias: El Torreon, La Escondida, El Pozo, La Zorra... Camino de arroyos... Camino de ranchos que heredaron los Colosio de antier a los Colosio de ayer y que administran los Colosio de hoy: El Pintor, El Toro, El Rincon... Camino de ranchos que adquirio don Luis, tu padre: La Casa Blanca que ya vendio y el Aquituni. Mire, mire, me dice tu primo Luis Armando mientras conduce la pick up por el intrincado terreno: ahi esta el rancho San Martin del Rincon, de don Seve, mi padre; El Toro, de mi tio Oscar, y El Bajio, de Panchoshivo... Y alla va al galope Panchomota... -¨Panchoshivo?... -Si, pues... Porque tiene el chingo de shivos... -Entonces, Panchomota porque... -No, mi amigo, que paso! No tenias siete u ocho anos, como dice Panchomota, cuando a lomo de Pura Sangre saliste del rancho El Pintor hacia Magdalena. Tenias 10, dice tu padre, don Luis: -Me quiero ir a Madagalena a caballo, tio. ¨Cuantas horas hay?, le pregunto a mi hermano Oscar. -Si te vas a paso regular y no te sales del camino, seis horas... Seis horas hiciste, afirma don Luis. -Una senora, que ahora es mi cunada, le puso una caramanola con agua, una bolsita con frijoles y un vasito para el cafe con leche, que iba en una botellita. Mi hermano le dio las instrucciones finales: "En tal parte, en La Mesa del Alamo hay un arbol grande ahi, el unico alamo y por eso el nombre te paras y ahi sesteas..." -¨Sesteas, don Luis? -Si, pues: lonchear, descansar. Sestear: un breve reposo. Y me lleva tu padre a la anecdota: -Alla en La Cienega, en el campo minero, hay una cantina que se llama El sesteo de las aves... -El sesteo de las aves soy un eco mientras tu padre rie abiertamente... -Si, dice el... Pero de las aves de rapina! Fugazmente aparece otra vez la perlada sonrisa de don Luis. Ya no rie. Ya no rie mucho tu padre, ¨sabes? Cucurpe: Una raya silenciosa en lo alto de la sierra y junto al lecho del rio Sarakashi. Calles de tierra virgen, un ayuntamiento de color salmon con su placita y un kiosco con techo de teja, las minas de oro Santa Gertrudis y La Caridad, donde todavia se tejen leyendas... Alla, al fondo, parece resonar la voz de trueno de don Severino Colosio Robles y sus maledicencias... Y todo mundo recuerda su porte de hombre bragao con pistola al cinto y su mirada de hielo del otro lado del mostrador de la tienda en la que fiaba. -¨Quien fue el bato que lo venadeo? -No lo supo el abuelo. Y en una bolsa de huesos familiares se fueron sus huesos hasta las entranas de Cucurpe. Ahora es raiz sobre raiz. Tus raices, Donaldo. .