PAG. 2 SECCION: INF. GRAL. CABEZA: La tirania de la actualidad CREDITO: RAFAEL ARGULLOL Es crucial el tipo de lectura de la existencia que nos propongamos si queremos defender una cultura en la que el hombre sea capaz de asumir su responsabilidad, elegir libremente y respetar la diferencia. Nuestra cotidianidad nos ofrece una lectura restringida de la existencia, con el agravante de que nos es presentada, y nosotros tendemos a aceptarla, como la unica lectura posible. Quiza el fenomeno mas poderosamente inquietante de este final de siglo sea el definitivo encumbramiento del Comunicador como figura hegemonica. El Comunicador domina por completo la vida colectiva y, en buena medida, tambien, las vidas individuales. Pero lo que denomino Comunicador rebasa el ambito de la abrumadora influencia de los medios de comunicacion para integrar nuestras propias conciencias: en cuanto obedecemos las leyes que reducen la realidad a la representacion de lo actual nosotros asimismo formamos parte del Comunicador. Somos el Comunicador. Aunque en apariencia crea gozar la libertad, el hombre que acata esta lectura mutilada de la existencia esta sometido a un totalitarismo de consecuencias devastadoras. La gran paradoja de nuestro tiempo es que el vertigo reduce al ser humano a la inmovilidad. El vertigo de la produccion, el vertigo de la informacion, el vertigo del consumo: tras la enloquecida secuencia de escenas en las que permanentemente se excita a la accion sobrevive un hombre atrapado en la pasividad, un hombr e que acaba necesitando la completa trivializacion de su vida para defenderse del miedo que esta misma le produce. Desde este angulo parece evidente que la idea de saber _y la educacion en el saberse vivo_ se enfrenta radicalmente al totalitarismo de la actualidad. Naturalmente, con esto no niego la obvia importancia de lo actual como fuente de conocimiento. El verdadero peligro estriba en la usurpacion de funciones por la que la actualidad ocupa el entero horizonte de lo que consideramos real, empobreciendo la vision que tenemos de nosotros mismos. Contra esta usurpacion deberiamos forjar otra lectura de la existencia, empezando por la constatacion de que no hay una unica sino multiples lecturas posibles. Todos los totalitarismos, sean del pasado o del presente, tienen en comun la unidimensionalidad en la mirada sobre el mundo. Frente a ellos el poder de la cultura conduce, o deberia conducir, a la duda, a la complejidad, a la tension. La formacion del hombre unicamente tiene su razon de ser en cuanto descubrimiento de los inagotables interrogantes que acompanan a las escasas respuestas. Es justo que aspiremos al mayor numero de certezas posibles, pero lo que autenticamente enriquece nuestra vida es el pereg rinaje que realizamos por el ilimitado territorio de las preguntas. Por eso acumulamos saberes que nos son utiles e imprescindibles, pero el gran saber es un perpetuo giro alrededor del enigma. Y es precisamente ahi donde reside la fuerza educadora de la poesia, del arte, de la filosofia. La radical utilidad de esas actividades esencialmente inutiles. Es quizas por esa razon que me parece superfluo oponer, como se hace habitualmente, la cultura de la palabra y la cultura de la imagen. El autentico antagonismo viene senalado en terminos de lectura de la existencia. Frente a la invitacion a la trivialidad y a la amnesia que supone la hegemonia del Comunicador, la cultura deberia ser una invitacion a la busqueda y a la interrogacion. Tambien al deseo: al deseo de libertad, al deseo de plenitud, al deseo de armonia. Las viejas aspiraciones eternamente jovenes sobre las que gravita, para decirlo en terminos de Schiller, cualquier proyecto de educacion de la humanidad. Tanto la imagen como la palabra son instrumentos bifrontes que pueden ser empleados, bien para el camuflaje de la vida, bien para su compleja revelacion. En nuestros dias se acusa, en general con acierto, a la denominada cultura de la imagen de ser un medio de empobrecimiento mental de las multitudes. Sin embargo, este no es un fenomeno exclusivo de nuestra epoca: la imagen como idolo ha servido siempre como herramienta para la manipulacion de las conciencias, y asi lo advertimos en el temprano testimonio d e los filosofos antiguos. Lo diferencial de nuestra epoca es, sin duda, el efecto nocivo universal de esa manipulacion, como consecuencia, en gran medida, de uno de los caracteres que mejor definen la identidad del siglo XX: la fusion de la tecnica y la representacion visual. Nunca como ahora la utilizacion de la imagen-idolo habia sido tan eficazmente demoledora hasta configurar la formidable idolatria cotidiana que todos conocemos. No obstante, el uso manipulador de la imagen no debe hacernos olvidar el uso, igualmente manipulador, que tambien ha tenido, y tiene, la palabra. En este sentido, no es casual que muchos de los mejores escritores y pensadores modernos hayan insistido en las trampas de la palabra: de Baudelaire a Nietzsche y de Kraus a Canetti, una de las constantes de la cultura de nuestro tiempo ha sido la critica a la fetichizacion de la palabra, especialmente cuando esta, sobre todo a traves de los politicos y los period istas, aunque tambien de otros gremios, ha sido puesta bajo la tutela vampirizadora y niveladora del Comunicador. La cultura que pudieramos reivindicar para nuestro presente deberia actuar en direccion contraria, absorbiendo la fuerza evocadora y creadora, tanto de la imagen como de la palabra. Evocacion y creacion van juntas cuando se trata de leer la existencia en profundidad. La imagen como idolo y la palabra como fetiche, al concentrar todos los impulsos en las pulsiones mas inmediatas, desarticulan al espesor de la vida y ofrecen una vision esquematica del mundo. Por eso son admirablemente aptas para la demagogia: una promesa de movimiento desde la absoluta inmovilidad, un rio de informacion que oculta el caudal seco del saber, una explosion de esporadicos conocimientos que buscan disimular el terror a conocerse. La cultura, en la unica forma que acierto a concebirla, es siempre intempestiva. No esta contra la actualidad; esta mas alla de la actualidad. No esta contra el orden existente de las cosas; esta mas alla de ese orden, inmutable ante sus leyes y ante sus prejuicios. Y eso concierne tanto a la cultura de la imagen como a la cultura de la palabra. Pero la intempestividad exige una tercera condicion: permanecer indiferente ante lo que brilla en la superficie. Los caminos del conocimiento transcurren por latitu ddes en las que no cuenta para nada ni el exito ni la moda ni el poder. Tampoco, desde luego, lo "socialmente conveniente" o lo "rabiosamente actual". Un mundo dirigido por el Comunicador es un mundo en el que los hombres son conminados a vivir de "prestado", a vivir por cuenta ajena: viven solo en la medida en que aceptan integrarse en el gran simulacro que se les ofrece. En esas condiciones su responsabilidad es imposible, y su libertad, falsa. A la cultura le corresponde la funcion subversiva de demostra r que un mundo vertebrado de esta manera es, bajo todas las apariencias de orden que se quiera, un mundo caotico dominado por la ignorancia. La apuesta por el conocimiento es siempre subversiva, porque supone poner al hombre en tension consigo mismo sin posibilidad de recurrir a formulas faciles ni falsas expectativas. Pero la compensacion es enorme si con ello le hace avanzar hacia su propio descubrimiento y, por tanto, hacia su libertad. * Escritor y filosofo. De El Pais, para El Nacional. .