SECCION ESPECTACULOS PAG. 42 BALAZO: TEATRO CABEZA: Norte de Providencia CREDITO: BRUNO BERT El teatro naturalista, de camara, con una fuerte connotacion intimista, relacionado sobre todo a autores del realismo psicologico americano, tiene en nuestro medio a Los actores del metodo como sus cultores mas consecuentes. Ahora, en su local de la calle Veracruz, han estrenado una obra de Edwars Allan Baker que tiene por nombre Norte de Providencia. A decir verdad, se trata casi de una excusa dramaturgica para asomarnos voyeristicamente a un sordido dormitorio donde dos hermanos -hombre y mujer- hacen un recuento de sus miserias presentes y pasadas a la luz de su padre agonizante en un hospital cercano. El medio social esta dado por elevacion, pero casi se pierde en el regodeo psicologico de las mutuas taras, minuciosamente urgadas, morbosamente repetidas, insistentemente machacadas. Estamos a un metro o dos de ellos, de sus objetos, de esa ambientacion furibundamente naturalista disenada por Jarmila Masserova, dispuestos a sorber sus lagrimas y a tomar ansiosos ese alimento privilegiado que es el dolor aje no servido en generosa bandeja a nuestro alcance. Es extrano, porque la sensacion es que aqui el verismo actoral y ambiental se vuelve un valor en si mismo; toda la obra se relativiza y se torna casi intrascendente, ya que lo fundamental es la expresion y no lo expresado... Dicho sea esto lejos de cualquier intencion de remembranza didactico-ideologica. La obra de Baker es meramente un soporte al trabajo de los actores, no importa demasiado en si misma como texto dramatico, adquiere significacion sobre todo en la capacidad de Roberto Soto y Gabriela Murray por vivenciar los matices y las honduras de sus cuerpos y mentes torturadas por la enfermedad y el fracaso. Y su trabajo es convincente, pero paradojicamente interesan mas como actores que como partes de un espectaculo. Tal vez ocurre que Los actores del metodo es sobre todo una escuela de formacion actoral, de alli que sus trabajos tiendan a dar prioridad a la herramienta expresiva por encima del valor global de la obra y su puesta, y Rene Pereyra ponga en primer plano su labor como maestro secundarizando su funcion como director, desproporcionando en los interpretes el lugar que el espectaculo pide de ellos, transformando al todo en una excusa de lucimiento, con una cierta complacencia en el regodeo emocional y compositivo. Seguramente un director foraneo distanciaria esto en beneficio de la obra y el montaje. De todas maneras se trata de un buen ejemplo de la propuesta de este grupo, y de la coherente linea de trabajo que viene sosteniendo desde hace anos en nuestro medio. .