GUIA: 1303601 SEC. INF. GRAL. PAG. 2 CABEZA: CREDITO: -No su merced, usted se me va mucho al carajo. * * * "¨Quien es ese yori que se acerca despidiendo luces? ¨Que tanto me persigue? ¨Para que le soy bueno? ¨Por que me hace platica si yo ni tengo el gusto?". Antes los indios creian que la caja negra se llevaba su alma. Esto ha quedado atras. Ahora saben que lo que los fotografos les roban es su intimidad, su espacio, su tiempo. Bob Shalkwijk pregunta: "¨Que sentiriamos si de repente llega un indio a nuestra casa y camara en mano anuncia que quiere documentar nuestra forma de vida para un libro a colores?". Se introduce a la recamara, a la cocina, a la biblioteca, nos sigue al trabajo, al super, a misa de doce, nos retrata llevandonos la cuchara a la boca, depar tiendo en un coctail sentados sobre una escultura y de espaldas a un Velasco, nos pesca en plena carcajada ante el chisme de la vecina, capta nuestras manias, nuestros visajes y figuretas y no nos deja en paz ni en el bano. ¨Que sentiriamos? -Pues yo lo aguantaria tres o cuatro horas. -No, ni tu ni yo ni nadie aceptariamos semejante intrusion. "¨Quien es ese yoreme pintado de negro que levanta en el aire una larguisima vara y viene corriendo bajo el sol del desierto? ¨Quien es esa mujer de multiples enaguas y huipil bordado que lleva en la cabeza una jicara redonda como la tierra? ¨Quien es este que baja del cerro con su itacate vacio y un haz de lena en el cogote? Que barbaridad, que prodigio, que hallazgo! ¨Como no lo habia yo visto antes? Ahi esta la foto". La caja negra se zangolotea, clic, clic, clic, el fotografo agita los brazos, se inclina, quisiera correr tras el venado, alcanzarlo y sin aliento seguir disparando (el obturador), enrojecido por el placer, por la esperanza, por la emocion que sube inmensa, vasta como el desierto, como la sierra, como el oyamel alto en el cielo intocado. Antes los conquistamos, ahora los queremos pa fotos. Pronto entendera el fuereno que las cosas no suceden asi. Para acercarse hay que pedir permiso primero como en la cancion ranchera y esperar, entrar a otro tiempo, regresar, voltearse de adentro para afuera, esperar, buscar la ausencia, despojarse, esperar, cinco siglos, esperar. * * * Los indios comparten su sabiduria, pero solo si se les encuentra el modo. Y su modo es impredecible, nada tiene que ver con la logica aprendida ni con la idiosincrasia ni con la Revolucion Mexicana ni con el Encuentro de Dos Mundos. El lenguaje es otro. La respuesta, como en la cancion (otra cancion) esta en el viento. Antonio Vizcaino dio con una formula infalible para lograr el anhelado acercamiento: la honestidad. "Son gente muy, muy sensible a la honestidad. Si uno llega con esa actitud, les dice: Quier o hacer esto, y les explica, ellos se dignaran a dar una respuesta. Pero esta tarda. Tambien hay que ejercer la paciencia hasta su grado limite". ¨Que buscamos los unos de los otros? ¨Que queremos cuando cargamos en nuestra espalda una mochila y salimos muy de manana al campo con los ojos abiertos a la esperanza y al asombro? ¨Que nos van a dar que no tengamos ya? ¨Que nos ofrecen los indios si no son duenos de nada de lo que nosotros consideramos indispensable: luz electrica, agua, higiene, una vivienda digna? ¨A que vamos si en nuestras casas reales no tenemos ni hambre ni sed? ¨Son tambien mexicanos esas figuras vestidas de algodon, esos rostros t atemados por el sol, esas piernas desnudas, esas mujeres que amamantan a sus hijos de pie sobre la tierra seca? Las respuestas indirectas de Guillermo Aldana, Antonio Vizcaino, Patricio Robles Gil, Rafael Doniz y Bob Shalkwijk podrian resumirse en una sola: "Tiempo". Nuestra tiempo es finito, lineal, tiene un comienzo y un termino en cuyo lapso hay que apresurarse para hacer cosas. ¨Que cosas? Exito, dinero, poder, salud, platita, orito. El tiempo entre los indios es otro. Otras sus aspiraciones. Entre ellos queremos desentranar el misterio de la felicidad, buscamos el secreto notable de su tiempo, el otro tiempo, aq uel que nosotros hemos sido incapaces de concebir, crear, aprisionar. * * * Los cinco fotografos salieron de madrugada a lo recondito, dispuestos a enfrentar largas horas a caballo y a pie, extenuantes, su equipo al hombro, sin bastimento porque comeran lo que encuentren en el camino, viviran los tiempos de antes, dormiran el sueno de todos. Son cautelosos. Lograr ser admitidos por los venaditos es su deseo mas ferviente. Si no los aceptan, regresaran a la civilizacion derrotados. Mientras tanto buscan las palabras exactas, el ademan verdadero porque cuando la voz no encuentra su p alabra, el cuerpo halla a veces su propia musica, aquella que encontrara eco en el otro. ¨Quien retrata a quien? En el rostro que el fotografo capta queda tambien impresa una mirada eterna, la forma exacta en que el modelo vio a su retratista. En las pupilas de la Guadalupana puede observarse a Juan Diego mirandola atonito, segun el ayate que cuelga en la Basilica. Si los fotografos creen en los signos entenderan que sin necesidad de camarita, tripies, lentes, reflectores o aditamentos el tiempo permanece grabado en la corteza de los arboles, en el maiz, en las plumas de gallina, en el sombrero de paja, escatologia cr istiana que va hacia su terminacion, el polvo, la nada, la inercia cosmica. De ellos, los fotografos, quedara prendido en la montana, en el claro del bosque, el azul de Patricio Robles Gil que apenas si se atreve a entrar a la choza, el amarillo de Bob Shalkwijk, el verde de Antonio Vizcaino, el rojo de Guillermo Aldana, el naranja de Rafael Doniz, quien mejor se amalgama a la tierra y ahora mismo se funde con la hormiga que lo carga hasta el hormiguero. Alabados sean los fotografos que tienen la oportunida d de trasmutarse en el pais del peyote, en el espacio magico de la recoleccion de los frutos, en el desierto sagrado de Virikuta, en la roca blanca de San Blas, santuario de Aramara, la diosa del mar, en el tlacuachillo cuatro ojos, en la humedad de la selva, en las plantas trepadoras que de una vez por todas han capturado la luz, en la trinidad sagrada de maiz, frijol y chile, en el borde de los faldones de manta, en los gorritos que protegen a los ninos del espanto y del aire constipado, en los puntos ama rillos pintados en las mejillas que son tantas vias lacteas como caminos de la cruz hay en el monte! La naturaleza es la madre del indio, el sol su padre, la luna su abuelita, el rayo su tio, su hijo el barro, la lluvia su prima hermana, la brisa su cunada, la tormenta su suegra. Su arbol genealogico tiene aroma de pino, sombra de oyamel y su parentela completa lo acompana en el camino al compas de la tambora. A la otra vida, a la que aspiramos todos, a la que nos aguarda en la tierra antigua junto a los canaverales, esa a la que los indigenas han llegado antes que nosotros. Sus dioses duenos del mundo los hicieron cantadores y los guiaron en el viaje. Antonio Vizcaino los siguio y se hizo querer por ellos, ese es el secreto del aire limpido que se refleja en sus fotografias, el de la trasparencia en la mirada, el de la confianza en los labios dispuestos a decir "niguara", "amigo". .