SECCION CULTURA PAGINA 34 CABEZA: Vivir la muerte-Bastienne Schmidt/I CREDITO: ELENA PONIATOWSKA En Grecia, una nina camina de la mano de su padre, arqueologo. El recoge tepalcates, ella, la nina, Bastienne Schmidt recoge fragmentos de paisaje, escenas de tierra y polvo al tamano de su entendimiento. La nina es alemana de nacimiento pero su espiritu es griego, su formacion griega, su pensamiento griego. En su alma, las dos culturas se vuelven antagonicas, las observa y las juzga. De pronto ese padre tan amado, ese humanista inclinado sobre los hallazgos de la unica civilizacion que nos ha hecho casi dioses enferma de leucemia. Si su enfermedad y su muerte son devastadoras, Bastienne y sus cuatro hermanos se unen para cuidarlo y contra la muerte inventan sus propios rituales. Esto fue hace ocho anos. Despues de la muerte de su padre, Bastienne lo busca. Inicia su vida. Sola. La gente siempre dice: la vida tiene que seguir. Bastienne encuentra a su padre sorpresivamente en otras muertes. En Estados Unidos (America como la llama Bastienne), por una pura casualidad, la invitan a Peru. Nunca imaginaron el bien que le harian. El descubrimiento de America Latina a traves de Peru es una revelacion. Bastienne entra en contacto con una cultura mucho mas fuerte en sus sentimientos que lo que ella europea al fin, cartesiana al fin, civilizada al fin puede reivindicar. Confrontar la muerte de los otros, los mas desconocidos, los mas pobres con su propia muerte, es decir, con la de su padre es una ma nera de situarla dentro del tiempo y dentro del espacio, darle su lugar, devolverla a su sitio. La muerte es parte de la vida, a veces, ni siquiera es su culminacion, simplemente es. Hay que tomarla asi. A partir del momento Bastienne Schmidt decide que la muerte es un hecho en el que se puede reflexionar decide hacer un libro sobre ella y esta se vuelve su forma de llorar a su padre. El sentimiento de perdida es tambien una busqueda del amor. Todos los que hemos vivido la experiencia de perder a un ser amado, sabemos que la mayor desesperacion es la del amor perdido. Colombia es el segundo destino de Bastienne Schmidt. Alli confronto su mas dura experiencia, la mas brutal porque ve el lado fisico mas crudo de la muerte, el de las morgues, el de los cementerios, el de la muerte pobre en los barrios mas abandonados, el de las salas de hospital en el que todos esperan cama y al muerto hay que tirarlo por la ventana, la muerte que es carne sin disfraz, sin pudor, nuestra carne humana que va sorrajandose, estallando, reventandose, volviendo a la putrefaccion. Verlo resulta muy dificil porque los europeos ligan a la muerte al pudor, la ven de lejos, la tratan con pinzas, ponen un velo blanco entre la materia que se corrompe y la persona. Bastienne sintio que debia forzarse a ver, forzar su cuerpo y su mente a traves del tunel carnal, las tripas, los organos, los cadaveres con su numero escrito en la pierna con grandes letras. Los vericuetos de la muerte eran de linfa y de saliva, de grasa y de sangre. Bastienne los recorrio un poco como zombie, como si caminara dormida a traves de mundos que jamas, ni en la peor de sus pesadillas, sospecho. Viajo entonces a Mexico para presenciar el Dia de Muertos en Patzcuaro, el 1 y el 2 de noviemb re. La idea de que los muertos regresan a visitar a los vivos durante dos dias la consolo como nos consuela a los mexicanos hace cinco mil anos, antes del catolicismo. El regreso de los muertos, la familiaridad entre vivos y muertos resulto un concepto nuevo para ella, una idea que le brindaba esperanza y por que no, le daba confianza. Pasarse toda la noche en el cementerio y ofrecerle su comida favorita al difunto, su cerveza o su chocolate, sus flores amarillas y su calavera de azucar con su nombre en la frente fue un gran consuelo. Cerca del lago de Patzcuaro, Bastienne vio a mexicanos levantar en el cielo, una red de pescadores llena de flores para senalarles a los muertos el camino a seguir para descender desde el cielo a los lugares vivos donde se les recibiria y daria de comer. Cada sitio la llevaba a otro nuevo. Bastienne viajo a Guatemala, a Cuba, a Brasil y no solo se le grabaron las fotografias que tomaba, las imagenes captadas por su lente, sino los gestos de la comunidad, sus costumbres redentoras, sus oraciones, sus brindis, sus "Salud", su manera de tocar a sus muertos, de llorar, de reir, de abrazarse, de comer juntos, de emborracharse en torno a la tumba que les servia de mesa, de ver a los ninos correr y jugar a las escondidas entre las tumbas del cementerio, todas esas imagenes son ahora las que la alimentan asi como los gusanos bajo tierra se alimentan del cuerpo humano. Al aceptarlo, Bastienne se dio cuenta que por fin en ella, la vida y la muerte se reconciliaban, vivian juntas, vida y muerte, muerte y vida, mientras que antes, en su propia cultura occidental, vida y muerte vivian y morian separadas. Han sido cinco largos