SECCION ESPECTACULOS PAGINA 38 BALAZO: ARTUD Y WITKIEWICZ CABEZA: LOS PROFETAS CLAMAN POR LA PUREZA CREDITO: BRUNO BERT El que ama profundamente corre el peligro de caer en el fanatismo, y si se instala en el, entonces clamara por llegar a los extremos, destrozando limites, en un desesperado afan de pureza. Esto pasa en la religion, en la politica, en las relaciones de pareja y tambien, por supuesto, en el teatro. El siglo XX ha escuchado reiteradamente estos gritos estremecidos de misticos muchas veces ateos, exasperados por la mediocridad de un realismo psicologico profundamente agotado y que sin embargo pervive tenazme nte en los escenarios. Nos dice, confirmando, Jose Sanchez al comienzo de un interesante estudio de las vanguardias: "La experiencia contemporanea del arte escenico esta marcada por la fijacion cultural de ciertas formas del teatro burgues de mediados del siglo XIX, que se resisten a dejar escapar de si el concepto mismo de teatro. Es contra esto que se alzaron voces como la del frances Artaud o del polaco Witkiewicz, en los mismos anos (sobre todo el periodo de entreguerras), con igual desgarramiento y p arecidas voces, agitaciones y culpas. Este ultimo tal vez sea menos conocido para el publico en general, pero al igual que Artaud fue un ser visionario, polifacetico, incapaz de plasmar sus propias teorias a las que podemos leer mas como alucinaciones confusas con brotes de genialidad, que como un cuerpo ordenado de postulados a llevar a la practica. Salvo que su suicidio en 1939, cuando los alemanes entraron en su pais, pueda ser interpretado justamente como el mas extremo y veraz, el mas "puro", de sus ac tos teatrales. Jean Patula, que prologa uno de sus libros (La forma pura del teatro), nos dice que fue director, conferencista, periodista, una "institucion" de escandalos sociales que provocaba sobre todo a partir de su capacidad como pintor, alcoholico, narcomano, erotomano... y que ademas compuso una importante cantidad de escritos para el teatro, traducidos hoy a mas de 20 idiomas. En ambos escritores sentimos la necesidad desesperada de devolver al teatro a sus raices rituales, en donde el actor y el espectador coexisten en un mismo fenomeno de transformacion real, de contacto profundo con lo esencial del hombre a traves de lo que esta antes que la representacion. Y es extrano advertir que en ellos se dan los extremos en donde se rechaza del teatro todo lo que no sea capaz de poner al ser humano en ese contacto con la divinidad que porta en si mismo. Pero ninguno de los dos sabe como lograrlo: si erradicando al cuerpo y dejando solo la voz y el verbo, o si quemando los sentidos e integrando todas las alternativas escenicas en un arte total que sacuda y transforme al hacedor y al espectador simultaneamente. Dice Witkiewicz: "En el teatro de hoy el aburrimiento domina sin cesar... Para mi el objetivo de este arte consiste en sumergir al espectador en un estado de excepcion, inaccesible en la vida cotidiana... al salir, debiera tener la impresion de hacerl o de un sueno extrano, en el cual las cosas mas triviales tienen un encanto inexplicable". Ambos claman por el fuego y la peste para despertar a la bestia teatral y al hombre que la cabalga. Y ambos mueren quemados en sus propias llamas. La funcion de los profetas no es hallar la pureza sino clamar por ella, sembrando la necesidad y la busqueda en los tiempos que siguen. Es lo que Artaud y Witkiewicz hicieron, influyendo profundamente en los creadores de la segunda mitad del siglo. Vale la pena leerlos, porque tienen una profunda cualidad seminal, capaz de despertar nuestros propios y ansiosos angeles negros. D .