SECCION CULTURA PAG. 34 BALAZO: 14 ANIVERSARIO LUCTUOSO CABEZA: Henry Miller: correspondencia del placer CREDITO: Alejandro Ortiz Gonzalez eis mujeres a la vez, a las que llevaba a su dormitorio para charlar, escuchar una lectura y sacudir sus recuerdos. Con la llegada de Brenda Venus a la vida de Henry Miller escribio Lawrence Durrell en el prefacio a Querida Brenda, Seix Barral, 1988 todo cambio, mantuvo una correspondencia nutrida y placentera 1935-1980, Siglo XXI Editores para cualquier lector capturado por los Tropicos de Miller y el Cuarteto y Quinteto de Durrell, como arterias de un mismo corazon. En ambas compilaciones, el deseo de vivir a toda costa, aun mas a traves de las letras cuando la piel ya no dio para ello, se trocaron en novelas que se conocen como epistolares, donde tramas, personajes y tragedias individuales se entremezclan sin cese al fuego, recuperando para el que lee esa capacidad de registro, de cronica diaria, instantanea, sin menoscabo de la calidad literaria. Hablar de Miller conduce inevitablemente a practicar sobrevuelos en torno a Anas Nin y Lawrence Durrell, entre un sinfin de personajes del Paris de la posguerra, que habrian de recorrer el mundo Nin viajaria a Estados Unidos, Durrell a Chipre, Egipto y las islas griegas y Miller de tumbo en tumbo hasta volver a su Paris anatomico y de ahi a California sin separarse, en un triangulo de multiples puntas cuyo eje fue siempre la letra impresa, el diario, la correspondencia en todas sus acepciones. Biografos entre si, Miller, Durrell y Anas, la insaciable y curiosa, frenetica perseguidora de la experiencia vital, del goce, supieron armonizar en la distancia los impulsos que los unian en la infatigable empresa de vivir a costa de todo y de todos, donde el sexo y el erotismo se confundieron a veces y los llevaron en no pocas ocasiones al abismo Durrell murio un par de anos despues del suicidio de su hija, con quien mantuvo relaciones durante varios anos, como si en el afan por conseguir la mas alta nota del pentagrama amoroso se hubieran diluido para ellos las minimas pautas establecidad por el orden de la naturaleza de las cosas, y de los hombres. Miller vivio, es cierto, sin limites, pero lo hizo a sabiendas de que nadie le diria cuales eran sus limites sin que el los hubiera perfilado primero. A los 84 anos los conocia mejor que nadie, habia quedado ciego de un ojo y casi no veia con el otro, mientras una sonda que corria desde una pierna hasta el corazon le permitia seguir disfrutando de lo que siempre llamo su tormento: uetes, huries y las mas fantasticas imagenes En misiva fechada el 29 de septiembre de 1980 (Miller habria muerto mas de cuatro meses antes), Henry escribe a Brenda Venus: Y ahora, un hombre de 87 anos, locamente enamorado de una mujer joven que me escribe las mas extraordinarias cartas, que me ama a morir, que me mantiene vivo y enamorado (un perfecto amor por vez primera) que me escribe tan profundas y emocionantes reflexiones que me siento feliz y confuso como solo un adolescente podria estarlo. Pero por encima de todo, agradecido, y afortunado. ¨Merezco realmente tan hermosos elogios como tu me dedicas? Haces que me pregunte quien soy exactamente, si me conozco en realida d y que soy. Me tienes sobrenadando en el misterio. Por lo cual aun te amo mas. Caigo de rodillas y rezo por ti, te bendigo con la poca santidad que hay en mi. Viaja feliz, mi queridisima Brenda y no lamentes nunca este romance a mitad de tu joven vida. Los dos hemos sido bendecidos. No somos de este mundo. Somos las estrellas y el universo de mas alla. Larga vida a Brenda Venus. Dios le conceda dicha, plenitud y amor eterno! Henry .