PAG. 37 SECCION: ESPECTACULOS CINTILLO: PANNONICA CABEZA: Laurillard-Koster en el Franz Mayer CREDITO: XAVIER QUIRARTE "La musica es una aventura". La frase pronunciada por Coleman Hawkins hara unas tres decadas traspasa el tiempo y se instala en el Museo Franz Mayer. Es la noche del viernes y la coleccion de obras que en vida recolecto Mayer se cubren con los sonidos del trio de saxofon soprano, trombon y piano. Alan Laurillard, Herman Koster y Bert Wanderbeen: tres musicos dispuestos a la aventura. Esta noche nada es predecible. Apenas los musicos pisan el escenario la sorpresa se convierte en el elemento clave. El sonido del trombon semeja un oso gigantesco que ronda el fondo de una cueva. El sax convertido en mono grita su euforia y luego se torna un pajarillo. Al fondo el piano revolotea como mariposa en la oscuridad. Ahora el trombon lanza un grunido y los musicos avivan los sonidos que la oscuridad no puede ocultar. "Sounds of the Cave" es el nombre de la pieza y el vehiculo para que ejecutantes y publico se mantengan en estado de alerta. Laurillard, Koster y Wanderbeen salen de la cueva y se instalan en "TV Moods", un perfomance musical en el que el pianista deja caer unos acordes tenues que permiten escuchar el trombon susurrante que conduce una tonada muy melancolica, en tanto que Laurillard implora que alguien lo rescate de los "ambientes televisivos, que son tan aburridos". El grupo deriva entonces hacia "Infrared" y la complejidad del tejido musical permite escuchar lo que el oido no percibe todos los dias. Para el trio compuesto de dos musicos holandeses (Wanderbeen radica en Mexico) y un canadiense (que vive en Holanda), la aventura necesariamente significa echar mano de todos los generos, e incluso de elementos en apariencia extramusicales, como son gritos, gestos, expresion corporal, poesia e inlcuso el ruido de un avion que se convierte en parte del concierto. La primera parte cierra con una pieza en la que mezclan ritmos brasilenos con hard bop. Despues de un breve descanso, Laurillard y Koster regresan al escenario, esta vez acompanados de Fancisco Tellez al piano, Gabriel Gonzalez en el bajo electrico y Armando Cruz en la bateria. El quinteto abre con una pieza que se inicia con una especie de marcha propia de una corrida de toros y luego juguetea con la "Marcha funebre". Koster realiza un extenso solo en su deslizante trombon que evidencia que sigue de cerca el estilo de Ray Anderson (despues confirmaria que es su gran idolo). Los musicos holandeses asimilan las influencias de la musica mexicana y se adaptan a los requerimientos de las composiciones de Tellez. Un largo funk, que luego adquiere ritmo de rap, es el preludio para "Las beboperas", composicion de Tellez que toma prestadas armonias de "A Night in Tunisia" para luego seguir su propio rumbo. La obra es como un manantial fresco del que los musicos beben para construir sus solos. Tras otro descanso, los holandeses regresan esta vez con el bajista Rodrigo Castelan, el baterista Ricardo Castelan, Marcos Miranda en el clarinete alto y, alternativamente, Tellez y Salvador Amesquita en el piano. La musica se conduce hacia formas mas libres plagadas de improvisaciones colectivas. El publico que ha permanecido luego de casi tres horas vive los experimentos que se suceden en el escenario. En esta noche nadie es lider, todos han venido a compartir el placer de la aventura. El concierto ha concluido y no puedo uno dejar de preguntarse: ¨donde estan nuestros jazzista esta noche? ¨Por que no tuvieron la curiosidad de acercarse para intercambiar ideas con Alan Laurillard y Herman Koster cuando estos ofrecieron un taller en el Escuela Superior de Musica? Tal vez esten aplicados en el "hueso" o es posible que se encuentren en casa, seguros de que ya no tienen nada que aprender. En fin, ellos se lo pierden. ueso" o es posible que se encuentren en casa, seguros de que ya no tienen nada que aprender. En fin, ello .