anos y la busqueda aun no termina ni terminara nunca. En el rostro de la muerte, Bastienne descubrio el mejor rostro de los hombres, aquel que con toda sencillez acepta que ser hombre es ser corruptible, pasajero, circunstancial. Quienes hacen que la muerte sea parte de la vida son sabios y en general, los pueblos indios saben que solo estamos sobre la tierra de paso, que solo venimos un ratito, que nuestra vida es otra y nos espera mas alla en un lugar en lo alto, quiza entre las nube s o mas alla de las nubes. Las fotografias de Bastienne Schmidt tambien encaran a la muerte. Si algunas soy muy crudas y nos muestran la peste y la descomposicion, otras nos regalan un momento de gracia al darnos a las ninas-angeles coronadas de perlas que mitigan el dolor del padre de familia que en Mexico grita frente a su muerte. Afortunadamente los rituales todavia existen y en cierta forma allanan la experiencia y fungen como guias. En America Latina, la muerte por violencia es cotidiana y de tanto repetirse se vuelve tolerable. Frente a la muerte, la fotografia es prueba de vida, sin embargo, se considera macabro y de muy mal gusto tomar fotografias de muerte. Nadie entiende, por ejemplo, como Tina Modotti pudo tener el valor de sacar una fotografia del rostro de su amante Julio Antonio Mella en su cajon de muertos. Bastienne Schmidt vivio ella misma esta situacion al enfrentar la muete de su padre. Sentia un deseo urgente, una ansiedad de registrar cada momento y conservar hasta el final todas las memorias compartidas pero sabia que era imposible hacerlo. La fotografia, en ese sentido, es ilusion y prueba de realidad pero es tambien intrusion y en ciertas circunstancias equivale a una violacion, a la mas alta traicion. Al no poder, retratar a su padre, Bastienne retrataria otras muertes mas humildes, mas anonimas, notese que entre todos sus muertos, todos, absolutamente son muertos pobres, aquellos que ni alcanzan campo santo, aquella carne de canon que acaba irremediablemente en la fosa comun, confundidos craneos y esqueletos, hu esos sobre huesos asi como se dice piedra sobre piedra. Las unicas fotos abstractas, las unicas que no escurren sangre y linfa son las que se cuadriculan en quien sabe cuantos cajones de cemento que llevan los numeros de 581, 582 (y que en Mexico llamamos criptas) y a veces se distinguen con nombre y apellido y otras con alguna fecha: Concepcion Ramirez, Blanca O. Bejarana, 14 de julio 1987 y que nos tranquilizan mas que las cruces de secuestrados y asesinados que adornan como grafitti los blancos muros de una vivienda cuya puerta parece la del horno mismo al infierno. En Bogota, Bastienne Schmidt, el sueno todavia adormilado en su cuerpo, revivio la atmosfera del padre muerto, mas bien, del padre en el proceso de morir. Sentada en el patio cubierto, los rayos del sol que atravesaban el techo de vidrio le hicieron recordar a su casa. De pronto escucho esta musica: el Requiem de Mozart, la musica de su padre, el Requiem de la muerte de su padre. Recordo que no podia dormir, estaba en Grecia, para llegar a la recamara de su padre habia que atravesa r el hall. Bastienne podia oirlo toser. Tosia con la musica de Mozart. En ese momento supo que era demasiado tarde, que su padre iba morir. Nacer para luego morir. Entonces comprendio la soledad esencial de su padre, su admiracion por filosofos como Kierkegaard. Sabia que iba a morir solo, la palabra muerte jamas se pronuncio. Lo que los acercaba era lo que no decian, su amor, del que no hablaban como si se tratara de un misterio mas alla de ellos mismos. Si Bastienne y su padre no pudieron comunicarse a traves del lenguaje (ahi estaba si, pero ninguno lo formulaba) lo han hecho ahora a traves de otras muertes. "Cada vez que escucho el Requiem ahora, y esto ha sucedido en ocasiones y en extranos lugares, lo siento como una senal enviada por mi padre. Mis lagrimas son instantaneas, pero tambien son una especie de consuelo espiritual que me ha acompanado en muchos viajes. Una mujer vende flores, solo su cabeza asoma entre las hojas verdes, lee la pr imera plana de Espacio, periodico de sexo y rimen, Eros y Tanatos. Esta combinacion vende muy bien. Cinco personas fueron asesinadas dice el encabezado, la fotografia tiene un toque surrealista, cinco cuerpos cubiertos por sabanas blancas. La gente no deberia de estar tirada en la calle." En la funeraria de la calle 33 A, Bastienne Schmidt asiste a tres sepelios, el de una muchachita de 17 anos muerta de leucemia. Setenta personas, la mayor parte de ellas jovenes en uniformes de escuela acompanan a la difuntita. Algunas lloran, otras platican entre si y la fotografa se pregunta que esta haciendo alli, viendo el dolor de los demas, aun mas con su camara. En otra capilla, los deudos velan a una anciana. Que bueno que sea un viejo el que murio, piensa Bastienne. Es normal que mueran antes. Los ninos vestidos de domingo acaban por aburrise y jugar en