PAG. 9 SECCION: Cultura CINTILLO: Victimas significativas CABEZA: Balthus en sus jardines SUMARIO: Balthus es uno de los muy raros pintores para quienes Camus escribio un texto de catalogo (Galeria Pierre-Matisse, 1949). Esta amistad, que se remonta al fin del ano 46, luego del regreso de Balthus a Francia despues de la guerra, puede sorprender si se reduce la pintura de Balthus a algunas representaciones de muchachas muy jovenes captados por el ojo de un voyeur un poco perverso. CREDITO: Albert Camus Nadador paciente y penetrante, el artista remonta extranos rios hacia las fuentes olvidadas. El trazo de un pie sobre la arena, los fuegos extintos, el grito imperceptible de un centinela invisible son las promesas de que se alimenta. Todo este esfuerzo es para no dejarse llevar por la corriente. Antes de perderse en la desembocadura, quiere descubrir la fuente, y la tierra prometida. Asi del pintor que quiera extraer el mundo de la noche y mantener para siempre lo que ya desaparece. A cada amanecer, la cre acion recomienza. Los paisajes, los semblantes y los objetos huyen, desaparecen de la memoria, o se destruyen los unos a los otros. Es por esto que el paisajista y el pintor de temas aislan en el espacio y en el tiempo lo que, normalmente, se funda en una perspectiva infinita o desaparece bajo el conflicto de otros valores. Ellos proceden a una fijacion. Y los verdaderos pintores son los que, como los grandes italianos, dan la impresion de que la fijacion acaba de hacerse, como si el aparato de proyeccion, inopinadamente, se detuviera diafano. Todos los personajes de la gran pintura dejan creer que acaban de inmovilizarse y que, por milagro del arte, continuan estando vivos en suspenso a pesar de ser perecederos. No conozco mejor ejemplo de esta tecnica que el retrato de Derain, por Balthus, que puede verse en el Museo de Arte Moderno de Nueva York. El estilo de un pintor no es mas que una cierta manera de conjugar lo natural y lo imposible, de presentar lo que siempre deviene y de presentarlo en un instante que no termina jamas. Balthus tiene un estilo, lo que es raro. Pero su modo es singular: me parece que se le definiria bien al decir que esta pintura descentra mas en tanto es mas realista. Porque Balthus sabe que no existe creacion solitria y que, para corregir a la realidad, es necesario servirse de ella en lugar de doblar la espalda, como hacen muchos de nuestros contemporaneos. El sabe que es mas facil irritar que convencer. La naturaleza no es fea, es un objeto de belleza. Si no es satisfactoria, es porque esta en movimiento sin cesar, tanto en sus seres como en sus paisajes. Por lo tanto, es necesario cercarla, no negarla. Es preciso escoger, no destruir. Balthus escoge, muy cerca de su modelo, y fija la emocion y la escena al mismo tiempo con tal precision que tenemos la impresion de contemplar a traves de un cristal los personajes que una suerte de encantamiento ha petrificado, no para siempre, sino durante una fraccion de segundo, despues de la cual recomenzara el movimiento. Esta fraccion de segundo dura aun en el momento en que yo escribo; en eso reside todo. Y entonces se percibe que la naturaleza, si la contemplamos en este instante de silencio y de inmovilidad, es mas extrana que los extranos monstruos formados en la imaginacion de los hombres. Es la realidad, y la mas familiar, la que esta ante nosotros. Pero nosotros aprendemos, mediante el trocamiento de Balthus, que hasta entonces no sabiamos verla, que nuestros departamentos, nuestros familiares, nuestras calles encubrian rostros inquietantes ante los que cerrabamos los ojos. Sobre todo, aprendemos que l a realidad mas cotidiana puede tener este aire insolito y distante, la dulzura sonora, el misterioso silencio de los paraisos perdidos. Y ahi esta el talento de Balthus para recrear, a partir del dia que muere, el dia incesante que el ha escogido para decir, a su manera, que es lo unico real y que es el paraiso de la infancia, lo mismo en casa de Balthus que en casa de Baudelaire. En este sentido, el tema de la pequena nina que se encuentra en muchos de los lienzos de Balthus es revelador. La ilustracion que hizo para Cumbres borrascosas podria algunas veces servir para el Gran Meaulnes. Balthus comprendio que una de las clave s de este libro donde el amor ruge con una rabia adulta, es el recuerdo de los amores infantiles de Cathie y Heathcliff y la terrible nostalgia que estos dos seres arrastran hasta la hora de la separacion definitiva. Literalmente, ellos arden de nostalgia y este sufrimiento que se imagina tan distinguido muestra entonces su verdadero rostro, ciego y carcomido, el rostro mismo de la miseria humana, en su esfuerzo agotador para remontar el camino hacia la fuente de la inocencia y la alegria. Cierto, Balthus pinta victimas, pero significativas. Un costado, nunca sangre. Su idea de lo patetico es diferente. No es el crimen lo que le interesa, sino la pureza. Victimas mas sangrantes guardarian la huella de los asesinos. Mientras que ellas estan ahi, ofrecidas, en la profunda inocencia de lo que no esta mas, liberadas por fin del tormento de las ciudades y del tiempo, mas intactas pero ya inaccesibles, devueltas a ese paraiso melancolico y cruel donde Balthus se pasea de la misma forma en que los g atos que tanto le gusta pintar. Es el lado Barba-Azul de esta pintura. Balthus conserva mucho el gusto por los limites como para no darle lugar al crimen, donde algunas veces se consuma el conocimiento mas espantoso. De igual forma, casi todas sus mujeres adormecidas parecen victimas. Son castos cuerpos degollados. En cuanto a las otras, viejas decapitadas, mantienen en su fresca resurreccion un aire sonador que va acorde a este universo escandalosamente natural. Tambien se ha hablado del erotismo de esta pintura. Pero el mundo de la infancia, si erotico, lo es con negligencia. Esta suerte de emocion, ademas, se resbala y no me parece que aqui ocupe un sitio principal. Por lo demas, sin duda seria necesario evitar traicionar a Balthus encerrandolo en sus temas. Porque es la propia nostalgia, la propia obstinacion por reencontrar en el mundo inexorable que nos rodea los signos de la inocencia y de la alegria, que lo han hecho regresar mediante vias audaces a la mas g rande tradicion del paisaje, aquella donde el hombre no es mas un punto de referencia y donde la piedra y el cielo, por el solo juego de las perspectivas, dejan filtrar la extrana paz de las epocas primigenias. Es en la materia misma que estos bellos paisajes reencuentran un secreto antiguo, en los verdes, los negros y los cafes mas densos. Aqui, aun el tiempo esta invertido. Y sin ningun artificio, por el arte mas directo y mas simple, remontamos de nuevo el curso de la vida, para desembocar, lejos de los tumultos, en estos jardines donde Balthus instalo definitivamente su reino, poblado de muchachas y silencios, patria al fin reencontrada en el corazon mismo de un interminable exilio. Traduccion de Hector Orestes Aguilar .