SECCION CULTURA PAGINA 39 CREDITO: EDUARDO LIZALDE CABEZA: Libros, los temas involuntarios daderamente sin proponermelo, me tope una manana con otro libro mio sobre los malditos tigres, levantado ya en flamante tipografia Times New Roman de 12 puntos, y salido poco a poco de la computadora. Pero no solamente eso: ya estaba junto al texto la portada misma: dos leopardos art-nouveau, de Olive Allen, que me robe de una reproduccion de la revista londinense The Studio (numero de agosto de 1900). Apenas salia yo de otro libro Visto ante mi el libro de los tigres, necesitado aun de correcciones como puede adivinarse, descubri junto a el otra serie de textos ajenos (de poesia y prosa), que he venido traduciendo sobre tigres, y que a lo mejor puede conformar un consolador apendice del mio. Hay entre esas traducciones hechas con mi esposa Hilda, el de la famosa Pantera de Rilke en el Jardin de Plantas de Paris, que ya habiamos publicado en dos distintas versiones (Tabernarios y Eroticos, Vuelta, 1988 y 1989), y que por error quedo excluido de mi recoleccion Nueva Memoria de Tigre (FCE, 1993). Y revisando esa antologia adjunta a los poemas, comprendi de nuevo que el tema (como todo tema) es infinito, y que deberia limitarse ese apendice a unos cuantos materiales, contados entre ellos alguna irresistible prosa de Valery sobre otro tigre, del que si di constancia hace dos o tres anos en esta columna, que ya empieza a ser vieja. Releyendo asimismo El oro de los tigres, del inagotable Jorge Luis Borges, encontre en esa presentacion de 1972 una nota que me estremecio un tanto, vital y literariamente: No he cumplido aun los setenta, como ya lo habia hecho Borges entonces, pero hacia ellos me encamino, desde que pase la recta de los sesenta. Y pienso como Borges, que todos los escritores estamos condenados a, y limitados por ciertas obsesiones tematicas y ciertas persistentes ideas, a las que retornamos contra nuestra voluntad, armados de consabidas destrezas o insuperadas torpezas, todo el tiempo, quiza porque nos resistimos precisamente a caminar hacia adelante en el tiempo. Pocos anos despues de editado ese libro, hizo el argentino su segunda (Ļo tercera? visita a Mexico, y como habia yo leido algunos poemas suyos en el documental Los pasos con Borges, me dijo: Le envie el libro, de todos modos, claro esta, y seguro de que nadie le leeria unas paginas, ni se hallaba dispuesto el celebre autor del Aleph a comprar un tocadiscos en mi honor. Poco leia el gran escritor, y terrible cosa, como el mismo decia, es renunciar aunque se tengan dotes para ella a la verdadera erudicion, y aun a la simple consulta del diario, cuando se padece desde tan joven la casi completa invidencia. Vuelvo involuntariamente a los tigres, con ese libro del que dare aqui si puedo un adelanto, aunque tampoco se habria hoy Borges animado a leerlo, desde un posible limbo celestial en que hubiera recobrado la vista para volver a recorrer su biblioteca. .