SECCION CULTURA PAG. 33 CREDITO: CABEZA: Murio Juan Carlos Onetti el pasado 30 de mayo en su cueva departamental de Madrid, donde desde hace diez anos se habia recluido, y de donde no salia nunca, para evitar que invadiera sus dominios la realidad exterior, como decia con siniestro animo. La reclusion era de su gusto, en general. Yo lo vi en persona en varias extranas ocasiones, durante el Congreso Internacional de Escritores celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en 1979, del que eran teoricamente vicepresidentes Juan Rulfo y el mismo Onetti. Jaime Sabines trato de saludarlo en el autobus que trasladaba a los congresistas por los extensos territorios de la isla, pero lo invito a acercarse a el con una bronca y cordial expresion mexicana que el uruguayo tomo depresivamente por una agresion. Ignoro si el poeta Sabines, que lo admiraba, logro finalmente saludarlo, con todo y que alguna otra persona le explico al autor de El Astillero quien era Sabines y cuales eran sus declaradamente amistosas intenciones. De pie frente a Onetti y su esposa, nos encontramos alguna manana el propio Rulfo, Marco Antonio Montes de Oca, creo que Manuel Scorza, Fernando del Paso y yo, en el enorme lobby del Hotel Iberia, intentando mantener alguna conversacion con el agotado y sudoroso personaje, pero nos lo impidieron sistematicamente las relampagueantes nubes de reporteros y reporteros, que rodeaban a los dos celebres narradores con camaras portatiles de TV y microfonos ofensivos. La sesion termino cuando Onetti se deshizo de la mas hostigante joven periodista a la que declaro algo como esto: -¨Pero que te voy a decir ahora sobre la literatura, mhijita...? Todo lo que puedo decir aqui son puras banalidades...puros lugares comunes...que son mas faciles de inventar para quienes no escriben nada nunca... Con eso se despejo la nube y Onetti se escabullo rapidamente hacia el bar (antes de volver a su cueva), en donde se hallaba refrescandose tambien Don Agustin Yanez, muy enfermo entonces y al que tambien salude por ultima vez en Canarias. Rulfo, por su cuenta, nos dijo: vamonos de aqui para la otra sede del congreso! porque ahora que les fallo la entrevista con Onetti los reporteros se van a desquitar haciendome otra a mi... y ahi vienen! -Es mejor leer al maestro Onetti que entrevistarlo- le dijimos bromeando a un insistente reportero que planeaba una nueva embestida (destinada al rotundo fracaso) con el escritor. Eso fue lo que ya habiamos hecho todos nosotros: leerlo... Pero era interesante observarlo fisicamente, como habia sido fascinante unos anos antes (1975) disfrutar de aquella larga pelicula filmada por Julio Jaimes, que transmitimos por el canal 13, y en la que Onetti veintitantos anos mas joven y semisentado en su catre con una botella de whisky en la mano, se explayaba luminosamente sobre todos los temas propuestos, cortaba el paso con descargas de negro humor contra el que dialogaba con el y se reia de s i mismo, y del mundo, con toda seriedad. Habia que conseguir una copia de esa excelente entrevista, donde a mi me parecia estar viendo, vivo, a Larsen, el Juntacadaveres, uno de los personajes magistrales del uruguayo, que se desplaza en las novelas mirando el oscuro mundo de reojo, y mirandose descuidadamente a si mismo, como un angel sombrio, cuya vaga mision en el planeta oscuro consiste solo en mantenerse alli, mirando y capoteando el oleaje peligroso de la miseria humana. Enterado de la noticia de la muerte de Onetti, Ernesto Sabato ha dicho que era un hombre humana y de la miseria de la gente, pero no concibe esas realidades deplorables como elementos constitucional e intencionalmente necesarios para hacer literatura. Y asi lo afirmaba el. Buena era en aquella pelicula la respuesta a la pregunta que alguien hacia a Onetti sobre su profundo, amargo escepticismo: -Bueno... Conozco bien a Schopenhahuer... y lei El Eclesiastes... .