guia: EL seccion: sociedad, Pag. 17 cabeza: El plebiscito va credito: Gustavo Hirales M. Mucho se ha escrito, en los dias que corren, acerca del plebiscito que tendra lugar el proximo domingo 21 en esta ca- pital. El apoyo politico y organizativo que este evento recien recabo por parte del jefe del Departamento del DF ha contribuido, decisivamente, a realzar sus alcances y posibilidades. Es interesante observar la trayectoria del plebiscito: de una iniciativa todo lo mas "curiosa", emprendida inicialmente por un grupo de asambleistas de diversos partidos politicos, iniciativa que en sus origenes no concito siquiera el apoyo de las direcciones nacionales (y en algun caso ni siquiera de la direccion local) de los partidos, se ha venido convirtiendo en una accion movilizadora de fuerzas y conciencias y, sobre todo, de una especie de piedra de toque para dar cuenta de la mayor o menor consecuencia democratica y vision politica de los diferentes actores sociales. Se gasto mas tinta y esfuerzo en demostrar las intenciones malevolas, cuando no subversivas del plebiscito, que en situarlo en una perspectiva politicamente realista (que no puede ser sino la de la transicion democratica). Parecia por momentos que lo mas importante era descalificar esta iniciativa, bombardearla con invectivas, mostrando una preocupacion casi histerica por resguardar paradigmas de un estado de cosas que, por lo demas, casi nadie es capaz de defender abiertamente; un modo de hacer las cosas que hasta los espiritus mas conservadores reconocen debe cambiar. Saltaron viejos resortes autoritarios segun los cuales todo lo que se haga por fuera de (pero no contra) la legalidad o incluso al margen de lo establecido, atenta contra un orden que, en esta vision, solo puede cambiar a cuentagotas y en procesos rigurosamente controlados. ¨Y que es lo que en realidad asoma detras del miedo al plebiscito? El miedo a la sociedad, me parece, el conocido temor burocratico a lo nuevo, a lo que no es sujeto de programacion y que, para los reflejos autoritarios dentro y fuera del poder, es "peligroso", puede convertirse en algo "incontrolado", desestabilizador de intereses no siempre legitimos, pero sin duda anacronicos. No es que yo piense que el plebiscito es, necesariamente, un parteaguas, un acontecimiento epocal, algo que vaya a cambiar cualitativa, estrategicamente, los parametros bajo los cuales se ha desarrollado, hasta hoy, la vida politica del Distrito Federal o del pais. Creo simplemente que es una manifestacion mas de lo que caracteriza nuestra vida politica actual: la maduracion de la sociedad civil, la emergencia de nuevos actores politicos y sociales, la revaloracion del ciudadano; el transito de modos y costumbres que correspondieron, bien o mal, a una determinada etapa de la vida nacional, a otros, mas acordes con las nuevas sensibilidades, demandas y referencias de nuestro tiempo. La iniciativa del plebiscito expresa la aspiracion de la ciudadania defena a acotar el arbitrio de los poderes, a crear nuevos poderes y nuevos balances entre ellos, y a recuperar facultades cuya limitacion puede tener justificacion historica, pero que hoy solo es sostenible a partir de un discurso politico reaccionario, como el que sostiene que las facultades presidenciales sobre el DF deben permanecer intocadas para asegurar el equilibrio de la vida nacional. Se habla de las facultades presidenciales como si estuviermos en tiempos de Calles o de Cardenas, es decir, en una etapa fundacional, y por ello en muchos sentidos extraordinaria, y no en un proceso de modernizacion que exige la redefinicion y el acotamiento de poderes y facultades para alcanzar el nuevo equilibrio politico que demanda el pais. Puede ser, como se ha dicho, que el plebiscito no logre materializar una convocatoria cuantitativa de significacion. Puede ocurrir tambien -aunque esta opcion es poco probable- que, logrando una decisiva participacion ciudadana, esta se manifestara por mantener las cosas como estan, o con pocas modificaciones. De ser este el caso, estariamos frente a los riesgos propios de apelar a la decision ciudadana, de someterse a su voluntad, lo cual en si mismo ya es un avance de cultura politica. Entiendo la decision de Manuel Camacho Solis de involucrar al Departamento del Distrito Federal en la organizacion y realizacion del plebiscito, como un acto de madurez politica y democratica, donde se prefiere correr los riesgos de un resultado que quiza no vaya en el sentido que se desea, a mantenerse indiferente o en contra de una accion que, en el peor de los casos, es sin duda una iniciativa democratica que contribuye, desde sus posibilidades, a llevar a la calle la reforma politica del DF; sacandola de alguna manera de los espacios, muy respetables pero restringidos, de la Mesa de Concertacion. En ultima instancia -y me parece que esto ha pesado en la decision del jefe del Departamento-, el plebiscito no excluye a la mesa, ni esta al plebiscito; incluso pueden ser complementarios. De lo que se trata es de no absolutizar ninguna de las instancias ni privilegiar a solo una parte de los actores. En este contexto no ayudan, desde mi punto de vista, posiciones extremas que pretenden, por un lado, hacer del plebiscito y sus resultados la unica y ultima razon articuladora de la reforma del DF, como tampoco las de quienes se oponen al plebiscito porque sienten que este les mueve el estrecho piso de sus intereses partidarios o de grupo y que, como el PPS, acuden a argumentaciones tan retorcidas como anacronicas para justificarse. Lo que el plebiscito pondra sobre la mesa sera, en todo caso, el peso especifico de su convocatoria, de sus resultados y su civilidad .