Ciudad, Pag. 31 FRANCISCO MEJIA Segregados para morir. -En este pabellon esperamos la muerte y es nuestra carcel, dentro de la misma carcel. ­Estamos encarcelados doblemente!, nos llaman los apestados, los sidosos... La comitiva avanza por los largos pasillos de la Penitenciaria de Santa Martha Acatitla; ¨cual es el fin de la visita?, se preguntan decenas de ojos que miran a los visitantes. No hay respuesta. ¨Acaso los propios visitantes la tendran? Es la Comision de Salud de la Asamblea de Representantes del Distrito Federal, aunque esto es decir mucho, pues solo van cuatro elementos: Juan Carlos Sansores Betancourt, Rosa Maria Hernandez, Juan Carlos Sanchez Magallan y Jose Luis Gonzalez. "Vomitaba mucho y apestaba a madres, andaba de aqui para alla hasta que vinieron los medicos y lo aislaron. Se murio, tenia Sida", ¨por que los persiguen los recuerdos?, podria preguntarse alguien "aqui solo vemos un pedazo de cielo, ¨que hay mas alla?. No podemos pensar en otra cosa". Entonces uno ve y se da cuenta, es la reclusion total. Se atraviesa el pasillo, se da vuelta; pasamos por una reja, por otra, por otra, por otra, por otra mas y sin darnos cuenta cruzamos otra mas. Vigilantes vestidos de color caqui, paredes azules, azulejos de un color que oprime, que aplasta. Ya estamos adentro. Pero antes. -¨Por que no nos oyen por un momento?, queremos salir, somos de la tercera edad ­y tenemos derecho a la libertad! -¨Como?, podria preguntarse alguien que viviera en el desierto, cerca del mar, un aprendiz de gaviota. -Somos 15, todos de 65 a 70 anos; hemos hecho todos los tramites posibles ­y todo ha sido inutil!, ¨es justo eso? ¨Es justa su situacion?, se pregunta uno mismo. En sus ojos se ve un vacio, quiza la desesperanza habite en ellos; su piel tiene decenas de zurcos; sus manos, se mueven en el aire como queriendo encontrar un asidero. Y sus vidas, ¨cuales?, no se ven. Son 15 hombres que levantan la cabeza y quieren respirar. Todos ellos visten de azul. -Porque me encontraron con una chicharra de marihuana ­estoy aqui? y ya llevo diez anos. ¨Es justo eso? ­les rogamos que tengan piedad de nosotros!, grita Leonardo Gutierrez Mondragon. "No vayan a ese lugar, estan los sidosos", aventura un preso al paso de la comitiva. Sus labios tiemblan, la boca no llega a abrirse. ¨No los quieren alla afuera, se le pregunta a un seropositivo que en una sala la juega con sus homologos futbol americano de mesa. Rie, ve a los intrusos y se agacha. Su mirada penetra, "es una experiencia muy dificil". No hay mas. Un pasillo y a los lados las puertas. En los dormitorios hay de todo para ser felices. El espacio ludico de la infancia insiste. En las cabeceras de las camas Gloria Trevi o Bibi Gaytan. Es el placer sexual que no se nombra. En ese mismo mundo del alucine, los altares; infinidad de fotos de martires que los acompanan. En una pared se lee: "muero por amor". Las televisiones blanco y negro, su unico contacto con el mundo. Estamos en el pabellon de los sidosos. Uno de ellos, al grano, escupe: "yo contraje el sida aqui". Edad: 45 anos aproximadamente. Concluye, sin dejar de mirar a su pasado: "no es justo". Posteriormente fue desmentido por el director general de Reclusorios y Centros de Readaptacion Social del Distrito Federal, David Garay Maldonado, ¨O fue al reves el desmentido? -­Adios licenciado?, le dice una doctora al mismo Garay Maldonado. A ver cuando nos visita, ­nunca viene!, le espeta con una sonrisa angelical. La salida. ¨De que pesadilla quieres huir?, cada ventana es un cuarto, cada cuarto una carcel; ¨dijo asi Pepe Revueltas? Los visitantes llevan la referencia del exterior. Los presos tienen la referencia, pero en el pasado. Los visitantes tienen la oportunidad de decirse entre si, ­somos libres! Los que se quedan adentro tienen la esperanza de pensar, de sonar, de odiar y finalmente preguntarse ¨para que quiero ser libre? Quiza los que no vivan para contestarselo, sean los sidosos. Ellos si se quedaran con el alucine de sus dos horas de recreo "para que jueguen fut boll", su doble encarcelamiento, sus ojos que se les atrofian, su piel que se desgarra y se transparenta, su cuerpo que se torna sin volumen, y sus deseos que aun son de este mundo. Pero ¨que viven, su vida o su agonia?, fue la pregunta que se plantearon los visitantes despues de haber pasado la ultima garita. Y constatar que afuera hay coches, calles y que el sueno continua. Atras se quedaron los segregados, esperando su muerte. ¨Es justo eso? Y que cada quien se conteste como quiera. Vale ntinua. .