GUIA: 1403603 SEC. INF. GRAL. PAG. 3 CABEZA: Los snobs y la guerra CREDITO: Somos una sociedad extrana, capaz de admirar a un encapuchado mientras condenamos, acremente, cualquier marcha que perturbe nuestra tranquilidad automovilistica. El CEU puede organizar una caravana por la paz, para llevar alimento y ropa a la zona mas pobre de Chiapas pero es incapaz de renunciar a uno solo de sus privilegios, aunque estos pongan en duda el caracter nacional de la universidad. Es mas, se admiran de que existan indios que no sean zapatistas y que tambien esten enfurecidos por el hambre y por el miedo. Hay en buena parte de la izquierda intelectual una fascinacion casi supersticiosa por la violencia. Una mala lectura de la historia y un marxismo trasnochado los hace pensar que la violencia es la partera de la historia, el motor de nuestras causas mas justas. No importa, por supuesto, que la historia moderna arroje mensajes que desmienten semejante hipotesis. La apologia de los grandes enfrentamientos armados tiene que ver con la historia oficial y sus grandes inauguraciones: La guerra de independencia, con Hidalgo, aunque quien la consumo haya sido Agustin Iturbide; la revolucion con Madero, derrocado ante la complacencia de una parte del mundo intelectual, la cual estaba obsesionada con el orden perdido; Zapata que fue asesinado por tropas federales y que jama s cumplio el sueno de que cada campesino tuviera su pedazo de tierra, no como concesion vigilada por el Estado, sino como propiedad plena, con todos los peligros que ello encarna, pero con la promesa de libertad a la que esta sujeta. Hay tambien, una idea absurda, que pretende que las balas son el camino a la democracia. Ludolfo Paramio, en su libro Despues del diluvio, argumenta, hasta el cansancio, sobre la excepcionalidad de las vias violentas como constructoras del cambio. Las grandes transformaciones, despues de todo, han sido producto de reformas y consensos nacionales, por el fragil camino de los parlamentos y por el endeble espacio de los acuerdos. La revolucion destrono a Porfirio Diaz pero no construyo un sistema democratico. Nuestra interpretacion del pasado, en terminos colectivos, sufre de una esquizofrenia: Hace un elogio inaudito de los episodios sangrientos para terminar normalizandolo. El exdictador es el mejor ejemplo de esta forma pop de entender el recuerdo." Por ello no es del todo extrano el show celebrado desde la prensa citadina: Chiapas esta muy lejos, todavia... No es ocioso meditar sobre el hechizo de las mascaras y el futuro de la democracia. Me resisto a pensar y aceptar que la guerra de enero apuntale nuestro modesto camino a la plena modernidad democratica, creo, por el contrario, que lo complica y lo pone en duda, el chantaje de las armas no es el mejor horizonte para una jornada electoral de antemano complicada. A lo anterior hay que sumar una reaccion por demas violenta de los coletos de San Cristobal, la cual, por cierto, tardo en aparecer. Nadie podia creer -seriamente- que el despertar violento de este ano no convocaria a los peores fantasmas. Estamos pasando de la disneylandia del subdesarrollo, con sus encapuchados en una iglesia y sus obispos iluminados, a los tercos escenarios de una sociedad de castas: a la division, tajante, entre indios y coletos. Diferencia que se sustenta en el dinero y en el origen, en la impunidad de decadas y en la prepotencia ganadera. Hay que anadir las venganzas entre comunidades quebradas y el rumor intenso del racismo. La actitud de los coletos es condenable pero no deja de ser explicable; fueron sorprendidos por un ejercito totalmente organizado, simbolo de todo lo que detestan y de todo lo que temen. La razon, en esos primeros dias, parecia radiar en injusticias ancestrales y en impunidades cotidianas, hoy sabemos, sin embargo, que la razon puede ser un eufemismo cuando la paz pende de un hilo. No sera facil remontar el costo de la guerra, no lo sera, tampoco, el de la tentacion autoritaria, esa que cree que la democracia puede tenr atajos. Hoy, mas que nunca, corremos el riesgo de legitimar la violencia, de asumir que la ilegalidad puede abrir horizontes. Valdria la pena recordar, cada vez, la experiencia centroamericana, para medir la ineficacia de semejante afirmacion. Todo es confuso, de la celebracion del acontecimiento, con las camisas de "Marcos" y las munecas vestidas como "Ramona", pasaremos al penoso examen de lo que arriesgamos, por la seduccion del espectro violento y por la legalidad como coartada. Los problemas raciales en San Cristobal son solo el anuncio de lo que puede venir si no desterramos definitivamente la cultura que hizo posible hacer de Marcos un heroe y de la tragedia un espectaculo. .