torno al feretro. En otra capilla solo se encuentra un cuerpo, nadie mas, ningun visitante, ningun familiar. "Ese debe ser el miedo mas grande reflexiona Bastienne el miedo que todos tenemos a morir solos." Una mujer entra a la pieza y le pregunta a Bastienne si es un familiar y la fotografa solo hace una pequena senal con la cabeza. Tiene razon Bastienne. Es ya pariente de todos los difuntos, familiar de todas las muertes, prima hermana de todos los que fallecen en el lodo en las vecindades mas pobres de Bogota, de Mexico, de La Habana, en esos cementerios en los que no hay monumentos ni esculturas, solo unas cruces, unos monticulos de tierra, unos muros en los que se encajan las criptas como en un panal de abejas negras. Cuando hay suerte, o dinero, una placa con el nombre del difunto lo recuerda. En los cementerios de los pobres, son frecuentes las exhumaciones porque hay que sacar a unos para meter a otros. Por falta de espacio. Despues de tres anos, esto es lo que le toma a un cuerpo descomponerse, a los muertos pobres los sacan de su feretro en descomposicion, los familiares recogen las cenizas o mandan los huesos a la fosa comun, si no hay dinero. Los testigos de exhumacion son indispensables. Los pozos hondos llamados fosas comunes son obra de Goya y de Bosch, los humores, las exhalaciones de la tierra son dantescas. La gente espe ra en torno a ellos, sus rostros cubiertos por panuelos y miran hacia el mundo de horror humano de los pozos. Son los ultimos testigos de la vida, de la miseria y de la muerte, pero tambien esperan y tiran flores al agujero, este mismo agujero cavado por manos humanas y rellenado por cuerpos humanos que ya ni siquiera estan vestidos sino cosidos como pedazos de tela barata, una vision apocaliptica de la humanidad. Todos los lunes en la tarde viene al cementerio un nino que inhala cemento a rendirle homenaje a su madre muerta y tirada a la fosa comun y se detiene en el borde del pozo y alli saca su frasco e inhala. La fosa comun ejerce sobre el una fascinacion morbida. Parece un angel de la muerte. No solo en las funerarias de la calle 33 A encuentra Bastienne material para sus fotografias tambien ve la preparacion de un cuerpo y como viene envuelto dentro de una bolsa de plastico. Juan un hombre dulce y callado lo saca de su bolsa con unos cuantos movimientos precisos. El cuerpo encima de la mesa aun parece estar vivo, la piel tan suave y blanca le recuerda el cuerpo de su padre cuando los cinco hermanos lo alzaron para que tomara su ultimo bano. La cara muestra todos los efectos de la vida, mientras que el cuerpo retiene una inocencia de nino. Bastienne platica con Juan, que si le gusta su trabajo, que si le pagan bien, que por que diablos tiene esa chamba. Juan responde que el aprendio en ninguna escuela en Guatemala sino a traves de su propia experiencia y no, no le molesta hacer este trabajo, en realidad es como cualquier otro. La paga no es mucha pero los propios pensamientos entretienen. Juan es rapido, puede dejar listos al menos a tres muertos en menos de un dia. Juan corta una vena en la parte alta de la pierna (cortar la piel es una viol acion, un sacrilegio) y la conecta a un tubo de plastico, lo llena de sangre de la arteria principal. Lentamente el rostro cambia de color y vuelve a la vida. Sin embargo, despues de que Juan le pone los pantalones como a un nino, el muerto es de nuevo un objeto inanimado. Juan entonces cubre su rostro con una gruesa capa de maquillaje cremoso con el que se ve tan muerto como en el principio. Bastienne Schmidt recoge hasta el mas minimo detalle, la mas pequena costura, retrata hasta los tapones de algodon i ntroducidos en la nariz del muerto. En cierta forma, su rescate de la muerte es despiadado pero es tambien un instrumento de su propia salvacion. Al familiarizarse con ella, la exonera de su espiritu, al entrar en contacto con la muerte mas pobre demuestra, como los mexicanos demostramos, un gran amor y un gran respeto a los antepasados. Celebra la continuidad de la vida, la relacion sagrada con la tierra, la de los lazos de sangre de la familia, la del Arbol de la vida, que en realidad es la del Arbol de la muerte, la solidaridad comunitaria. En el amanecer del nuevo mundo, en la era de la cibernetica y de los satelites artificiales, Bastienne Schmidt cuyo nombre significa bastion, parapeto, proteccion, resguarda creencias milenarias. Es la que conserva, la que mete sus dos manos fuertes en la tierra negra, la que limpia la sangre, la que envuelve la carne para que no se desbarate, la que cose, la que zurce, la que cubre con balsamo el cuerpo que ya ha entregado el alma. Pesada con todas las al mas que ha visto morir, Bastienne Schmidt, libre ya de su envoltura humana, vuela su gran vuelo negro y nocturno y nos entrega fragmentos de su redencion a traves de la muerte, instantaneas estelares de los muertos que quieren que todos sepamos que vida llevaron sobre la tierra. .