SECCION ESPECTACULOS PAG. 38 BALAZO: UNIVERSIDAD DE GUADALAJARA CABEZA: Libro sobre la obra de Fernando Mendez CREDITO: JUAN ZAPATA Periodista, critico de cine y entusiasta investigador, Eduardo de la Vega Alfaro ha dedicado buena parte de su trabajo al rescate de un cine olvidado y, en la mayoria de las veces, ninguneado por la critica oficial. De la Vega representa un caso curioso en la investigacion filmico-literaria, rastreando hasta lo indecible, ya sea en hemerotecas o archivos filmicos, la obra de cineastas singulares que destacan precisamente porque nunca o casi nunca contaron con el aval de un cine de prestigio que se hacia supuestamente a su alrededor. Nadie niega las virtudes de realizadores como Emilio Fernandez, Julio Bracho, Roberto Gavaldon, Ismael Rodriguez o don Alejandro Galindo, sin embargo tampoco puede ocultarse el placer visual y emocional que despiertan filmes tan disimbolos como Aventurera, Charros contra gangsters, Angeles del arrabal, Aguila o sol, Luponini de Chicago, La bestia negra o El Suavecito, dirigidas, respectivamente, por Alberto Gout, Juan Orol, Raul de Anda, Arcady Boytler, Jose Che Bohr, Gabriel Soria y Fernando Mendez, a quien el autor ha dedicado sendas biofilmografias. De la Vega ha sabido encontrar muy rapido un estilo personal, dentro de esa coleccion titulada Cineastas de Mexico, que dirige Emilio Garcia Riera desde Guadalajara. Ha podido encontrar un justo medio entre la labor periodistica informativa y su propia vision analitica, no solo sobre las obras en si, sino del contexto social. Asimismo, es un hecho que pueden rastrearse mas virtudes y un sabroso humor en los trabajos dedicados a Orol, Gout y Bohr (debido a sus peliculas, la mayoria de las veces delira ntes y/o adelantadas a su momento) que en los libros dedicados a los trabajos entre acartonados y exquisitos de cineastas como Soria, De Anda y Boytler. Por ello, destaca la mas reciente entrega del autor, dedicada a uno de los mas habiles artesanos de nuestro cine, Fernando Mendez, un realizador que crecio sin halagos ni aspavientos, a la sombra de la serie B, el cine de aventuras, el horror a la mexicana y el suspenso, y que supo dar prestancia a cintas enmarcadas en todos los generos en los que el cine nacional se aventuro. Fernando Mendez (1908-1966) es un titulo que se hace necesario para rescatar del olvido un cine ultrabarato e ingenioso, mues tra de ese otro cine minimizado por la critica y el prestigio artificial de varios de nuestros clasicos. En su septimo libro dentro de la citada coleccion, De la Vega Alfaro muestra soltura y agil ritmo narrativo, descubre los antecedentes de un primitivo cine zamorano y, apoyado en un buen material grafico y hemerografico, se sumerge en las contradicciones de la industria que le toco vivir a Mendez, y en los experimentos de un cine generico que funciono a medias, debido a la poca importancia que se le termino dando a estas obras. Cabe destacar un esplendido capitulo, dedicado precisamente al Apogeo: El ci ne de generos (1950-1957). Aqui vale la pena citar una obra extraordinaria, un clasico de culto del cine mexicano: El Suavecito (50). Si bien la prostituta y la cabaretera fueron las grandes protagonistas del cine de cabaret, pululaban alrededor suyo una serie de curiosos personajes extraidos de la vida real, que defendian o martirizaban a esas trotacalles que traficaban con su cuerpo y sus ilusiones despedazadas. Robando camara la mayoria de las veces y dedicado a vigilar a sus protegidas, el vividor, o el cinturita, e s el otro gran personaje del cine de aventureras y pecadoras y que encontro al interprete ideal en Rodolfo Acosta. Esos insolitos y nuevos villanos de un emergente cine cabaretil, habiles para el dancing y la labia, que conseguian estafar y derretir de pasion a una buena parte de sus protegidas, encontraron diversas salidas en filmes como Angeles del arrabal y El Suavecito, con el que Mendez dio oportunidad de lucimiento a un joven Victor Parra, quien encarna con inteligencia al personaje titular: un padrote hipocrita, tramposo, misogino, gran bailarin de mambo y con un serio complejo de Edipo. Sin embargo, otro de los meritos de un autor como Mendez puede encontrarse en el cine fantastico. En el ocaso de ese perturbador cine de arrabal alemanista, las pocas muestras de horror a la mexicana se fueron depurando para alcanzar algunos grados notables de emocion, estableciendo ese fortuito encuentro entre lo real y lo imaginario, lo fantastico e inverosimil, en terrenos de la credibilidad. 1957 fue un ano decisivo y el descubrimiento de un artesano brillante como Mendez, quien resucito del ataud filmi co a un Vampiro enclavado en la provincia mexicana, con todo y secuela, dado su exito de critica y publico. A su vez sobresale uno de los filmes de horror fantastico mejor logrados en nuestro cine, Ladron de cadaveres (56), en el que Mendez no solo retoma el elemento de la lucha libre, sino que lo hace imprescindible dentro de un argumento de terror que reutiliza elementos de varios clasicos del genero. Coherente, bien narrada y mejor realizada, la cinta relata la historia de un demencial cientifico que intenta sustituir los cerebros de forzudos luchadores por los de simios, buscando prolongar la vida huma na. Aqui el merito del realizador es haber integrado de manera natural e inteligente el tema de la lucha; sin esta, la pelicula tendria una connotacion totalmente diferente. Los datos acerca de la censura que intento obstaculizar a El Suavecito, las notas publicadas en Mexico y Francia sobre sus cintas de horror, el buen material fotografico y el descubrimiento de peliculas que deleitaron a los ninos de mi generacion a traves de la TV, como Los tres Villalobos o Misterios de ultratumba, hacen recomendable y entretenida la lectura de este buen libro de remembranza filmica para los amantes del mejor cine mexicano oculto. Solo un reclamo: la portada, tan poco atractiva, desmerece las virtudes de un libro y de un cineasta como Fernando Mendez. .