GUIA: TEV SECCION CULTURA PAG. 1 CINTILLO: DIVERS CABEZA: Antinoo te v CREDITO: Daniel E. Herrendor Entonces no me querias tanto. No tanto para que yo amara la vida lo suficiente. Entonces te ocupaba mas la suerte del imperio. Yo no pude pre- tender esas dimensiones, ni simular una forma de la competencia. ¨Que sabes tu de las cosas que siente quien solo pudo probar en su vida el sabor agreste de un campo infertil y un dia amanece instalado en el centro del mundo, alli donde no hay groseria contra la humanidad que no se cometa Los que te oyen hablar de Roma creen que sometio a cientos de pueblos en defensa propia. Si alguien te oyera hablar de Antinoo creeria que me amaste porque odiabas la soledad de los amaneceres. Un dia te dije que la vida no tendria que durar mas de 20 anos, que es el tiempo que tarda un alma en convertirse en su propia podredumbre. Pero ese dia iniciabas la campana a Mauritania, y te dire Comenzo la fiebre encadenada de una conquista; tus militares no se sublevaban porque tu les dabas las cuotas de violencia que necesitan para sentir que viven. La nueva carrera para demoler el futuro de los otros atrapo todo tu tiempo. Dijiste palabras de un heroismo incestuoso; el Senado, avido de Cesares, te ofrecio las estrellas de toda jefatura, y tu (tu hecho de sangre romana, tu que compartes la tierra sosegada de Seneca, tu que amas la paz de los crepusculos) el Senado te ofrecia el agreste sabor de a muerte (tu de mirra, tu muriendote de azules destemplados), el pesado sabor de la muerte (tu te ibas muriendo, Adriano, muriendo de indecisiones); el Senado era la patria hecha escorias, conciencia mal herida de las clases ecuestres (tu caido del caballo y yo no estaba), los patricios rencorosos de la noche te ofrecian la via lactea, te dieron las llaves de los astros (tu te cansas de ser cosmico, de iniciarte en los humos del incienso, tu mandaste a ejecutar a una bruja) y te dieron el poder y la indeci ion, y la responsabilidad de la gloria (te mueres, Adriano, vas muriendote de sangre mal atada, de un cuerpo amarrado a su vejez como un potro enceguecido de trotar) y comenzaste la campana a Mauritania En Senado te dio las bendiciones, y salimos al vasto y languido imperio de la noche, a recorrerlo todo entero (somos romanos tambien en el exilio) para llegar a las fronteras inventadas (¨quien te dijo que Roma termina en una linea que Cesar trazo en un meridiano?) para llegar a las aduanas de los eucaliptus (ayer ordenaste a los buitres que no volaran sobre los cadaveres) para llegar a la conciencia de Roma que no esta en ninguna parte (hazte del mundo, Adriano) en ninguna parte (deshazte del mundo y traz tu los meridanos) Roma no esta en ninguna parte porque es grande como el Olimpo y gorda como una vieja paralitica y es invisible como yo (soy yo blanco, Adriano, blanco de tanto desvestirme, porque froto mi cuerpo en el lecho de este rio hasta que sangra, y cuando las aguas de los mares estan rojas de sangre griega, yo, Adriano, creeme, yo me bebo mi sangre para que no la veas, para que no creas mi muerte, porque soy blanco como las estatuas que hicieron cuando ordenaste que abolieran mi muerte). Roma no sta en ninguna parte: ni en Asia, ni en Atenas, ni en la memoria de tus mayores, ni en la sombra de Pompeyo (tu te hubieras devorado a Cleopatra), ni en el cielo indiviso, ni en las espadas, ni en el valor de tus punales Yo te dije: La vida es una infamia, pero empezaba la campana a Mauritania y habia tantos hombres que matar que no viste mi muerte que salia de mis ojos y entraba por mis ojos. Te vi disenando los finales de la vida de los otros; te vi monstruoso en la sombra de los dias, te vi terrible y soez, y supe que eras mas el emperador de este mundo que mi protector, la razon de mis noches deshabitadas de sueno. Yo lo supe, Adriano, yo supe que querias descansar de mi. Estabas atareado, fatigado, dominando tempestad s y comprando las vides de la Mesopotamia, y subiendo los precios de los cueros y apestando a Roma con olor a cuero podrido para que multipliquen los libros en la calle de las sandalias. Ya lo sabes: no se trata de una coincidencia; con el mismo maloliente cuero de ovejas, los mismos hombres que fabrican sandalias y coturnos hacen los papiros de los libros: todo sirve para camina .