SEC. INF. GRAL. PAG. 2 CABEZA: Revolucion vs. democracia CREDITO: Gilberto Guevara Niebla El sabado proximo se cumpliran 23 anos de la matanza del Jueves de Corpus (10 de junio de 1971). Ese acto criminal fue consumado por la policia y un grupo paramilitar, los tristemente celebres Halcones, y fue organizado por las autoridades del Departamento del Distrito Federal bajo el gobierno del presidente Luis Echeverria. En el perdieron la vida no menos de 50 estudiantes, la mayoria adolescentes, alumnos del CCH, de la Escuela Nacional Preparatoria y de las vocaciones del IPN. Tiene sentido evocar este triste acontecimiento no solo por razones morales (hablamos de un crimen que permanece impune) sino, principalmente, por razones politicas. La matanza del Jueves de Corpus inauguro un ciclo historico que hoy, con la crisis politica actual, esta concluyendo. Con el 10 de junio llego a su fin el ciclo intenso del movimiento estudiantil de 68 y sus secuelas inmediatas para dar lugar, en seguida, a una diaspora que llevo a millares de estudiantes, intelectuales y cuadros tecnicos en fo rmacion a abandonar la escuela y a abrazar ideas radicales de lucha revolucionaria o concepciones de contracultura o de cultura alternativa que dejarian honda huella en el pais. Es verdad que una parte del alumnado victima de la represion perdio animos, se decepciono alejandose de toda participacion politica y que otros, persuadidos de la pertinencia de actuar dentro del poder mismo para cambiarlo, se incorporaron a las filas del PRI. Pero numerosos estudiantes evolucionaron en otra direccion, se radicalizaron y decidieron seguir luchando: algunos se enquistaron, hasta hacerse fosiles, en los comites de lucha que pronto devinieron estructuras sectarias, encerradas en un discurso de autoconsumo; otros, se hicieron profesores y buscaron lograr a traves de la educacion y la reforma universitaria el cambio social que no habian conquistado en la calle; finalmente, muchos optaron por cambiar de trinchera y trocaron las aulas por el partido, la fabrica, el ejido o el barrio popular. Ahi, se hicieron militantes de grupos y partidos politicos, lideres y activistas obreros, campesinos o populares. Creo que esta diaspora impacto decisivamente en la cultura politica de Mexico. La experiencia de la represion, logicamente, no reforzo en esa masa resentida los valores de la democracia institucional, por el contrario, la violencia oficial los llevo a la conviccion de que la accion dentro de las estructuras legales y formales del pais era inutil y, desde su particular optica, hasta negativa pues las instituciones nacionales no servian al interes general y solo respondian a intereses particulares, los intere ses de la clase en el poder, la burguesia. La idea central que estos cuadros difundieron durante anos en el pais era esta: los trabajadores, todos, son victimas de un sistema de explotacion, el sistema capitalista, y el unico recurso que el pueblo tiene a su alcance para lograr redencion, prosperidad y libertad es destruir este sistema social y sustituirlo por otro. Habia que liquidar al estado burgues para levantar, en su lugar, un estado socialista. Esa liquidacion solo podria realizarse mediante una revolucion violenta. Con esta idea en mente, toda una generacion de militantes agrupados en decenas de grupos y partidos, se lanzaron a actuar en infinidad de frentes sociales. La participacion politica institucional no existio como opcion real para ellos, con razon, pues contradecia en sus propios terminos al discurso revolucionario. Empero, Lenin habia recomendado en su ¨Que hacer? que los revolucionarios deberian tambien actuar en el seno de las instituciones burguesas, pero no para hacerlas funcionar, sino simplemente para ocuparlas como tribuna para, desde ellas, hacer denuncias politicas del regimen. Los rasgos internos de este fenomeno revolucionario han sido insuficientemente senalados, pero es obvio que esta generacion volvio la espalda a la politica propiamente dicha y se aboco a la lucha social levantando banderas economicistas y enarbolando criticas morales mas que politicas (aunque ellos mismos proclamaran estar haciendo politica). La funcion, principal, que cumplieron fue denunciar a los gobernantes y las instituciones burguesas, denuncia que solo podia producir un efecto educativo negativo: ind ignacion, rechazo, odio, resentimiento contra el Estado y, como contraparte, se alimento una mistificacion de la sociedad civil alabando en ella supuestas y ambiguas virtudes. Entendida de esta manera, la accion politica se veia reducida a reivindicacions concretas, de impacto inmediato; a promocion de una cultura de la victimizacion ("Tu no eres responsable de nada, la culpa la tiene el sistema"); a luchas desgastantes de confrontacion inspiradas en la filosofia de "cuanto peor, mejor" y del "todo o nada" que dejo como secuelas una cadena interminable de derrotas y fracasos de movimientos y una cauda de resentimientos y odios contra el Estado. La negociacion, mecanismo clave de todo sistema democratico, era despreciada y condenada. Negociar equivalia a traicionar o transar. Las luchas no se gestaban para ser solucionadas puesto que las soluciones estarian probando la eficacia de la ley y las instituciones sino para debilitar al sistema institucional burgues. La revolucion estaba a la vuelta de la esquina: de un momento a otro sobrevendria el derrumbe del capitalismo. Por lo tanto se rechazaron y condenaron los mecanismos institucionales de partic ipacion, como las elecciones. No es facil decirlo, pero es una verdad demostrable. Los luchadores del post-68 desconfiaron de la politica y de los politicos. Para ellos, como para todo el pensamiento economicista (vease Gramsci), la politica es una farsa, un engano, un circo, un juego de ilusiones, un teatro guinol manipulado desde fuera del escenario por la clase dominante. Esta vision irracional, fatalista, hoy forma parte de nuestra cultura politica. La incorporacion de militantes de izquierda al espectro partidario (que se inicio en 1978) no podia producir, de manera automatica, una nueva cultura politica entre ellos. En muchos casos simplemente las ideas se silenciaron (Chiapas se encargo, fehacientemente de demostrarlo) y, en realidad, con la reforma politica solo se logro que la cultura revolucionaria se empalmara sobre la institucionalidad democratica produciendo las paradojas y contradicciones que conocemos. Se actua dentro de la ley, pero se aplican metodos revolucionarios de accion con los cuales se busca, no respetarla, sino d esbordarla. La politica se convierte asi en un desafio permanente al orden social. 1968 borro el sueno feliz de la plutocracia alemanista e indujo a la burocracia politica mexicana a buscar caminos institucionales para renovar el consenso; el post-68, por su parte, creo las secuelas de donde surgio, en parte, la pesadilla que hoy vivimos. .