SECCION ESPECTACULOS PAG. 17 BALAZO: CREDITO: CABEZA: Nadie puede acusar impunemente de chambista a Kate Bush: su album anterior, The Sensual World, data de 1989, y la media docena que le precedio abarca la decada previa. Tal vez por esto, tanto como por su acostumbrada etereidad, sus devotos -gentiles fanaticos- los consideran punto menos que apariciones milagrosas. Ciertamente, con una sola y breve gira en 1979, la ninfa del estudio de grabacion ha llevado su carrera artistica sin prisa ni carrerismo; pero un matiz subyacente en su octava y hasta ahora mas accesible coleccion de canciones es el reciente deceso de su madre, convulsion emocional que la entumio creativamente casi un ano pero infunde a la postre este album con una urgencia emotiva que aproxima a la intransigente artista con un publico menos necesariamente esoterico que el de sus iniciados habituales. Una vez salvada la accesible y comprensible aspiracion de resiliencia (¨ante los golpes?) que entona Kate en la inicial y poperisima "Rubberband Girl", la emocion dominante es una melancolia amorosa que imparte un regusto amargo hasta a la pasion mas convencida, tornandola mas adiccion que exaltacion ...pero ahora vemos que la vida es triste/ y asi es el amor ("And So Is Love"); Solo estar vivo/ Puede lastimar de verdad/ Y estos momentos dados/ Son un regalo del tiempo ("Moments of Pleasure"); No quiero tu farsa de mierda/ Solo quiero tu sexualidad ("The Song Of Solomon")"Hay solo un problema/ Tu eres al que quiero" ("Youre The One"); "De toda la gente del mundo/¨Por que deberia yo de quererte?" ("Why Should I Love You?"); "Todos los jovenes suenos gentiles ahogandose en el pesar de la vida/¨Pueden aferrarse a mi?" ("Big Stripey Lie"): "No se si me amas o no/ Pero no pienso que debieramos sufrir jamas/ Solo hay una cosa que hacer a este respecto ("Top Of The City"). Tratandose de una diva que cuida celosamente su privacidad, aunque es evidente que su ruptura romantica de su ex companero y aun colaborador musical el bajista e ingeniero Del Palmer aporta mucho combustible a este incendio, la tambien supuesta ex idem de Peter Gabriel parece proyectar mucha de su voragine interior al centrar este album homonimo -y el acompanante largometraje The Line, The Cross, The Curve, un postscriptum visual al audio que hilvana seis videoclips de el extraidos- en la vieja cinta de Mic hael Powell Las zapatillas rojas (1948), cuya protagonista, amante de la danza, se convierte en su victima al calzarse con el equivalente terpsicoreo de un aprendiz de brujo. ¨Sera que la antano bellisima Kate, hoy balconeada por la amarillista prensa musical inglesa como mofletuda comedora convulsiva, ha tenido que sacrificar el corazon a su arte? Sus pocas canciones optimistas enajenan placeres (el calido gusto "Eat The Music" asemeja la sabrosura de las notas a -para su sajona autora- exoticas frutas tropicales; la esoterica "Lily", delgada felicidad y seguridad en los misteriosos oficios de una bruja; "Constellation of the Heart" pone el amor a la distancia de un telescopio introspectivo) y distancian los objetos de su afecto, al punto que lo unico que parece rodearla es la angustiante certeza de la irreductible soledad individual. Tal vez; pero lo que venturosamente no se ha alejado es el viejo perfeccionismo de esta artista cultivada que fuera lanzada aun adolescente por el guitarrista de Pink Floyd, David Gilmour. Su musica es consistentemente pulida y tan organicamente concebida que no delata el esfuerzo. Solo la presencia y activa aportacion instrumental de una pleyade de notables figurones como Eric Clapton, Jeff Beck, Prince, el ex organista de Procol Harum Gary Brooker y el violinista clasico Nigel Kennedy es confiable termome tro de su excelencia, que tiene como unico comun denominador el siempre confiable y empatico metronomo de quien fuera baterista del brillante cuan olvidado grupo Cockney Rebel, Stuart Elliott. En rigor, y ante la imposibilidad de transcribir con justicia su diversidad estilistica y unidad conceptual, lo mejor que puede decirse de The Red Shoes es que no desmerece -esnobismo aparte- ante el trabajo previo de su reverenciada autora; pero tal vez mas interesante es que, pese a su prevaleciente melancolia, es el gesto mas amplio y compartible hasta ahora de una artista cuya terca y noble reticencia a supeditar sus creaciones a imperativos ajenos a su propia caprichosa inspiracion la ponia a tan insal vable distancia de los escuchas incidentales como la paz y satisfaccion afectiva parece estar -hoy por hoy- de su obsesivo quehacer. Kate Bush, de puntitas, se antoja bailarina giratoria encantadoramente presa en su capelo de cristal. .