SECCION: CIUDAD PAGINA: 20 CABEZA: Cuando el aire es el enemigo CREDITO: ALBERTO DOMINGO * ENTRETEXTO: A ultimas fechas, informaba, todas las tardes, desde el helicoptero de Televisa. Aparato, dicen, cuidado al extremo; pero... contra el viento enemigo nada pudo hacer Desde que se despertaron la imaginacion poetica y la audacia aventurera en el hombre, se hizo una obsesion constante, irreductible, el surcar el aire, el ganar libremente las alturas. Sin duda por rozar la divinidad -no precisamente pretender alcanzarla- y mas aun por desquitarse de la condena a vivir y sufrir pegado a la costra de la tierra, el hombre deseo literalmente conquistar el cielo. Desde Icaro, sin embargo, todos sus intentos en tal sentido fueron fallidos. La naturaleza le nego, tercamente, la virtud del insecto y del pajaro. Fue apenas en el siglo 18 que los hermanos Jacobo y Jose Miguel Montgolfier consiguieron elevar el aerostato, un pequeno paralepipedo de tafetan calentado con humo. Todos sabemos que a principios de este siglo xx, dos hermanos tambien, los norteamericanos Wilbur y Orville Wright, lograron al fin cuajar el viejo sueno, mediante un aparato que las corrientes de aire en contra despegaban del suelo. Lo que no todos saben es que el padre de los Wright, un pastor protestante, afirmo antes que era del todo imposible que se elevara un aparato mas pesado que el aire y que eso, ademas de locura, era blasfemia, desacato de los mandamientos de Dios. Yo hice mi primer vuelo apenas en la primera mitad de la decada de los 50. Fue un viaje largo, con multiples escalas, de Mexico a Mexicali, es decir de la meseta del altiplano a una hondonada en el desierto, y fue en verdad una aventura regocijante, placentera. Divertidisimo ver debajo de mi los hombres, las casas, los caminos, "como aguinaldo de jugueteria"; y mas aun, cosa de magia, el deslizarnos por arriba de las nubes. Yo no me explicaba -ni me lo explico ahora- como un armatoste asi se sostenia en el aire, pues si tenia alas, esas alas no se agitaban como las de las aguilas. ¨De que hilo de reciedumbre fenomenal y de que gancho en la boveda azul iba suspendido? Mas no procuraba averiguarlo, simplemente me dejaba transportar en el desliz celeste, sin sacudidas bruscas, sin papaloteos escalofriantes ni mucho menos. Estos ocurririan anos mas tarde. Fue en un breve vuelo de Bruselas a Berlin donde senti por primera vez lo terrible de la fuerza del aire cuando el aire se torna nuestro enemigo. Al salir a la pista para abordar un avioncito polaco que cubriria el trayecto fijado en cosa de una hora y fraccion, senti el golpe del aire, un vendaval que conspiraba seriamente contra la vertical de nuestros cuerpos y lo rectilineo de nuestros pasos. Otro de los pasajeros, delante mio, pregunto, nervioso, al jefe de pista: "¨No hay demasiado viento, senor?" El interpelado contesto, con una socarroneria que maldita la gracia que me hizo: "­Asi es mejor, senor; llevan viento de cola y llegaran mas pronto!" No tardo mucho en que el viento confirmara sus palabras seudograciosas. Acababa de elevarse el avioncito y comenzaban a repartirse las charolas con unos minusculos bocaditos de refrigerio, cuando un bandazo ladeo el avion y una fraccion de segundo despues el aparato se desplomo materialmente. Saltaron al techo charolas y azafatas, se armo un griterio -bufidos y lamentos- en diversos idiomas extranos. Solo alcance a distinguir, mientras el avioncito se bamboleaba amenazando dar vueltas, en la caida, como un trompo, las ordenes por el sonido interior, no en polaco sino en ingles -era una emergencia-, recomendandonos: "Mantenganse tranquilos. No se levanten de sus asientos. Dejen los cinturones abrochados. Dentro de 10 minutos aterrizaremos en Berlin". Yo solo atine a pensar: "¨En Berlin? Bah, aqui mismo vamos a clavarnos..." Desde entonces los viajes en avion dejaron de ser regocijantes. Aprendi que con los "caminos" en el aire nadie debe jugar. Con todo y la fuerza y la modernidad de los aparatos voladores actuales, se va en un medio extrano a nosotros. Ahi es el viento -cuando no el rayo- el que manda. Con el helicoptero estuve a punto de tomar contacto en Veracruz. Acompanando a Jose Natividad Rosales iba a volar, para un reportaje, del puerto a Coatzacoalcos y regreso. El piloto responsable no nos permitio abordar. Apuntaba un norte y los vientos zumbaban sobre nuestras orejas. El piloto advirtio: "Tal vez manana, si es que amaina el viento. Hoy de plano no". Como luego rompio francamente el nortazo, el vuelo esperado nunca llego. De ese incidente, de la sensatez del piloto aquella ocasion en Veracruz, mucho me acorde cuando Alfredo V. Bonfil, joven politico entusiasta, amigo entranable, por acudir a una cita de trabajo sin retraso alguno, por desoir las voces sentenciosas de viento, abordo igual una navecita voladora asi y solo llego a su cita con la muerte. El pasado 7 de junio palmeabamos la espalda de Ricardo Pena, cuyo esfuerzo de veintitantos anos en la lides raporteriles, lo mismo en la guerra Iran-Irak que en la sierra abrupta en las operaciones contra el narco, se vio reconocido, recompensado con el Premio Nacional de Periodismo. Conocimos a Ricardo desde sus tiempos de auxiliar de camarografo y de camarografo despues, en los felices dias -ya lejanos- de los primeros festivales cervantinos en Guanajuato. A ultimas fechas, informaba, todas las tardes, de sde el helicoptero de Televisa. Aparato, cuidado al extremo; pero... contra el viento enemigo nada pudo hacer. * Periodista. .