SECCION CULTURA PAGINA 35 CABEZA: FICCIONES ELECTRONICAS CREDITO: ENESIMO NEMO* En el teatro suele errar su juicio el mas enfermizo operomano si se encuentra cansado o subjetivamente predispuesto para apreciar el desempeno de uno o varios cantantes. Al mas pintado critico, tras una opipara comida y una jornada turistica agotadora, suele tomarlo por sorpresa el sueno a mitad de una funcion, generalmente si no hay en el elenco figuras cimeras. Confieso haber dormitado en el MET de Nueva York, en situacion como la anotada, y escuchando un Sigfrido que no me parecia contar entre los dignos de pasar junto a los mas ilustres a la historia. Pero tambien, cuando se vuelve a ver y oir la edicion profesional de la misma funcion, suelen pasar dos cosas: advertir defectos que no fueron audibles en la funcion viva o descubrir meritos y presencias vocales que no sabemos si atribuir (en materia de volumenes sobre todo) a las generosidades del microfono y la consola del editor. Y ya se daba el fenomeno, como sabemos, en la era de las grabaciones electricas producidas en las decadas de los cuarenta y los cincuenta: la primera vez que escuchamos arias de Jan Peerce, por ejemplo, en discos de 78 revoluciones, nos dio la impresion de que su voz tenia el volumen de la de Aureliano Pertile o la de Gigli. Cuando escuchamos vivo en Bellas Artes al veterano polaco-estadounidense (fue muy longevo por cierto artisticamente, y continuo en ejercicio despues de sus 70; nace en 1904, muere en 19 84), gustamos de su algo nasal pero bella emision, y su buena tecnica, pero descubrimos que el volumen de su voz era 30 por ciento mas moderado de lo que parecia en las grabaciones. En los reprocesados discos modernos, y pese a los favores de la consola y los modernos reproductores digitales, puede comprobarse la realidad de una potencia vocal si se examinan las grabaciones de conjuntos y duos y no los "solos" del cantante, y sobre todo en los registros de conciertos en vivo. Por ese camino va entendiendo el aficionado a descubrir que hay voces hechas para pequenos recintos, para teatro de camara y para verdaderamente grandes foros. En la tinta de bano todos somos Tamagno (valga la rima), Caruso y Ludwig Suthaus, y con cualquier amplificador de rancho, la misera y acaramelada voz de Pedro Infante suena como la de Franco Corelli (sin la musicalidad ni el timbre, claro es). Ya nuestro amigo Manuel Irizar, hablando del tema, nos recordaba la triste actuacion de cierto tenorcillo que acompano hace unos anos a Katia Ricciarelli (un recital en la Sala Nezahualcoyotl) del que se conocia algun disco en que el susodicho parecia Giovanni Martinelli. Con las grabaciones, si no las escuchamos con la atencion y el animo que las buenas requieren, tambien solemos cometer graves yerros. Acabo de hacerlo en parte con La Traviata de Tiziana Fabbriccini (video-laser en vivo de 1993, con Roberto Alagna en el Alfredo y R. Muti al frente de la orquesta de la Scala). Tentado por la prisa de hacer el comentario, la escuche con descuido, pero una segunda audicion, con buen equilibrio de tono y de volumen, me hace corregir severamente el juicio sobre esta joven sopran o (mas que sobre sus acompanantes en el reparto): hay ciertos excesos, y notas imperfectas en su ejecucion, pero son explicables y frecuentes en una comprometida, bien actuada y agotadora sesion en vivo como la que se comenta. La Fabbriccini no es nada mala actriz, y no le quedan (como apresuradamente decia yo en la nota anterior) grandes ni el personaje ni la partitura; posee una voz muy bella, grandes facultades, evidente potencia y timbre original, que nos recuerda frecuentemente el de las mas notorias s opranos lirico-spinto que se hayan encargado del pavoroso papel de Violeta. La Fabbriccini es ya, a sus jovenes anos, una figura importante, y creo que en una grabacion de estudio (fuera de la representacion), una Traviata suya resultara mucho mas convincente. En muy poco tiempo, por el camino que lleva, una cantante de este genero puede crecer a niveles muy altos. Y hablando de las antiguas eminentes Traviatas, perdidas pero rescatadas por los coleccionistas, olvide referirme a la de 1935, nada menos que con Rosa Ponselle (1897-1981), una de esas voces graves y bellas de las que hay pocas en su cuerda, acompanada del tenor aleman Frederick Jagel y el celebre baritono norteamericano Laurence Tibbet. No la registra Paul Gruber en su Guia del MET, porque es grabacion, seguramente pirata, en vivo y dirigida por el veteranisimo Ettore Panizza l *Critico de musica. .