SECCION ESPECTACULOS PAGINA 39 BALAZO: ZONA DE TOLERANCIA CABEZA: DE PASO No era la primera vez que comiamos juntos, de hecho, nunca habia rechazado ninguna de mis invitaciones anteriores. Para mi era claro que ella queria algo mas que comilonas o copas a media tarde, sin embargo, invariablemente, despues de algunas insinuaciones mas alla del flirteo usual me dejaba ahi sentado argumentando la vuelta obligada a la oficina. Y asi, tan oronda y bien comida regresaba a toda prisa al trabajo. Pero esta vez no la dejaria ir tan facil, bastantes buenos pesos me habia g astado y a en comidas sin haber probado siquiera el plato fuerte. Aunque su resistencia al vino era mayuscula y la mia nula, lo intentaria con dos buenas y mareadoras botellas de vino blanco por cabeza, nomas de pura entrada. Con cero alimento y un pomo adentro, desde luego que empece a cometer alguna que otra torpeza, como pedir otras dos de blanco para cada uno. Ella no dudo en aceptar, se veia tan entera como para que le entrara toda una barrica. Con las ceremonias de rigor el mesero descorcho y sirvio l as respectivas copas, la de ella no tardo un solo minuto en vaciarse. Enseguida empece a notar como que cedia a mis ruegos aun un tanto disfrazados, nos tomabamos de las manos y sus dedos se movian acariciantes, y aunque esto ya lo habia hecho en otras ocasiones, su mirada ahora se notaba turbia e inquisidora, quiza buscando alguna frase o propuesta contundente de mi parte. Pero no quise arriesgar y entender mal sus senales, por lo que permaneci impavido, sin decir jota pero pensando en que esta si seria la buena y en el Hotel Bellini (Misterios y Bellini, Peralvillo. N$ 80). Ella insistio y, ante mi falta de respuesta, se descalzo y empezo a pasear su pie por encima de mis dos piernas, iba de la izquierda a la derecha, de arriba a abajo, despacio y, de pronto, sin agua va, directo al centro. A medida que incrementaba sus caricias en mi organo favorito, mas se me hacia tarde para tendermela ahi mismo sobre la mesa, o abajo, en pleno restaurante. De repente, y aunque con trabajos tragaba saliva e intentaba dis imular, pense que si me habria de dejar ahi sentado otra vez por regresar a su trabajo, al menos me llevaria una buena masajeada, a la medida de mis ganas, y aprovechando lo largo del mantel me desabroche el pantalon, baje cierre y como pude lo libere para que su pie continuara su ataque a toda piel. Y asi lo hizo, cada vez con mayor rapidez. No se ella, pero yo ya de plano queria sentirla mas cerca, y entre trago y trago, que cada vez eran mas frecuentes, me eche los pantalones hasta los tobillos sin impor tarme que el mantel no alcanzara a cubrirme. Ella entendio bien la jugada, se quito la otra zapatilla y a dos pies se puso a darme calor. Con la voz entrecortada y los ojos a medio abrir alcance a secretearle: "Que tal si nos vamos a otro lugar, no vaya a ser que alguno de estos meseros tan atentos llegue y me diga [senor, se le cayeron sus pantalones con todo y calzones/, y se acomida a levantarmelos". "Cual otro lugar -me contesto sobresaltada-, de no ser a mi oficina no veo otro sitio. ¨Ya viste la hora que es? Ni comi y encima voy a llegar tarde oliendo a puro alcohol". Al segundo se levanto impulsada por un resorte, recogio su bolsa, me dio un beso y un "hablame al rato", y salio corriendo descalza con los zapatos en las manos. Enfurecido, frustrado y bastante tomado me levante a tratar de alcanzarla; ni siquiera me habia dado cuenta de mis fachas, hasta que intente dar un paso y los pantalones, que en ese momento de plano se fueron hasta el suelo, lo impidieron. La voz del mesero no tardo: "Senor, se le cayeron los pantalones". Como lo esperaba, muy atentos, y con lo que de voz me alcanzo a salir le dije: "Gracias... es que ya no hacen los cinturones como antes, ¨verdad?" .